La jornada de este viernes en los juzgados de Plaza de Castilla de Madrid podría describirse como una exhibición de fuerzas. A ver quién conseguía primero la foto de Begoña Gómez, a ver quién blindaba mejor el edificio al norte de la capital o a ver quién informaba peor. O mejor, según se mire. "Si no fuera por los pseudo-medios yo no me enteraría de nada", llegaron a decir unas señoras, tinto de verano en mano, en la terraza de un bar cuando ya había pasado todo.

Exterior de los juzgados de Plaza de Castilla este viernes antes de la declaración de Begoña Gómez | Irene Dorta

Poco después de las ocho de la mañana era evidente que el día algo deparaba. Una señora que salía del metro con una maleta de ruedas preguntó a una chica si sabía a qué se debía semejante despliegue de Policía Nacional. "Viene Begoña la de Pedro", contestó ella.

En efecto, Begoña Gómez estaba citada a declarar a las diez de la mañana en el Juzgado de Instrucción número 41 por un presunto delito de tráfico de influencias y otro de corrupción en los negocios. Se había especulado con la idea de que pudiera acompañarla su marido, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pero lo cierto es que por allí no se le vio. Aunque tampoco se podrá saber con certeza quién iba con ella en el Ford con cristales tintados que entró directo al garaje sobre las diez menos veinte.

En el exterior, había entre 20 y 30 furgones de la Unidad de Intervención Policial (UIP), los conocidos como antidisturbios, y de otras unidades de Policía. Imposible saber el número con seguridad porque a cada rato se oían sirenas y aparecían nuevos vehículos. También había decenas de agentes custodiando puertas, pasos de peatones, entradas al edificio... A los periodistas los habían concentrado detrás de unas vallas entre una parada de autobús y un carril bici. En la parada del bus empezaron a concentrarse repentinamente señores mayores que, todos a la vez, querían "coger el 27", ataviados con banderas de España por el cuerpo.

Cuando los agentes empezaron a detectar demasiados espontáneos iniciaron una nueva estrategia: pedir acreditaciones de prensa. En un lapso de dos horas hubo que sacarla media docena de veces para que cada policía se asegurara de que allí solo había informadores. Entre los más veteranos se comentaba que ese blindaje de los juzgados no lo habían visto nunca. Ni cuando fueron a declarar el exvicepresidente del Gobierno Rodrigo Rato y el banquero Miguel Blesa.

Para completar la foto del exterior estaba Hazte Oír, que ejerce de acusación popular, con su tradicional convocatoria contra la izquierda aprovechando cualquier ocasión. En esta, el motivo no era menor. La declaración de la esposa de Sánchez dio para carteles, para Begoñas Gómez a tamaño real y, cómo no, para furgones con mensajes ofensivos. El ambiente estaba caldeado y los manifestantes enfadados. "Estáis a mi servicio, según la ley. Sois agentes", le gritaba uno a la policía que trataba de reconducirlo a la zona acotada para la protesta. "Somos más periodistas que manifestantes, pero salimos a dos policías por cada periodista", comentaban en el burladero de las cámaras.

"Teníamos que estar aquí 2.000 con metralleta. Estamos los de siempre, los de Ferraz", lamentaba Antonio de 74 años. Quizás por eso, por si había metralletas, en los alrededores del acceso a la Justicia podía intuirse policía secreta, agentes con pinganillos y perros y muchos, muchos curiosos grabando cualquier encontronazo en alguna esquina. Por no mencionar los coches que de vez en cuando pasaban pitando o abriendo las ventanas al grito de: "Sinvergüenzas. Deberían estar ya en la cárcel ella y su marido".

Ajenos a este pintoresco panorama, los abogados de las acusaciones populares se habían dado cita en el 100 Montaditos de la plaza. Con un café antes de entrar comentaron la jugada. El juez los había obligado a todos —Iustitia Europa, Manos Limpias, Vox, Movimiento de Regeneración Europea y Hazte Oír— a unificarse en una sola dirección letrada cuya batuta entregó a Marta Castro, abogada de la formación de Santiago Abascal. Era ella la encargada de preguntar a la mujer del presidente por sus negocios en el límite de lo público y lo privado.

Miguel Bernad, en cambio, fue un verso libre. Como siempre, por otro lado. Él no se unió a ese desayuno mañanero y, en lugar de eso, el líder de Manos Limpias y autor de la denuncia que dio pie a la investigación, se dio un baño de "masas" en la puerta del Juzgado. Aprovechó el tiempo para hablar con periodistas y comentar lo contento que está porque tiene entre manos otros proyectos "muy importantes": la denuncia contra el hermano de Pedro Sánchez y la querella contra el fiscal general del Estado en el Tribunal Supremo.

Begoña Gómez, de negro y Vito Quiles, de azul

A las 10:18, Begoña Gómez subía desde el garaje hasta la planta seis del edificio. La decana de los juzgados de Plaza de Castilla, María Jesús del Barco (que es además presidenta de la Asociación Profesional de la Magistratura), así lo había acordado después de recibir un informe de la directora de Seguridad de La Moncloa pidiendo que por la "integridad física" de la mujer de Sánchez, lo mejor era evitar el "paseíllo".

También había decretado Del Barco por la misma razón que el acceso al edificio estuviera restringido a un grupo muy reducido de periodistas. Para cubrir las cuatro plazas que se habían concedido, los profesionales de tribunales acordaron que las cuatro agencias de comunicación —EFE, Europa Press, Servimedia y Colpisa— entraran y retransmitieran desde arriba cuándo llegaba y salía Gómez. Poco más podían ver porque la declaración, como cualquiera en instrucción, iba a ser a puerta cerrada.

Sin embargo esto no se cumplió y en los pasillos del Juzgado de Instrucción número 41 aparecieron también Vito Quiles, Josué Cárdenas y "un ejército de comunicación de Hazte Oír", según fuentes presentes, que engañaron a los profesionales que les preguntaron por qué estaban ahí diciendo que venían de "ayudantes de las acusaciones populares".

El líder de VOX en Bruselas, Jorge Buxadé y la abogada Marta Castro

Vox decidió desplegar la maquinaria pesada y minutos antes de las diez y anunció que no sólo había venido la abogada Marta Castro, sino que el eurodiputado y coordinador nacional del servicio jurídico, Jorge Buxadé, también estaba presente. Con todo este reparto en la puerta del juez Juan Carlos Peinado no faltaba expectación.

Allí estaban los abogados de Hazte Oír que fueron retransmitiendo en su cuenta de X lo que estaba ocurriendo, decenas de agentes de Seguridad de La Moncloa y trabajadores de la empresa de seguridad del edificio. Tampoco faltó, por cierto, el director de comunicación del PSOE, Ion Antolín.

La disputa previa se produjo por el lugar en el que debían colocarse los periodistas. Un hombre "trajeado y con pinganillo" pretendió que los cuatro profesionales acreditados se pusieran alejados de la puerta por la que iba a entrar la investigada. "Yo soy policía y digo que ustedes tienen que estar ahí", les dijo según los presentes. La decana tuvo que subir en persona para resolver el asunto y ubicar a los redactores junto a la puerta del Juzgado.

Vestida de traje y pantalón negro y acompañada de un equipo de cuatro personas de seguridad, Begoña Gómez no saludó ni habló con nadie, entró directa a la sala donde le esperaba el juez Peinado para leerle sus derechos. Ella argumentó que no sabía por qué se le estaba investigando porque no le habían dado traslado de una de las últimas querellas que ha pasado a formar parte de la investigación.

El juez, en un ejercicio no muy común, pidió a las acusaciones populares que salieran para explicarle a la esposa del presidente por qué la investigaba en ese mismo momento y, según relató su abogado Antonio Camacho, pretendió que leyeran la querella en ese instante y siguieran adelante con la declaración. "El juez ha intentado que nos leyéramos en el pasillo durante una o dos horas el contenido de la documentación y luego nos tomara declaración. Le he dicho que es obvio que cuando se notifica una querella no se puede tomar declaración en una hora", expuso en una entrevista posteriormente en La Sexta.

Aunque el foco mediático estaba en el interior, lo de fuera también debía ser interesante porque muchos funcionarios se pasaron la mañana asomados a la ventana observando los alrededores del monumento a José Calvo Sotelo. Bien es cierto que no podían moverse por el edificio con normalidad porque se habían cerrado algunos ascensores y baños en unas medidas de protección del todo excepcionales.

La cuestión judicial en sí fue sencilla. A los pocos minutos había terminado y las acusaciones populares estaban en la calle con 30 grados a la sombra y muchos más de 30 micros alrededor contando lo mal que les parecía que se hubiera pospuesto la declaración. "Nunca en mis años de ejercicio he visto semejante despliegue. La planta está completamente tomada", recalcó el letrado Luis Pardo. "Es una vergüenza. Es un abuso del Derecho. Hacer el gasto que se ha hecho en policías, en medios", insistió Buxadé.

El letrado de Gómez también se acercó a la prensa. Contó que ella tenía ánimo y estaba "tranquila como cualquier persona que es inocente" y habló de irregularidades en el procedimiento asegurando que su intención era y sigue siendo colaborar con la Justicia.

Ella tardó unos 20 minutos en volver a salir. Lo hizo dando "zancadas" y acompañada de un séquito de personas con las que subió hasta la séptima planta donde se le perdió la pista. Fue en ese momento cuando Vito Quiles hizo un vídeo de su paso por el Juzgado en el que ni siquiera se le distingue el rostro. Tardó poco en publicarlo, pero mucho menos en contarlo. Desde que atravesó la puerta de la calle ya iba presumiendo de que había hecho vídeos y fotos de la esposa de Sánchez.

El juez Peinado salió del Juzgado al finalizar dándole con un boli Bic al botón del ascensor. Con él se metió la decana María Jesús del Barco, quien más tarde aseguró a algunos periodistas que había "apuntado" los fallos ocurridos ese día en el edificio para la próxima comparecencia. Será el próximo 19 de julio. "Volveremos al circo", se despidió uno de los abogados.

Una mujer sostiene carteles a las afueras del Juzgado | Irene Dorta