Los meteoritos son, quizás, el mejor termómetro de las prioridades de los programas espaciales. Cada año, algún asteroide pasa cerca de la Tierra... de largo. El problema es que se estima que apenas conocemos el 1% de los cercanos. Y deberíamos tener un plan para protegernos de alguno que pudiera dirigirse a nuestro planeta y terminar estrellado. Los meteoritos (fragmentos de asteroides caídos) nos podrían llevar al destino de los dinosaurios. Anoche, pasó uno cerca.
En aras de esos planes, un grupo de expertos del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) acaba de publicar un estudio sobre los materiales que podrían componer los asteroides potencialmente peligrosos (superiores a 1 km de diámetro). El fin no es otro que tener éxito a la hora de desviarlo de su trayectoria hacia nuestro planeta. O lo que es lo mismo, predecir cómo reaccionaría si los humanos enviamos un proyectil que impactase sobre su superficie.
Como acercarnos a los asteroides es complejo y caro (aunque la NASA está en ello), han tomado muestras de los meteoritos caídos en 2013 sobre Rusia. Entonces, un asteroide no 'previsto' de 17 metros explotó en la atmósfera, dejando una lluvia de más de un millar de pedazos incandescentes en la zona de Cheliábinsk.
El trabajo está liderado por los investigadores del Institut de Ciències de l'Espai de Barcelona Josep Maria Trigo y Carles Moyano, que han publicado el resultado en la revista Astrophysical Journal.
"El estudio de la composición química y mineralógica del meteorito Cheliábinsk nos permite conocer detalles fundamentales de los procesos de compactación por colisiones que han sufrido los asteroides cercanos a la Tierra", apunta Trigo.
"Los resultados de este trabajo son muy relevantes para una posible misión en que se desee desviar de manera eficiente un asteroide próximo a la Tierra". En los asteroides de un tamaño relativamente pequeño, los modelos apuntan a que la estrategia del impacto es buena. Además de la anticipación, el éxito del desvío depende de cuánto conozcamos el terreno sobre el que se lanza el proyectil. Cuanto más rígido, más probabilidades de éxito.
A diferencia de lo que retrata la película Armageddon, detonar una bomba nuclear en el corazón de un asteroide no es la mejor idea para los más grandes. Lejos de pulverizarlos, los fragmentaría en pedazos descontrolados.
Sin plan europeo anti-asteroides
Los planes que, sobre el papel, tradicionalmente han trazado NASA y ESA van encaminados a desviar la trayectoria de los objetos celestes amenazantes. "Lo que ayuda a que un asteroide se desvíe es que, tras el impacto (de aquello que estrellemos), la superficie se rompe y libera material en la dirección opuesta a la del choque. Ese material mueve el cuerpo principal hacia el otro lado", explica Moyano.
El nuevo estudio ha descubierto de manera sistemática las propiedades de los materiales de un asteroide; en particular, la dureza, la elasticidad y la resistencia a la fractura, fundamentales para que el impacto de "un proyectil cinético lograse desviar la órbita de este objeto".
El pasado diciembre, el programa de la Agencia Espacial Europea (ESA) para la desviación de objetos potencialmente peligrosos se quedaba en el aire por falta de acuerdo político y fondos. Se trataba de participar en una misión conjunta con la NASA que lanzaría un proyectil sobre el satélite del asteroide Didymos. Varios de sus impulsores han participado en este estudio del CSIC.
"Posiblemente gracias a la realización de estos experimentos, pioneros en meteoritos, estemos más cerca de afrontar con éxito el encuentro futuro con asteroides", destaca el Moyano.
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