Si hay algo recurrente en la Tierra es la vida. La hay en las profundidades abisales, bajo las dunas del desierto y también el corazón de Groenlandia. Los miembros del equipo del Trineo de Viento, inmersos en la expedición Río de Hielo 2017 a bordo del vehículo eco-polar de Ramón Larramendi, se han encontrado este año con gaviotas y con pequeños pájaros que acabaron falleciendo. También pudiera haber algún oso polar extraviado… Pero todos son visitantes.
Ahora bien ¿hay microorganismos que estén colonizando ese inhóspito territorio polar? Y si es así ¿cómo han llegado hasta allí? Y ¿cómo sobreviven? Estas son algunas de las preguntas que tratan de resolver investigadores españoles en el Ártico y en la Antártida, y la razón por la que participan con un proyecto único en el mundo en un viaje científico que se encuentra estos días atravesando la isla ártica al ritmo que marca el viento.
El biólogo Antonio Quesada, de la Universidad Autónoma de Madrid, y a la vez gestor científico del Programa Polar español, lleva muchos años co-liderando junto a la matemática Ana Justel un trabajo que busca comprender de dónde viene la micro-vida polar, cuándo llegó, adónde va y , por supuesto, de qué se trata. Son preguntas que, como cuenta Quesada, llevan sin respuesta muchas décadas pero que es acuciante contestar a medida que aumenta el deshielo de los glaciares y, con ello, aparecen superficies ocultas durante miles de años y susceptibles de ser colonizadas.
Este grupo ya en 2010 detectó 10.000 virus diferentes en la Antártida
Este grupo – del que forman parte una docena de científicos nacionales e internacionales y 14 colaboradores de diferente instituciones- ya en 2010 detectó 10.000 virus diferentes en lago Limnopolar de la Península Byers, en la Isla Livingston de la Antártida, un lugar con sólo unos 5.000 años de historia que les originó nuevas preguntas sobre lo rápido que evoluciona la vida.
Desde entonces, han seguido recogiendo datos en diferentes regiones polares a lo largo de los años; los más en las cercanías de las bases antárticas españolas, a las que van cada campaña y donde se mueven en motos de nieve por los alrededores. También participaron en la expedición suiza que realizó la circunnavegación marítima alrededor de la Antártida a comienzos de este mismo año y uno de los miembros del equipo, David Velázquez, logró una beca de la National Geographic Society para viajar al Ártico americano con objeto de hacer más muestreos. A más territorio, dicen, más posibilidades de llegar a conclusiones fiables.
Esta primavera, al conocer que Ramón Larramendi preparaba un nuevo viaje a Groenlandia con el Trineo de Viento, patrocinado por la agencia Tierras Polares (http://www.tierraspolares.es/) , pensaron en las posibilidades que la ocasión les ofrecía y decidieron embarcarse en la aventura, pero en la distancia dado que no irían abordo. Pocas ocasiones hay, por no decir casi ninguna, de recorrer más de 1.000 kilómetros de territorio polar recogiendo muestras para luego ser analizadas. El coste habitual de una expedición motorizada de ese tipo sería hoy poco menos que un sueño irrealizable para los científicos españoles.
Así que se pusieron manos a la obra para diseñar un colector de aire polar (dispositivo que lo aspira y lo captura con las muestras a analizar) similar al que utilizan en la Antártida, pero adaptado al convoy eólico de Larramendi y sus características peculiares. Tenía que pesar poco, ser robusto para que el traqueteo del vehículo no lo estropeara y, sobre todo, ser energéticamente eficiente, puesto que el vehículo funciona únicamente con renovables. Y lo consiguieron, gracias a la brillante idea de utilizar la energía cinética, que es la genera el propio vehículo en movimiento.
Habrá que esperar a que termine la expedición Río de Hielo 2017 para conocer los resultados, pero el colector está instalado, la expedición ha recorrido más de 700 kilómetros y todo indica que traerán muchos datos de vuelta que quizá nos descubran si hay vida capaz de reproducirse en un territorio que a simple vista es totalmente estéril.
Pero no se trata únicamente encontrar estos microorganismos, comprobar si están vivos e identificarlos, sino que hay que hay que conocer su capacidad de dispersión en las zonas polares, donde pueden formar nuevas colonias biológicas, y para ello hay que obtener información de los movimientos de las masas de aire que hay alrededor, razón por la cual tres predictores de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMet) - Javier Sanz, Sergi González y Francisco Vasallo- han adaptado una estación meteorológica móvil para el Trineo de Viento. El dispositivo dio unos cuantos quebraderos de cabeza al líder de la expedición, Ramón Larramendi, antes de la salida, hasta que lograron colocarla de forma segura para que no sufriera daños durante la travesía.
Y ahí sigue, en pie, proporcionando una nueva silueta a un vehículo que ya ha dejado claro que su futuro pasa por el interés de aquellos que apuestan por la exploración científica innovadora, limpia y, además, eficiente.
Hilo Moreno, uno de los cinco miembros de la tripulación, que ya manejó el colector en la Antártida, es el técnico encargado de cambiar los filtros para ‘capturar’ los diferentes tipos de partículas que pudiera haber y de controlar su funcionamiento. Y, en todo caso, los investigadores tienen claro que si no da los resultados esperados, no hay que olvidar que se trata de una prueba experimental, cuyo objetivo también es detectar posibles fallos que habrá que solventar de cara a futuras expediciones polares del Trineo de Viento, en concreto la que se planifica para 2018 en la Antártida.
Y es que, antes de acabar el actual, ya tienen nuevos proyectos en el horizonte.
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