Por si le le faltaba algo a este 2016, el año que acaba dura un segundo más. "A las 23:59:59 le seguirán las 23:59:60", explica gráficamente el astrónomo y capitán de navío Francisco Javier Galindo. Él es el custodio del tiempo en el Real Observatorio de la Armada (ROA), lugar que fabrica la hora oficial española por ley. "Nosotros creamos ese segundo intercalar".
El conocido como segundo intercalar se introduce desde 1972 (con el nacimiento del Tiempo Universal Coordinado- UTC) por decisión de la Unión Internacional de Telecomunicaciones. Se hace "para compensar que la Tierra no gira siempre a la misma velocidad" sobre su eje. Por así decirlo, se ralentiza. Los días con sus noches se alargan.
Hace 400 millones de años, el día duraba 22h. La Tierra se ralentiza
Hace 400 millones de años, el día duraba unas 22 horas. "Se sabía que la Tierra iba frenándose, pero no con precisión", apunta Galindo. "La tierra tiene plasticidad y está sometida a fuerzas como la de la Luna o el propio Sol. Es como una bailarina que está girando sobre sí. Si quiere ganar velocidad recoge sus brazos; para frenar, los extiende. En la Tierra, la propia tectónica de placas, las variaciones atmosféricas, las mareas, etc. hacen que se deforme la Tierra. Son un conjunto de factores frenan el giro pero no es preocupante: apenas se ralentiza entre 1,4 y 1,7 milisegundos al día". De ahí el segundo intercalar. Por cierto, la Tierra nunca se va a parar, al menos por esta causa.
Hay una entidad que se llama Servicio Internacional de Rotación de la Tierra (IERS) que se encarga de estos dictámenes. Desde 2008 no se añadía en nochevieja un segundo extra, aunque en 2015 se hizo en el mes de junio. Se lleva tiempo debatiendo cómo acabar con esta práctica. Por ahora, el tema ha quedado en un cajón. Seguiremos metiendo segundos intercalares hasta al menos 2023.
Introducir un segundo intercalar de más no deja de ser una solución como otra cualquiera que se ha aplicado 25 veces antes. Los sistemas GPS y Galileo, no obstante, no consideran de manera directa el segundo extra. Hay organismos que defienden hacerlo de golpe, más adelante. Porque no deja de tener sus inconvenientes, especialmente en sistemas informáticos.
"Cualquier error, por pequeño que sea, puede traer cola. En 2015 hubo un impacto en el sector financiero", recuerda Galindo. "Ahora coincide con el día 1 de enero y previsiblemente no será tan notable, pero recordemos que hay una parte del mundo en que les pilla en medio del día y de posible actividad".
En 2012, la aerolínea Qantas acumuló hasta 400 retrasos en vuelos tras un fallo en sus equipos, basados en UNIX no adaptados y su vieja concepción del tiempo. Linkedin, Mozilla o Foursquare también tuvieron algún problema de este tipo. Google decidió ir por libre y compensa en sus servidores ese desfase alargando un poquito cada segundo. El tiempo en Google pasa... despacito.
El proceso de fabricación del segundo extra es relativamente sencillo: "Llevamos preparándolo desde principios de mes. A priori, no tiene que dar ningún problema". En el ROA hay dos máseres de hidrógeno" (amplificadores de microondas) y cinco patrones de cesio. Su señal se traduce en un algoritmo matemático que genera de manera precisa horas, minutos, segundos, microsegundos… que pasan a sistemas informáticos. Éstos se convierten en pulsos que se van propagando a los relojes que se conectan y coordinan con el estándar UTC/ROA.
En nochevieja, el algoritmo está preparado para interpretar que tras el segundo 59 de las 23:59 irá el segundo 60 de las 23:59. Simples matemáticas. Las mismas que tienen luego que corregir los desfases "relativistas". Desde que Einstein postulase sus teorías, sabemos que "el tiempo discurre más lentamente en unos sitios que en otros. Hay que ajustar entre Cádiz y Madrid", en concreto en Tres Cantos, donde otro reloj de cesio se coordina con los de San Fernando –en Tres Cantos el tiempo pasa más rápido observado desde el nivel del mar. Cuestión de relatividad.
Cuando la hora era diferente en cada ciudad
El capitán Galindo hace un poco de historia: "Sistemáticamente hemos organizado nuestras vidas en torno al Sol. Pero el desarrollo del transporte y luego las finanzas obligaron a una coordinación de las referencias de tiempo. A mediados del siglo XIX la hora se llevaba a nivel local, cada ciudad tenía su hora y no era importante la que tuvieran en otras".
Primero llegaron los relojes de cuarzo. Luego, los atómicos, "que bajo determinadas condiciones, generan unas señales de una determinada frecuencia" (salto en niveles energéticos) de manera muy constante, precisa y exacta.
Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que nuestra hora "basada en los astros era muy inestable pero también que lo humanos necesitábamos es que la duración del día fuera ligada a lo que hace el Sol". La cuestión es casar las dos cosas.
Hay un problema añadido. El Sol, la Tierra y todos los astros se mueven por el cosmos siguiendo las lógicas de Kepler y Einstein. Sus distancias relativas van cambiando. "No siempre veremos al Sol igual, el día solar aparente podría separarse del día solar medio (que es una convención) hasta 16 minutos. Aunque no lo apreciemos, existe mucha diferencia entre el Sol, en su máxima altura y los relojes atómicos". Por tanto "un segundo cada cierto tiempo es muy poco" comparado con la distorsión que se produce ahí.
Con tantos estándares de tiempo, lo más razonable sería 'acelerar' la Tierra. Lástima que no podemos
En síntesis, como apuntan desde el ROA, la inclusión del segundo intercalar, es como "si sincronizamos nuestro reloj utilizado como referencia con el reloj solar, para que ambos se hagan coincidir, es decir, atrasamos en un segundo el reloj bueno (el basado en los relojes atómicos) para acomodarlo al malo (el solar), ya que es inviable hacer lo más razonable: modificar la velocidad de rotación". A esta popular tira cómica científica acelerar la Tierra también le pareció lo más razonable.
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