La pregunta que más me han hecho durante estos días es "¿por qué la ciencia?". Y la verdad es que esa es la pregunta fundamental, el corazón de la alcachofa, de todos los que estamos haciendo la Marcha por la ciencia. Sobre todo, para aquellos que como yo no son investigadores.
Para entenderlo tenemos que volver, aunque sea un poco, la vista atrás.
El fin de la segregación racial en Estados Unidos no se entiende sin el Movimiento de Derechos Civiles, pero tampoco se puede entender sin el trabajo de investigadores como Otto Klineberg o sus alumnos, Mamie y Kenneth Clark. De hecho, sus trabajos desmontando las teorías que sostenían el racismo institucional fueron la base científica que hizo que el Tribunal Supremo de EEUU prohibiera de la segregación racial en las escuelas de Estados Unidos.
La feminismo no se entiende sin el compromiso radical y la costosa lucha de las mujeres durante décadas. Pero la primera ola del feminismo, no se entiende sin gente como Cordelia C. Nevers y Mary Whiton Calkins, que en 1895 se enfrentaron con la mejor ciencia disponible a los intentos para "fundamentar científicamente" el machismo imperante. Tampoco la segunda ola y los grandes avances de igualdad de género de la segunda mitad del siglo XX se pueden entender sin los avances en anticonceptivos y el papel activo de la psicología y la sexología feministas.
La normalización de la homosexualidad no se entiende sin el movimiento LGTB. De hecho, durante años se dijo que si dejó de considerarse una enfermedad fue por una cuestión política, pero no científica. Y no es así, el fin de la marginación social de estos colectivos no se entiende sin la convicción de Evelyn Hooker (y otros muchos psicólogos casi desconocidos) que desarrollaron investigaciones fundamentales para que el mundo pudiera entender la realidad sin prejuicios.
No son casos aislados. ¿Se puede entender el nacimiento del movimiento obrero internacional sin el telégrafo? ¿Se puede explicar la conciencia ecológica sin las ciencias ambientales? ¿Se podría hablar de los derechos de los niños sin los avances médicos que redujeron de forma espectacular la mortalidad infantil?
Sin embargo, no nos quitamos de encima esa idea de la ciencia como algo alejado, frío y gris. Algo que hacen unos señores en un laboratorio y que tiene muy poco que ver con nosotros.
No nos quitamos de encima esa idea de la ciencia como algo alejado, frío y gris
Quizá por eso no acaba de importarnos que los que quieren dedicarse a ello tengan que escoger entre la precariedad y la emigración. Nos da igual que en una de nuestras universidades se descubriera la técnica genética más revolucionaria de lo que llevamos de siglo para que se la repartan entre el MIT y la Universidad de California. Nos da igual que los mayores expertos que tenemos tengan miedo a hablar porque todo su trabajo depende de la decisión política de algún despacho desconocido.
El problema, el verdadero, es que los movimientos anticiencia van en serio. En Estados Unidos, Trump ha puesto a cargo de la Agencia Medioambiental a alguien que ha basado toda su carrera en acosarla judicialmente, ha suspendido buena parte de las políticas contra el cambio climático y ha puesto a los antivacunas a cuidar del "calendario vacunal" norteamericano.
En el resto del mundo (y aquí en España) podemos observar las mismas tensiones. No se trata ya del debate tradicional sobre cómo usar la ciencia, sobre si sirve al bien o sirve al mal. Se trata de impugnarla, acabar con ella, ponerla en cuestión. Y no lo podemos permitir.
La verdadera respuesta a la pregunta de "¿por qué la ciencia?" es que quizá sea la mayor arma de transformación social que existe: nos ha hecho ser quienes somos y estar donde estamos, pero sobre todo, nos ha hecho soñar con lo que soñamos. No podemos dejar que esa fuerza realmente revolucionaria se pierda para siempre. No podemos malversar la herencia que nos han legado. Por eso, porque que no nos cansamos de cambiar el mundo, nosotros vamos a la Marcha por la Ciencia este fin de semana.
*Javier Jiménez es portavoz de la Marcha por la Ciencia y divulgador científico
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