En solo dos meses casi 1500 personas se han contagiado de sarampión en Europa. Es un brote insólito que preocupa a las autoridades sanitarias. La inmensa mayoría de los casos se han producido en Italia, donde están en auge los antivacunas, y Rumania, donde la tasa de vacunación es demasiado baja. La enfermedad podría extenderse al resto de países y dejar niños muertos a su paso.
En Rumania el brote comenzó el año pasado. Desde febrero de 2016 hasta principios de este mes se han contabilizado más de 3400 enfermos y 17 muertos, en zonas donde la cobertura vacunal es baja por dificultades sociales y económicas. En Italia todo apunta a que en solo dos meses se ha superado el número de casos del año anterior, 850. Solo en enero se han registrado 238 enfermos, según cifras del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC). Otros países con enfermos son España, Alemania, Austria, Bélgica, Croacia, Francia, Polonia y Suecia.
Aseguran que las vacunas no son necesarias, que las promueven las farmacéuticas para ganar dinero
La ministra de sanidad italiana, Beatrice Lorenzin, ha acusado al populista Movimiento Cinco Estrellas (M5S) de ser cómplice de la crisis sanitaria. El grupo político ha fomentado la histeria antivacunas entre la población. Propuso una ley contra la vacunación en 2015 por, según especulan, “estar vinculadas a enfermedades como la leucemia y otros cánceres, envenenamiento, inflamación, inmunodepresión, autismo y alergias”. Aseguran que las vacunas no son necesarias, que las promueven las farmacéuticas para ganar dinero con la complicidad de los gestores públicos. Lo cierto es que las posibles reacciones adversas a las vacunas son leves y temporales, como un brazo dolorido o febrícula. Los trastornos de salud graves son extremadamente raros.
“El único arma que tenemos para combatir enfermedades serias como el sarampión es la vacunación: basta ya de falsa información. No hay ninguna relación entre las vacunas y el autismo”, ha dicho Lorenzin, haciendo referencia a una polémica sentencia en 2012 en un tribunal de Rimini que indemnizó a la familia de un niño autista por considerar que la patología era consecuencia de la vacuna triple vírica (protege de las paperas, el sarampión y la rubeola). La sentencia fue más tarde anulada, pero dejó una huella de desconfianza en la población.
Antes de que se generalizara el uso de la vacuna en 1980, el sarampión causaba cerca de 2,6 millones de muertes al año. En España, se producían unos 150.000 casos al año. Hoy mueren cada año en el mundo unas 130.000 personas, unas 15 por hora, casi todos niños menores de 5 años en países en desarrollo, donde acceder a la vacuna no es sencillo, en especial en lugares remotos o en conflicto. Se estima que entre 2000 y 2015, la vacuna contra el sarampión evitó unos 20,3 millones de muertes.
El 96% de los enfermos del reciente brote europeo son niños sin inmunizar, bien porque son menores de un año y no han recibido ninguna dosis, o porque no tienen aún la segunda inmunización que proporciona protección casi total, que se inyecta a los cinco años de edad. Esto ha sucedido porque en los últimos años no se está vacunando al porcentaje de población necesaria para que la enfermedad no alcance a los más vulnerables.
“Aquellos países donde persiste la baja tasa de inmunización están en riesgo de sufrir un brote con posibles trágicas consecuencias”, advierten desde la OMS. Para lograr que la enfermedad no azote en una población es necesario vacunar al menos al 95%. Con ese porcentaje de cobertura se produce la inmunidad de rebaño. Esto quiere decir que el 5% de los niños no vacunados, porque son aún muy pequeños, sufren alguna alergia a los componentes o una inmunodeficiencia, están protegidos frente a la enfermedad. Lo están porque no entran en contacto con ella gracias a sus congéneres vacunados. Por debajo de esa cifra se rompe la barrera de inmunidad del sarampión.
“En los últimos dos años la tendencia iba en declive e íbamos hacia su erradicación en Europa. Hoy es particularmente preocupante la escalada de casos”, asegura la doctora Zsuzsanna Jakab, directora regional de la OMS en Europa. “Hoy en día viajamos tanto que ninguna persona ni país está libre del alcance del virus del sarampión. Los brotes van a continuar en este continente y en cualquier otro lugar hasta que cada país alcance el nivel de inmunización necesario para proteger por completo a sus poblaciones”, subraya.
En España se producen pequeños brotes de sarampión importados. El último en Barcelona en febrero. Alguna persona enferma procedente de China contagió a otros 20 ciudadanos que no estaban vacunados o que solo habían tomado una dosis. En esta ocasión los afectados eran adultos, excepto dos niños de 15 meses y ocho años.
La semana pasada murió de sarampión en Portugal una joven de 17 años que no estaba vacunada
En algunos barrios de Granada los creyentes en la medicina natural también han provocado brotes de sarampión en los último años. Especialmente sangrante fue el caso del niño de Olot que murió hace dos años, en este caso por difteria, víctima de los bulos. Fue el primer infectado por la bacteria en España desde 1987. No estaba inmunizado por voluntad de sus padres. Aseguraron sentirse "engañados" por los grupos antivacunas que les dieron información que creyeron como cierta.
La semana pasada murió de sarampión en Portugal una joven de 17 años que no estaba vacunada. Le contagió un bebé de 13 meses que no había recibido su primera inmunización. Las dos hermanas de la fallecida tampoco estaban vacunadas. Una de ellas, de 13 años, también se ha contagiado. Es la primera muerte por sarampión en el país desde hace dos décadas. El Director General de Salud portugués, Francisco George, anunciaba que hay una "pequeña pero potente" epidemia de sarampión en el país, con 21 casos confirmados y 15 en observación. En los primeros cuatro meses de 2017 se han detectado más casos de la enfermedad que en los últimos diez años. El gobierno ha solicitado a los directores de los colegios "los nombres de los escolares de sus centros que no tienen la cartilla de vacunas al día".
En Australia este mes se ha producido un brote. Un viajero que desconocía estar sin vacunar regresó de Indonesia enfermo de sarampión. Ha contagiado a 20 personas en Sidney. La periferia de la megalópolis tiene una tasa de vacunación muy baja. Las autoridades han pedido a la población que compruebe su cartilla y que sean responsables con la salud de sus hijos.
La moda de no vacunar ha provocado brotes en otros países ricos, como Estados Unidos. Hoy el Departamento de Salud de Minnesota confirmaba que el sarampión había contagiado a 31 niños, todos sin vacunar y de origen somalí, excepto uno, que solo había recibido la primera dosis. "Este brote no tiene que ver con una comunidad específica, si no con no estar vacunados", ha subrayado Ed Ehlinger, del departamento local de salud. "Desafortunadamente la comunidad somalí de Minnesota ha recibido información falsa sobre los riesgos de las vacunas. Ya estamos hablando con los líderes de la comunidad para resolverlo".
Los antivacunas han proliferado en zonas acomodadas de California, incluida Silicon Valley
El invierno de 2014 el sarampión azotó Disneylandia. Casi 150 niños se contagiaron. Los antivacunas han proliferado en zonas acomodadas, incluida Silicon Valley; ellos elevaron al 14% la población sin vacunar en algunas áreas. Tras este suceso California aprobó una nueva ley que elimina la posibilidad no vacunar por “creencias personales”. Además, prohíbe la escolarización en escuelas o guarderías de niños sin vacunar.
Muy polémicas son las "fiestas del sarampión", que los detractores de la vacunación organizan para lograr la inmunidad de sus hijos. Son reuniones para que los niños se contagien con una piruleta chupada por un enfermo y así pasen la enfermedad, que consideran mejor que vacunarse. Un infectado puede contagiar a más de 10 personas sanas. Los pediatras lo califican de locura. El sarampión no tiene tratamiento. Solo se puede cuidar al paciente para evitar complicaciones, que suceden en el 10% de los casos, como ceguera, inflamación del cerebro, diarrea grave e infecciones del oído y respiratorias.
Uno de los fraudes más dañinos de la historia de la ciencia, y que más ha alimentado el movimiento antivacunas, es el protagonizado por el médico británico Andrew Wakefield. En 1998 la prestigiosa revista médica The Lancet publicó un estudio en el que se relacionaba triple vírica con el autismo. Tal conclusión hizo que cundiera el pánico entre los padres que no sabían si vacunar o no a sus hijos.
El estudio falso dirigido por Wakefield, en el Hospital Royal Free de Londres, participaron 12 niños. Tras aplicarles la vacuna triple vírica se les hizo seguimiento para observar si su desarrollo era correcto o si desarrollaban autismo. El estudio concluyó que de la docena de niños vacunados nueve desarrollaron la enfermedad. Sin embargo, hoy se sabe que tan solo uno de estos niños padece autismo y que su enfermedad no está en absoluto vinculada con la vacuna. El médico planeaba enriquecerse creando otra vacuna alternativa tras desacreditar la imperante.
Se han hecho más estudios para comprobar si realmente existe un vínculo y en todos se ha concluido que no lo hay. En 2004, la revista científica se dio cuenta de su grave error al publicar el falso estudio, lo retiró y reconoció que nunca debió hacerlo. En 2007 el Consejo General Médico británico abrió una investigación para esclarecer los métodos usados por Wakefield para desarrollar el estudio. Según sus conclusiones el galeno actuó de manera "deshonesta", "engañosa" e "irresponsable" al vincular la triple vírica con el autismo. Y que "abusó de su posición de confianza" como médico y "desacreditó a la profesión médica". Hoy aún Wakefield sigue defendiendo su inocencia. Ya no puede trabajar más como médico en Reino Unido, pero lo está haciendo en Estados Unidos.
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