"Yo realmente entré aquí bastante jodida, para decirlo bien claro, y me ha hecho crecer mucho. Independientemente de los errores que uno comete, me ha hecho crecer mucho". Así define una residente del Centro Penitenciario Alcalá Meco, la única cárcel completamente de mujeres de Madrid, el programa Ser Mujer. Durante seis meses mujeres con heridas internas, en muchas ocasiones por la violencia de género y otros tipos de violencias, trabajan distintos aspectos de la feminidad y del feminismo de la mano de profesionales, en un curso que les ayuda a reponerse de ciertos traumas en prisión, aunque, según dicen ellas mismas, debería hacerlo toda la población.
"Comenzamos en septiembre con la selección. Nosotras ponemos la cartelería, aunque ahora hace menos falta porque ya hemos hecho varios programas y entre ellas van hablando, entonces recibimos instancias sin haber puesto previamente los carteles", explica Marta, la psicóloga del centro a El Independiente. Unas 18 chicas participan en el horario de mañana y otras 18 en el de tarde. Son dos horas aproximadamente, un día a la semana. Como lo solicitan más de las plazas que hay, las profesionales deben hacer una selección previa.
"Intentamos seleccionar a aquellas que vemos que tienen mayor vulnerabilidad porque creemos que son a las que previamente tenemos que ayudar de cara a cuando salgan de permiso o en libertad. Les hacemos una entrevista, les pasamos una serie de cuestionarios, luego nos reunimos todo el equipo y valoramos qué candidatas y en eso también hay bastante discusión porque no nos gusta dejar a nadie fuera", explica la psicóloga.
En España sólo el 7% de la población penitenciaria son mujeres, según datos de Instituciones Penitenciarias. El programa Ser Mujer se inició con Mercedes Gallizo la secretaria general de Instituciones Penitenciarias entre 2004 y 2011. "Ellas obviamente no están exentas de responsabilidad, pero es verdad que esto tiene que ver con la socialización. Si al final yo como mujer tengo que llevar toda la carga de mi familia, soy madre monoparental y mi pareja no me ayuda, me veo en una situación de vulnerabilidad económica y puedo estar abocada a la comisión de un delito. Entonces al final es verdad que tenemos mujeres que no son delincuentes, que son supervivientes", cuenta María, la enfermera. Según expuso la dirección del centro penitenciario, la mayoría de internas lo están por delitos como el tráfico de drogas.
Para algunas las entrevistas fueron complicadas porque remueven temas que a ellas les duelen. Hay pleno consenso en que ha valido la pena. "He notado que no solo yo, sino muchas de las chicas que estamos acá nos sentimos culpables. Culpables, ya sea de lo que hicimos, del fracaso de nuestras relaciones… Yo pensaba que yo era el problema y siempre he sentido esa culpa", cuenta Samira (todos los nombres de las internas son ficticios para proteger su intimidad en la reinserción).
El programa incluye clases de anatomía. "Aquí nos trajeron una parte del cuerpo que a mí no me enseñaron en el colegio: el clítoris. Para mí eso fue nuevo. Yo dije ‘ay por Dios, yo tengo eso’", bromea Samira entre las risas cómplices de todas las compañeras. La enfermera María, experta en sexualidad, les enseña que el placer es muy amplio. "Hago tres sesiones que les gustan un montón porque son temas tabú, que no se suelen hablar. Entonces como que se liberan, comparten muchas vivencias. Tratamos la sexualidad para vivirla de una manera sana y positiva", cuenta. Con ella hablan también de anticonceptivos, de enfermedades de transmisión sexual…
Definir Ser Mujer es complejo en cuanto a términos. Es un programa que les enseña que además de ser madres, son mujeres. Que además de ser esposas, son mujeres. Es una terapia reparadora para todas las que llevan toda la vida sin mirar en su interior. Está dividido en bloques y, además del de la sexualidad, se inician un primero sobre cómo es la socialización de la mujer.
"Hemos trabajado que las mujeres somos cuidadoras, pero los hombres son tan capaces de hacerlo como una mujer. ¿Por qué tenemos siempre nosotras que tener esa carga enigmática de cuidadoras y de dar placer a todo el mundo antes que a nosotras mismas?", se pregunta Carla. "A eso nos quieren llevar ellas a la igualdad. A que tenemos los mismos derechos y tenemos que tener las mismas oportunidades que un chico", añade Samira.
Con esos cimientos, empiezan a entender muchas cosas que han ocurrido en sus vidas. Otro bloque es la autoestima. "Creo que la autoestima nos hace reflejar lo que nosotras por la misma socialización de las personas, de nuestra familia, hermanos, amigos, ya derivan a que por ser mujer hacer limpieza, lavar, cocinar, atender a los hijos, estar suprimidas a la fuerza del hombre. Que él es el que tiene el poder, el que manda, el que decide lo que podemos hacer o lo que no", cuenta Celia. "Entonces pasando a la autoestima, nos reconocemos, que tenemos un valor mucho más grande que no solamente decir sí a lo que el hombre quiere o a lo que las personas de nuestro alrededor quieren", refleja. "Nos hemos abierto todas a reconocernos en que somos unas mujeres perfectas en todo el sentido de la palabra", dice.
– ¿Consideran que les ha subido la autoestima?
– "¡Síiiii!", gritan todas al unísono
"Yo llegué con una autoestima muy baja porque he sufrido violencia de género. No me sentía nunca capaz de crear mis objetivos, no confiaba en mí, no me creía nada bueno. El Ser Mujer me ha confiado mucho a tener una autoestima sana", confiesa Sonia.
Los mitos del amor romántico
Uno de los bloques que las ha atravesado a todas de arriba abajo es el que llaman “los mitos del amor romántico”. "A nosotras desde pequeñas nos han enseñado que necesitamos un hombre o una pareja para ser felices", dice Gabriela. "¿Os acordáis del huevo?", pregunta la psicóloga. "Les explicamos qué tipo de relaciones podemos tener. Y lo hacemos con una teoría en la que enlazamos diferentes círculos y el más sano decíamos que era el que tenía una parte unida, pero una parte independiente. Si acabamos en una relación en la que la pareja estaba fuera y nosotras estábamos dentro [en forma de huevo frito] esa relación podría derivar en una situación de riesgo", cuenta.
Para que todo sea más visual y claro, hay clases de representación en la que cada una interpreta un rol en situaciones cotidianas que al ver expuestas en vivo y en directo logran identificar todo lo malo que era imperceptible. "A lo mejor nosotras no identificamos claramente y puestas aquí nos damos cuenta de lo que hemos vivido. Micromachismos, situaciones muy cotidianas en las que nos vemos reflejadas y decimos ‘uy, esto no está bien’. Lo he consentido y lo he permitido, lo normalizamos y no es normal", explica Esther.
Las profesionales les ponen ejercicios, les mandan tarea y les dan herramientas para que cuando vuelvan a reinsertarse en la sociedad tengan las armas suficientes para identificar estas situaciones. Una de las últimas sesiones de la trabajadora social y los juristas la han dedicado a conocer cómo enfrentarse en el mundo real si tienen que poner una denuncia. "Nos estuvieron explicando los Derechos que tú tienes, por ejemplo, cuando has sido maltratada, dónde puedes ir, si tienes que ir a la comisaría, los recursos que te dan, que puedes pedir un abogado… cosas que personalmente yo no sabía", dice Pilar. "Nos han enseñado también a quitarnos la vergüenza. La mayor parte lo ocultamos porque nos da vergüenza y porque no sabemos a dónde dirigirnos. Son muy pocas las que denuncian", apunta Carla.
La trabajadora social, Carmen, cuenta qué recursos pone la Administración en sus manos para protegerlas y, además, trabaja en uno de los módulos con las familias de las internas y cuenta que Instituciones Penitenciarias ha iniciado un programa muy interesante que se llama Alianzas que busca preparar el terreno también de los que están fuera esperando para cuando ellas salgan. "Es un complemento a los programas que trabajan aspectos muy específicos relacionados con la tipología delictiva. Estamos trabajando en este caso con los internos y las internas en determinados programas, pero estamos dejando al margen un una parte muy importante que es la familia y la comunidad, con la que también debemos trabajar", explica ella.
Han aprendido a diferenciar los tipos de violencia. "Los red flash [red flags o bandera roja en español] como se dice ahora", confiesa Carolina provocando la carcajada de todas. "Diferenciarlo y salir corriendo y no volver a pasar por esa situación más. Porque ninguna mujer tendría que pasar", dice. "A mí lo que más me ha marcado es el daño que le hacemos a nuestros hijos al mostrarle la agresión. Que ellos vean la agresión que nos causan nuestras parejas porque, por lo menos en mi caso, que son varones, no me gustaría ver a mis hijos agrediendo a otras mujeres", agrega Sara.
"He aprendido que he de decir no. Y no dejar que suceda más lo que yo permití en algún momento, ser maltratada. Y dejar que mi hijo viera todo lo que había pasado para él ser agredido porque él agredió a la persona que me maltrataba. Gracias a esto he podido hablar con mi hijo y explicarle lo que he aprendido aquí para que cuando yo llegue a mi país no vuelva a suceder eso", cuenta Inés provocando un silencio pulcro ante sus palabras. "Que somos naranja entera, somos naranja completa. Somos tal cual somos", apostilla Jessica visiblemente emocionada. Todas aplauden.
Un curso para todos
Muchas cuentan que el programa les ha hecho visibilizar sus prejuicios. "Para mí la feminista eran las feminazis. Muchas llegamos con una idea muy distinta y creo que todas salimos siendo muy feministas", confiesa Marga.
Otras explican que ahora cambiarían la forma en la que han educado a sus hijos en algunos aspectos. "Rosa, entonces te identificado como mujer, azul es para el chico. Por qué el niño no puede tocar los platos ni meterse en la cocina. Yo por lo menos me crié con esa situación porque mi hermano no podía entrar en la cocina porque eso era para las chicas. Yo tenía que atender a mi hermano como si fuera empleada de él", expone Samira.
Todas están eternamente agradecidas con las formadoras y lo demuestran con las miradas de complicidad y también con las palabras. "Somos internas, pero ellas sencillamente son mujeres igual que nosotras y no solamente son psicólogas y quieren ver cómo estamos, sino que nos escucharon sin juzgarnos, nos permitieron decir lo que sentíamos sin señalar, sin achacarnos que algo hicimos mal o algo merecíamos, sino que nos dejaron ser libres", relata emocionada Natalia.
"Debería ser un programa mucho más extendido", confiesa Malva. "Sería bueno incluso darlo en las aulas como prevención. Evitaríamos muchos machismos, distinciones que hay casi impretermitibles, que las tenemos tan normalizadas que nos damos cuenta que nos están haciendo tanto daño sobre todo a las mujeres. Sería bonito que empezaran desde los colegios a impartir", dice Carla. "Nos han dado la confianza de contar, de desnudar el alma", dice Claudia.
"Tiene que haber una repesca", apostilla Pilar. Ahora hablan desconsoladas de las que van a empezar el nuevo curso. Dicen que por mucho que explican a sus compañeras en el patio y en el comedor lo que están viviendo allí, hasta que no están dentro, no lo saben. Aunque alguna confiesa tener miedo de salir al exterior y olvidarse de parte del aprendizaje ("no sé qué puede pasar, la verdad. Creo que necesito más apoyo psicólogico", confiesa Marina), la mayoría siente que Ser Mujer la ha empoderado y ha logrado una conexión entre ellas invisible e indestructible.
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