Nos cambió la vida. El plástico revolucionó el consumo en la Segunda Guerra Mundial. Hoy está en casi todos los artículos que compramos. Coches, construcciones, envases, ropa y accesorios contienen plástico. Cada año fabricamos más de 300 millones de toneladas. A finales de siglo habremos generado 30.000 millones, que tardan siglos en degradarse. Nos estamos enterrando en plástico.
La mayoría acaba desperdigado por el planeta incólume durante cientos de años. Una botella de plástico tarda 450 años en desaparecer, unas anillas de plástico para refrescos 4 siglos, un vaso de poliestireno 50 años y una bolsa de plástico 15 años. Europa consume 49 millones de toneladas al año, 8 millones acaban en los vertederos, el peso equivalente a 800 torres Eiffel. Otro tanto se acumula en los océanos.
En España, más de la mitad de los residuos acaba en vertedero. "Es la opción más barata. Mandar una tonelada de residuos cuesta incluso menos que un menú del día. Es tan barato que ni siquiera cubre los gastos de recogida y gestión", reconoce Ignacio Marco, director en España de PlasticsEurope, que representa al 90% de las empresas fabricantes de plástico afincadas en Europa. "Nos queda mucho por recorrer. En Alemania, Suiza o Dinamarca la práctica totalidad de los residuos plásticos se aprovechan", señala.
En esa basura hay mucho plástico que podría tener una segunda vida. “Los residuos plásticos son recursos”, asegura. En España sólo se reciclan unas de 600.000 toneladas de plástico, según Cicloplast. El país está lejos de alcanzar el objetivo de reciclaje de la UE del 50 % de los residuos municipales para 2020. La montaña de basura plástica se cierne, gigante.
La inmensa mayoría de esta materia prima del siglo XXI está mezclada con otros materiales que complican su recuperación. Para que el residuo plástico sea útil debe tener una composición uniforme. “Los plásticos de los vehículos fuera de uso, las bolsas de recogida de escombros, las carcasas de los aparatos electrónicos o las piezas de aislamiento de algunas construcciones son algunos de los residuos ideales para reciclar”, apunta Alfredo Balmaceda, fundador de la consultora española ZICLA.
Algunas empresas se han subido al carro de la sostenibilidad. O más bien han visto el negocio donde otros ven basura. Materia prima sobra: usamos 20 veces más plástico que hace 50 años. El 6% del consumo de petróleo a nivel mundial se destina a la fabricación de plásticos. China lidera la producción con un 27,8%, le sigue Europa y Norteamérica (cada uno genera el 18,5%), el resto de Asia (16,5%), África y Oriente Medio (suman un 7,3%), Latinoamérica (4,4%) y Japón (4,3%).
No todo es conseguir residuos de calidad. Para que estos negocios sean rentables hay que disponer de la tecnología adecuada para transformarlo. El proceso prospera si puede utilizarse la misma maquinaria de la producción con plástico nuevo modificada para aceptar el material ya usado. Ir más allá y hacer I+D requiere demasiada inversión, asegura. Con los límites técnicos actuales solo es coherente desde el punto de vista económico y medioambiental reciclar cerca de un 40% del plástico.
“El reto es hacer de los residuos de plástico sin aplicación actual productos de calidad a buen precio”, comenta. Su equipo ha creado separadores de carriles para las ciudades a partir del PVC de mangueras, banderolas, recubrimientos de cables y lonas. Lo están usando en vías de País Vasco, Cataluña o Valencia.
Otra salida es la moda. La marca Ecoalf fabrica ropa a partir de redes de pesca de nylon y botellas de PET. Las botellas de plástico se recogen, se limpian y trituran para obtener copos de plástico que, a través de un proceso mecánico se convierten en fibra hilada de poliéster. Con ese hilo reciclado hacen tejidos, correas, etiquetas y cordones. El resultado es excelente.
Los envases domésticos suponen el 8% de la basura de España y representan el 40% del mercado europeo de plástico. Son uno de los residuos más difíciles de recuperar. Su éxito depende del compromiso de los consumidores de separar la basura y colocarla en el contenedor adecuado. En España se deposita en los contenedores el 74,8% de los envases de plásticos, latas y briks y los envases de papel y cartón, según Ecoembes, que gestiona los residuos generados por 12.000 empresas. Según la ONG ecologista Greenpeace, de los 50 millones de envases que se ponen a diario en el mercado en España, 30 millones (el 60%) se pierden y pasan a contaminar el entorno.
Los fabricantes de envases de plástico contribuyen a la recogida de residuos por imperativo legal. Hace tiempo Europa puso las reglas del juego: “Quien contamina paga”. Ecoembes, en el caso de los envases, y Ecovidrio, para vidrio, nacieron con el fin de recuperar los residuos con el dinero que pagan los fabricantes y para concienciar sobre la necesidad del reciclaje y el cambio hacia un modelo de economía circular, que dicta “reutiliza lo que puedas, recicla lo que no pueda ser reutilizado, repara lo que está roto, restaura lo que no puede ser reparado”.
El 50% de los productos que se comercializan en Europa están envasados en plástico. Su utilidad es innegable. Triplica la duración de los alimentos y han reducido al 3% las pérdidas de comida desde el momento en el que se produce hasta que llega al consumidor. Tanto es así, que la humanidad empaqueta hasta lo más innecesario. Hemos llegado a quitar la piel a una fruta para meterla en un plástico.
La exhaustiva separación de los residuos es la clave del éxito para no ahogarnos en desechos
Para corregir este sinsentido, Europa está promoviendo la reducción del uso de artículos desechables, como las bolsas de plástico de un solo uso. En España, que cumple el mínimo exigido, estará prohibido entregarlas gratis en los supermercados a partir de 2018. Por su parte, Francia se convertía el año pasado en el primer país en prohibir las vajillas de usar y tirar. La medida, que evitará que cada segundo se tiren 150 vasos, entrará en vigor en 2020.
Mientras llegan reglas más contundentes, enmarcadas en el paquete sobre economía circular, Greenpeace apela a la responsabilidad ciudadana. Aconseja utilizar bolsas de tela para hacer la compra, comprar a granel, no usar pajitas y cubiertos o vasos de un solo uso, utilizar tarros de cristal, no consumir cosméticos con microesferas y en el caso de utilizar envases de plástico, depositarlos en el contenedor amarillo.
Entretanto, la ciencia busca nuevas opciones, como los plásticos biodegradables, que al terminar su vida útil se transforman en CO2 y agua en plantas de compostaje. A su vez la industria ha aligerado el diseño de los envases. “Una botella de agua de un litro se fabricaba con 40 gramos de plástico hace 20 años, y hoy sólo son necesarios 30 gramos de plástico. Un vaso de yogur pesaba 7 gramos en el año 1980 y en 2010 tan solo 3,5 gramos”, explica Marco. Hoy en día Fontvella o Lanjarón hacen sus botellas a partir de plástico reciclado. Mercadona usa botellas cuadradas, que se almacenan en menos espacio y minimizan los camiones para su transporte. El ecodiseño se ha puesto de moda.
El plástico no se puede reciclar indefinidamente. Se estropea y las propiedades que lo hacen útil desaparecen. Cuando el reciclado ya no es sostenible se puede usar como fuente de energía. “Los plásticos tienen un poder calorífico similar al del gas natural, es insensato no aprovechar esta característica”, asevera este químico. Puede utilizarse como combustible para la industria europea o para generar electricidad y calefacción suficiente para 30 millones de personas. De esta forma se podría reducir el 23% de la importación de gas de Rusia o reemplazar 300 centrales eléctricas de carbón.
"Hay que fomentar la cultura del separado”, asegura el especialista. La exhaustiva separación de los residuos es la clave del éxito para no ahogarnos en desechos. Papel, plástico, vidrio, bombillas, pilas, medicamentos, neumáticos, aceites o ropa. Cada vez es mayor el tipo de materiales que se recogen separados para su adecuada gestión. En Japón hay un pequeño pueblo que lo ha conseguido. En Kamikatsu reutilizan el 80% de los residuos. Y sí, lo pensaron: "Al principio nos parecía un dolor de cabeza. Ahora ni lo pienso. Separar la basura correctamente se ha convertido en algo natural para mí”.
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