La consigna era tan sencilla como urgente: ‘Quédense en casa’. Se ha repetido con insistencia desde el pasado día 14, cuando la declaración del Estado de Alarma se activó para luchar contra el virus. Días después hubo quien no la cumplió por irresponsabilidad. Quien no lo hizo por pura banalidad. También quien simplemente no podía hacerlo, aunque quisiera. Uno no se puede confinar en casa cuando simplemente carece de ella. También hubo quien no lo hizo por ser incapaz de entender la orden; su enfermedad mental se lo impedía. Algunos vulneraron el requerimiento por la incapacidad de aguantar el síndrome de abstinencia de su adicción.
Cuando el presidente del Gobierno ordenó el confinamiento la directriz fue recibida por la mayoría a través del televisor de la cocina, de la sala, de la habitación. A quienes viven en la calle o deambulan por ella la información se la comunicaron las autoridades. En algunas pensiones o residencias su cumplimiento supuso el cierre y con él dejar a sus clientes literalmente en la calle.
Ahora, unos y otros, se han visto forzados a convivir, a confinarse para no ser parte de la cadena de contagio. En Bilbao este heterodoxo grupo de personas convive estos días de cuarentena en polideportivos y albergues municipales habilitados en algunos casos con camastros, mantas y recursos de urgencia. Lo hacen en una suerte de variopinta e inesperada ‘familia’ de confinamiento condenada a pasar junta esta alarma social. En la tarea de pasar el trago les ayudan organizaciones como la Fundación Gizakia y entidades como Cáritas, la DYA o Cruz Roja.
Cada día de cuarentena es un reto. Estibaliz Barrón, directora de Gizakia, asegura que están siendo jornadas complicadas. Entre las cerca de 500 personas que tienen acogidas las situaciones son dispares y a menudo complicadas de sobrellevar. Lograr un mínimo de convivencia en espacios compartidos por personas con problemas que van desde la drogadicción hasta la ludopatía, el alcoholismo, o con dificultades psiquiátricas está siendo difícil. En muchos casos, en esos grupos se encuentran personas habituadas a vivir en la calle, libres y sin normas, y que ahora se ven obligadas a cumplir un encierro en espacios cerrados. A ellas se suman trabajadores sin problemas de este tipo y que simplemente se han visto en la calle después de que la pensión en la que vivían cerrara.
Patologías mentales
“No es fácil convivir entre todas estas personas”, reconoce Barrón, “hay algunos con patologías mentales graves con los que es difícil mantener un cierto grado de orden o estructura diaria”, señala. La responsable de Gizakia apunta que una de las cuestiones a las que han tenido que hacer frente es cómo abordar la situación de dependencia a las drogas que presentan muchos de los acogidos. Evitar los casos de síndromes de abstinencia está siendo complicado: “Esta situación de confinamiento está provocando que la droga en la calle disminuya y eso eleva el mayor riesgo de síndrome de abstinencia”, señala.
Desde la Fundación que dirige intentan enfrentar esta situación a través de una sala de consumo supervisado que gestionan desde hace cinco años y donde se les facilita metadona para hacer frente a la dependencia. También se les abren puertas para iniciar programas de desintoxicación. “Las personas con síndrome de abstinencia o problemas con sus adicciones se pueden acercar o nos pueden llamar por teléfono, ponerse en contacto con nuestros terapeutas para que les ayuden”. Han dispuesto incluso dos unidades móviles que se desplazan por la ciudad para asistir a las personas que en esta situación necesitan ayuda para sobrellevar la imposibilidad de salir a la calle para satisfacer su adicción.
A la disparidad de casos de adicción o problemas psiquiátricos se suma la complejidad que supone facilitar una convivencia en los grupos de alrededor de 50 personas que se están organizando para sobrellevar este confinamiento. Entre ellos existen trabajadores que de la noche a la mañana se han visto en un polideportivo acogido por no tener donde acudir y rodeados de personas con un amplio abanico de problemas: “A algunos el confinamiento les coincidió con el cierre de su pensión. Hablamos de personas con trabajo, peluqueros, albañiles, personas que estaban de viaje o jubilados que se han visto en la calle sin ser ‘gente de calle’”.
A todo ello se añade que se trata de personas de procedencias muy dispares, de edades distintas y de diferentes culturas. “Si esto no se gestiona de modo adecuado, con educadores, psicofármacos, para que no entren en situaciones de abstinencia, se pueden generar situaciones muy complicadas. Hablamos de personas con trastornos del comportamiento en algunos casos muy importantes. Los primeros días los problemas ya se dieron pero poco a poco se está encauzando”.
Casos positivos
Barrón advierte de que por el momento se está logrando alcanzar un grado suficiente y adecuado de convivencia en los polideportivos, pero a medida que el confinamiento se prolongue será cada vez más complicado. “Hemos logrado que se vayan tranquilizando, pero habrá que ir estructurando el día de todas estas personas con elementos de entretenimiento, actividades etc. Con algunos hemos empezado a enseñarles el idioma, que apenas lo conocen”.
Los problemas no son sólo de convivencia sino también de salud. Algunos de los acogidos presentan problemas como la sarna, dificultades en la boca, flemones o dolores de muelas a consecuencia de sus adicciones. “También hemos logrado que Cáritas nos facilite chancletas, algo sencillo pero necesario para evitar un brote de hongos. Además, procuramos que todas estas personas que antes acudían a urgencias ahora no las saturen y les atendemos aquí”.
Ahora el problema más acuciante es evitar los contagios por Covid-19. Hasta ahora han detectado algún caso que está siendo tratado. En las instalaciones municipales, “que ahora son su casa” se han implantado las medidas de protección recomendadas: “Aplicamos las medidas de higiene y se reservan zonas para personas con posibles síntomas de coronavirus. Procuramos extremar las medidas de precaución. El personal tiene guantes, hidrogeles y mascarillas pero hay una carencia y la situación es complicada. Es una situación estresante que en los primeros días de la cuarentena “generó con momentos conflictivos, aunque eso se va calmando”.
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