Sería un sainete si no fuera dramático. El anuncio de Vox de celebrar un acto de campaña en la emblemática Plaza Roja de Vallecas ha tenido el efecto esperado. Muchos radicales, violencia, carreras, cargas y muchas fotos. Las llamadas a la mesura de los partidos de izquierda con representación parlamentaria en la Asamblea de Madrid cayeron en saco roto. Los bukaneros del Rayo, colectivos antifascistas varios y organizaciones vecinales se presentaron en la Plaza Roja para boicotear el acto de precampaña. Y no lo consiguieron.
La presencia policial los mantuvo alejados. A las 18:00, hora a la que estaban citados los antifascistas, había más periodistas que vecinos en el centro de la plaza. Se montó entonces el escenario mientras los simpatizantes de Vox iban llegando sin problemas hasta el lugar. Empezamos a trabajar. “¿De El Independiente? Ese medio tergiversa todo”. No hay suerte con la primera seguidora de Vox que contactamos. Más dispuesto está Fernandito, un jubilado del barrio, que grita que el mitin es ilegal. La policía, avisada por la seguidora de Vox que desconfía de los medios, le advierte a Fernandito.
“Mira, Ndongo”, observa la voxera que se dirige a Bertrand Ndongo, político de la formación ultraconservadora y le da dos besos prepandémicos. Hasta ahí, una fiesta de la democracia.
Pero la plaza se empieza a llenar, la barrera policial no puede contener la llegada de gente. La policía para a quien lleva signos identificables como banderas republicanas y con su juicio estético-ideológico la mezcla está servida. La llegada de un conocido youtuber pro Vox significa el inicio de lo esperado. El “fuera fascistas de nuestros barrios” se instala con fuerza en la plaza y lo que la policía tenía controlado se descontrola. La plaza se convierte en un circo. En la pista, el centro rojo de la plaza, los seguidores del partido político y alrededor de ellos, separados por la policía, los vecinos, los bukaneros y los antifas.
Pero el núcleo de Vox no ha llegado, la policía abre un pasillo por el que van entrando los simpatizantes del partido entre "fuera fascistas de nuestros barrios", "venís a provocar" y "no sois de Vallecas". De vuelta van los "viva España", "libertad" y hasta "viva el fascismo". Delicias en las dos direcciones, hasta que una mujer se gira y dice: “Yo sí soy de este barrio, soy de Avenida de la Albufera”. Pero la realidad es que la mayoría del séquito de Vox no es de Vallecas. “Aquí no paran de pasar cayetanos”, dice un vecino. Los cachorros del partido son, claramente, de otra parte de Madrid.
El frenesí de los dos polos llega con los líderes. Ortega Smith, Macarena Olona y, como cierre, el líder Santiago Abascal y la candidata a la presidencia de la Asamblea de Madrid Rocío Monasterio. Suben los gritos, los insultos, vuelan objetos, alguna piedra y huevos.
Con los líderes en el escenario empiezan los discursos, cuesta seguirlos, los gritos son atronadores y el asedio es total. Abascal, no contento con la situación de la que culpa a Marlaska como ministro de Interior empieza a contar los pasos que le separan de los manifestantes. La Policía entra en máxima tensión, no es para menos. Abascal y una melé de seguidores parapetándole se dirigen hacia el arco de la perfecta circunferencia de personas que rodean el corazón de la Plaza Roja. Y empieza el lío. 18 pasos cuenta Abascal. Aunque en ese punto ya son más, se abre el arco porque empiezan las cargas y empiezan a volar piedras. Heridos en las dos filas y detenidos entre los radicales. Las redes sociales tienen material para la política contemporánea. Los problemas de la Comunidad, ya para otro día.
Momento en el que Abascal cuenta los pasos hacia los manifestantes que rodeaban el mitin.
Las carreras se suceden por las calles aledañas y los vecinos se apresuran a meterse en tiendas. “Me recuerda a los primeros de mayo de antes, entonces sí que nos llevábamos palos. En estas calles se ha corrido mucho con la Policía. Venían las lecheras y policías a caballo", recuerda un tendero de la calle Pedro Laborde. "Entonces si te metías en una tienda te llevabas igual un porrazo", añade. En su tienda se han refugiado varios vecinos tras una de las carreras.
En paralelo termina el espectáculo. Los popes del partido verde se van escoltados hasta sus coches. “Estamos vivos, que no es poco”, dice Macarena Olona antes de desaparecer tras los cristales tintados de su coche. Sus seguidores se van lo más discretamente que pueden hacia el metro. “No me arrepiento de haber venido”, concluye con decisión una señora mientras baja las escaleras mecánicas del suburbano. “Yo tampoco”, refuerza otra.
“Si los políticos escucharan a la gente de los barrios nos iría mucho mejor”, son notas de declaraciones de un comerciante de Vallecas. Está escrito en el cuaderno de este periodista que tampoco es del barrio y revisa mientras dos simpatizantes de Vox se congratulan de las fotos que han subido a Instagram. Nadie ha escuchado nada en Vallecas, había ruido por todas partes.
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