En plena crisis de desprestigio por los recientes casos de fraude en las contrataciones y malas prácticas en investigación científica, el Instituto Karolinska de Suecia, que alberga al organismo que otorga el premio Nobel de Medicina, ha elegido al ganador de este año.
El premio Nobel de Medicina y Fisiología de 2016 ha sido concedido al japonés Yoshinori Ohsumi por descubrir el mecanismo de la autofagia de las células. El galardón ha sido inesperado para él: “Me he quedado sorprendido. Estaba en el laboratorio”, ha declarado el bioquímico de 71 años.
Este investigador del Instituto de Tokio de Tecnología esclareció en la década de 1990 un fenómeno que se había observado unos 30 años antes. En aquel entonces un grupo de biólogos observó que las células eucarióticas se devoraban a sí mismas. Atrapaban algunos de los orgánulos que flotaban en su citoplasma con una membrana (una especie de bolsa de basura celular) y los transportaban a los lisosomas, otro orgánulo cuya función es degradar todo aquél material, según explica en un comunicado el Instituto Karolinska. El mecanismo que producía este fenómeno era un enigma.
Este mecanismo sirve para adaptarse a situaciones como el hambre severa o para responder a una infección
Ohsumi descubrió detalles sobre el fenómeno. Averiguó que las células usan el material de la bolsa de basura para crear nuevas estructuras. Es decir, los lisosomas no eran un vertedero sino una planta de reciclaje. “Cada día el cuerpo humano ha de reemplazar alrededor de 250 gramos de proteínas. Comemos unos 70 gramos al día. No es suficiente. Con este sofisticado mecanismo el cuerpo aprovecha el material del que dispone para que sobrevivir”, explica la fisióloga Juleen Zierath, miembro del comité Nobel. La autofagia es una función básica y fundamental que nos permite vivir sanos, incide.
El nipón descubrió que las células multiplican el uso de la autofagia para adaptarse a situaciones como el hambre severa o para responder con urgencia a una infección. Logró identificar 15 genes esenciales para la autofagia y deducir que sus mutaciones conducen a enfermedades neurológicas y cáncer. Todo esto le ha hecho merecedor del premio.
Estimulado por los obstáculos
El científico comenzó a estudiar el proceso en levadura de cocina, organismo que se suele usar como modelo sustitutivo en el laboratorio para investigar algunos procesos que suceden en células humanas. Sin embargo, no tenía claro si la levadura realizaba la autofagia.
Al intentar comprobarlo se topó con un problema, las levaduras son demasiado pequeñas y no podía ver al microscopio óptico el proceso de acumulación de residuos en la bolsa de basura. El ingenio del científico se estimuló con este obstáculo. Creó levaduras mutadas que carecían de los compuestos químicos que degradan la basura. Así consiguió hacer la bolsa visible llenándola hasta el límite y pudo trabajar en demostrar que se producía el proceso de autofagia.
El bioquímico tenía ya en sus manos un modelo con el que poder experimentar. Gracias a ello inició una nueva era en la investigación de este fenómeno, uno de los campos de estudio que más interés despiertan hoy en día en la comunidad biomédica.
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