Carles Puigdemont aseguró la pasada primavera que si no era reelegido presidente de la Generalitat tras las elecciones autonómicas del 12M se retiraría de la primera línea política. Era el 9 de abril, Cataluña se hallaba inmersa en la precampaña de las elecciones avanzadas por Pere Aragonès y Puigdemont lanzaba su enésimo órdago para movilizar de nuevo al independentismo: retorno a España para volver al Palau de la Generalitat o retirada para dar paso a una nueva etapa de la política catalana.
El socialista Salvador Illa fue elegido presidente de la Generalitat el 8 de agosto, día en que Puigdemont volvió a ser protagonista con su segunda fuga, tras un breve mitin en Barcelona. Pero el líder de Junts, lejos de confirmar su retirada, estudia como consolidar su poder político con el asalto, de nuevo, a la presidencia de su partido, dos años después de ceder el testigo a Laura Borràs. Y deja claro cómo utilizará ese poder con las últimas votaciones de Junts en el Congreso.
Votaciones en el Congreso
En la última semana, Junts se ha alineado con PP y Vox para exigir las comparecencias de Pedro Sánchez y María Jesús Montero, rompiendo una vez más el bloque de la investidura que permitió a Sánchez regresar a la Moncloa. Ya lo hizo en julio con la votación para la reforma de la Ley de extranjería. O tumbando el techo de gasto propuesto por el Gobierno que debía abrir la negociación de los próximos presupuestos generales.
"No formamos parte de ningun bloque español, nuestro bloque es Cataluña" advertía la portavoz de Junts en el Congreso, Miriam Nogueras. Acto seguido, sin solución de continuidad, Nogueras daba la auténtica clave de esa posición: "el problema no es Puigdemont, el problema es el Tribunal Supremo y algunos jueces que se niegan a aplicar una ley aprobada por el Congreso de los Diputados". Una frase que han repetido, prácticamente calcada, diversos dirigentes de Junts en los últimos días.
El problema no es Puigdemont, el problema es el Tribunal Supremo y algunos jueces que se niegan a aplicar una ley aprobada por el Congreso de los Diputados
Miriam Nogueras
La conclusión de esas palabras y de las últimas votaciones de Junts parece clara: no habrá estabilidad para el Gobierno de Sánchez mientras no es haga efectiva la aplicación de la amnistía a Puigdemont. Un Puigdemont al que hoy por hoy le preocupa menos la oposición al Govern Illa en el Parlament que la presión al Gobierno de Sánchez en el Congreso. De ahí su interés en la presidencia del partido, que podría volver a ostentar con toda probabilidad a partir del congreso extraordinario convocado el 25 de octubre.
Desde Junts insisten en que "no vamos a entrar en las guerras internas entre PP y PSOE" cuando se les pregunta por la ruptura del bloque de la investidura. Recuerdan que la suya no es una alianza estratégica con el PSOE, sino una opción táctica a cambio de beneficios para Cataluña. Aunque el principal objetivo sigue siendo la amnistía para Puigdemont que el Tribunal Supremo ha truncado con su interpretación del delito de malversación. Un objetivo que excluye a priori la posibilidad de que Junts lleve las hostilidades hasta el extremo de provocar la caída del Gobierno.
Cónclave de Junts
En la ecuación planteada en abril por Puigdemont existía un elemento clave que no se ha cumplido: la aplicación de la Ley de amnistía para poder regresar a su añorada Girona sin temor al Tribunal Supremo. Este es el contexto que explica también los términos en los que se aprobó esta semana la convocatoria del congreso del partido, en el que todo apunta a que Puigdemont podría recuperar la presidencia de la formación.
Tras la nueva fuga protagonizada el 8 de agosto, Puigdemont ha renunciado en la práctica a ejercer de líder de la oposición en Cataluña. Un papel que siempre dijo que no aceptaría, puesto que lo considera indigno de un ex president de la Generalitat. Sí ostentará el cargo de diputado electo, gracias a la reforma del reglamento del Parlament que le permite ya votar desde Waterloo. Pero quiere formalizar su liderazgo indiscutido al frente de Junts con la asunción de la presidencia del partido.
Laura Borràs, actual presidenta de la formación, habría trasladado al entorno de Puigdemont su disponibilidad a dar un paso al lado, según avanzó el diario Ara. Borràs ha perdido poder orgánico desde que fue escogida presidenta hace dos años y sabe que no podría oponer resistencia en una guerra abierta con Puigdemont, al que nadie en el partido está dispuesto a disputarle el liderazgo.
Este lunes, la ejecutiva del partido aprobó las fechas y el reglamento del cónclave, que tendrá lugar entre el 25 y el 27 de octubre en Calella (Barcelona). Junts anunció el congreso apuntando que "no se descarta" la presencia de Puigdemont, un anuncio que solo se explica por la aspiración del líder independentista de recuperar el poder orgánico de la formación. Aunque su voz ha sido determinante en todas las decisiones de calado adoptadas por Junts en los últimos dos años, con Jordi Turull, secretario general, como eficaz correa de transmisión.
No parece que la continuidad de Turull al frente de la secretaría general del partido esté en cuestión, toda vez que su principal rival en el seno del partido, Josep Rull, se ha convertido en el principal cargo institucional de Junts con la Presidencia de Parlament. Más allá de los cambios orgánicos, el cónclave busca sobre todo adaptar la estrategia de Junts a la nueva realidad de una Cataluña sin mayoría independentista ni nacionalista por primera vez en cuatro décadas.
Relanzar el independentismo
Un escenario que el partido afronta con la voluntad de liderar el "relanzamiento del independentismo" apuntan desde el partido, con el objetivo de que vuelva a ser mayoritario. Todo ello con el objetivo de "culminar el 1 de octubre de 2017". Es decir, el retorno al discurso más esencialista sobre la independencia y el referéndum del 1-O, que aleja cualquier atisbo de pragmatismo en la formación heredera de Convergencia.
El retorno al puente de mando del sector "pragmático" -identificado con los herederos de Convergencia- parecía consolidarse hace dos años con la formación de un gobierno de coalición con ERC y la posterior renuncia de Puigdemont a la presidencia del partido. Pero esa evolución parece haber quedado en un espejismo que se desvaneció con la votación en la que las bases de Junts, alentadas por Puigdemont y Borràs, optaron por abandonar el Govern.
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