Menos de 30. Es el exiguo número de vaquitas marinas vivas, según el último recuento a finales de año. Este cetáceo, el más pequeño del mundo, solo habita las aguas someras de Baja California, en México. Allí quedan atrapadas en las redes de pesca ilegal de totoaba, cuya vejiga natatoria se vende en el mercado negro chino a precios exorbitados. Tanto es así que es conocida como la cocaína de los mares. A pesar de los esfuerzos por frenar el declive, la vaquita tiene los días contados.
“La situación está completamente fuera de control”, asegura Lorenzo Rojas-Bracho, miembro del Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita (CIRVA), el grupo que asesora al gobierno mexicano. En abril de 2015, el país prohibió durante dos años el uso de las redes agalleras, cimbras y palangres en el área de distribución de la especie y compensó economicamente a los pescadores afectados. Por entonces se contabilizaban unas 100 vaquitas.
El gobierno de Enrique Peña Nieto calculó que en ese periodo de tiempo habría mejorado la situación de la vaquita y el Instituto Nacional de Pesca habría desarrollado alternativas para los pescadores. Muy al contrario, hoy no hay medidas que saquen a la población de la precariedad. Los cadáveres no han dejado de aparecer; el último en Playa Hermosa hace tres semanas. Cada muerte es una zancada hacia la extinción. Sobre la posibilidad de prolongar la prohibición de las redes de pesca, nada se sabe.
Tras 20 años de políticas de conservación fallidas -incluidas prohibiciones, vedas, restricciones de artes de pesca o creación de reservas- México ha decidido apretar la tuerca y desde el pasado lunes el tráfico de peces totoaba se ha tipificado como delincuencia organizada. Para evitar el final que ya parece inevitable, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) ha puesto en marcha un excéntrico plan de emergencia. En los próximos meses, delfines adiestrados por la Marina de Estados Unidos localizarán 10 vaquitas, serán atrapadas y confinadas en una zona protegida. “Por supuesto, las vaquitas sufren riesgo al ser capturadas. Pero tal y como están las cosas las van a matar igual”, reconoce el experto.
La vaquita marina (Phocoena sinus) es una marsopa. Su particular dibujo de la piel la hace inconfundible. La parte superior es azul grisácea oscura y la inferior blanca. Un banda gris intenso recorre su cuerpo desde los pectorales hasta la barbilla. La piel que circunda de los ojos y la boca es color negro. Mide 1,5 metros y pesa cerca de 48 kilos.
En las mismas aguas que navega la vaquita habita el pez totoaba (Totoaba macdonaldi), con un tamaño parecido. Alcanza los 2 metros y los 100 kilos. Las redes para capturarlo son perfectas para atrapar por error vaquitas, que mueren ahogadas. "Son mallas muy grandes, y están matando toda la biodiversidad de la zona; caen delfines, tiburones, ballenas, tortugas y rayas", explica Oona Layolle que, con el beneplácito del gobierno mexicano, dirige en el Golfo de California un par de embarcaciones de vigilancia de la Sociedad conservacionista Sea Shepherd.
La superstición atribuye a la vegija natatoria de este pez o Jin Qian Min propiedades afrodisiacas y medicinales. Según la falsa creencia popular una sopa de vejiga mejora la potencia sexual, disminuye el colesterol, mejora la circulación, rejuvenece la piel y otorga longevidad. En el mercado chino se llegan a pagar 50.000 euros por uno de estos órganos, es decir, unos 2200 euros por cada 100 gramos. Un dinero que contrasta con el precio que pagan los intermediarios asiáticos a los pescadores mexicanos por un kilo de vejiga. “Es de entre 500 a 2000 dólares", asegura Diva Gastélum, senadora del PRI en declaraciones a EFE. Aun así, supone el sustento principal de muchos habitantes de pueblos del Alto Golfo de California, como San Felipe o Puerto Peñasco.
Vaquita y totoaba están protegidos por el Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES). Está prohibido cazarlos y comerciar con ellos en todo el mundo. Mientras en México les dan muerte conscientes del delito, en la otra punta del globo lo consumen en los mismos términos. El último informe de la Agencia de Investigación Ambiental (EIA) muestra lo sencillo que es comprar y vender cocaína de los mares en China a pesar de la ilegalidad. Ante la indolencia de consumidores y pescadores, la vaquita marina se habra desvanecido en menos de dos años.
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