Facebook no es omnisciente, pero sí es el mejor alumno de la clase. Las tropas formadas por ingenieros y desarrolladores que trabajan a las órdenes de Mark Zuckerberg en las idílicas oficinas de Menlo Park, en California, lo saben todo de nosotros. Sus algoritmos están entrenados para absorber cada gota de información que nosotros le entregamos voluntariamente. Y lo hacen muy bien.
La red social depende de la capacidad de captar esos datos para seguir aumentando sus ingresos. Viven de ellos, son los que sirven para luego extraer los ingresos necesarios de los anunciantes, que son los que mantienen en marcha la engrasada maquinaria de la compañía. Hagámonos ya a la idea: la privacidad no existe.
Cada vez que abres tu cuenta en Facebook, los números comienza a fluir y el algoritmo empieza a aprender cosas nuevas sobre ti. Tus gustos, tus aficiones, si tienes coche... cada gota de datos es exprimida para que los anuncios sean "relevantes y útiles", la obsesión de Zuckerberg, sobre todo en los dispositivos móviles.
El 84% de los ingresos de la compañía estadounidense provienen de los anuncios en dispositivos móviles. Hace cuatro años apenas suponían el 23%, mientras que hace dos apenas tenían un peso del 69%. Por ponerlo en números, los anuncios en móviles llevaron 7.248 millones de dólares, unos 6.850 millones de euros, a las arcas de Facebook en el último trimestre del año pasado.
Cuatro opciones
Facebook tiene cuatro vías para conocer información sobre sus usuarios: la actividad de la cuenta, los clicks en enlaces, los me gusta y el dispositivo y la localización desde la que se accede. A través de estos cuatro caminos hace una auténtica radiografía de la persona que está detrás del ordenador o que sostiene el smartphone.
Introducir usuario y contraseña y entrar en el perfil ya le dice a Facebook en que otras páginas hemos estado durante nuestra navegación, e incluso sabe cuando le damos a compartir o a me gusta en cualquiera de las publicaciones que aparecen en el feed de la cuenta.
Las condiciones de gestión de datos personales de los usuarios, que la mayoría confirmamos sin leernos ni media línea, también permiten a Facebook saber qué contactos acaban de iniciar una relación, cuáles se acaban de casar o si alguno de nuestros amigos va a cumplir años en los próximos 30 días. Todo eso, con nuestra invitación. La intromisión concedida llega a tal punto que Facebook puede saber nuestras inclinaciones políticas.
Todo esto es pieza clave para la segmentación de la que se alimentan las arcas de Facebook. Los muchachos de Menlo Park ya están incluyendo anuncios en mitad de los vídeos que suben los usuarios, y no sólo al principio de los mismos para continuar aumentando las vías de entrada de dinero.
Vida personal
Incluso en algo tan íntimo como nuestra vida personal está la famosa f tintada de azul. Por supuesto, porque nosotros lo permitimos. Al logearnos abrimos la puerta a que un ingeniero en California pueda tener acceso a si nos acabamos de casar, si vamos a comprar un coche, en qué año adquirimos el que tenemos o si tenemos en marcha un pequeño negocio.
También sabe a la perfección si estamos en una búsqueda activa de empleo, el nivel de ingresos que tenemos, si tenemos una casa grande o pequeña o el tren de vida al que estamos acostumbrados. Los clicks dentro de la red social le permiten diagnosticar, casi sin margen de error, cuál va a ser nuestra siguiente compra o la siguiente película que veremos en el cine.
En Menlo Park también saben a la perfección qué sistema operativo utiliza el dispositivo desde el que estamos accediendo, qué buscador usamos para realizar nuestras navegaciones por internet o cuéles son las entidades bancarias con las que trabaja de forma habitual el usuario. Incluso si nos gustan o no las videoconsolas.
Concedemos todo a Facebook, a cambio de un servicio gratuito. Por despreocupación, o con convencimiento, nos sentamos en el diván que nos señala Zuckerberg y, poco a poco, vamos contando toda nuestra vida hasta el más nimio detalle para que una de las mayores empresas del mundo se lucre con ellos. Allá nosotros.
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