En el templo más antiguo del mundo se rendía culto al cráneo. Enterrados entre las ruinas de un santuario de más de 11.000 años en la península de Anatolia han aparecido fragmentos de 3 calaveras talladas con un estilo nunca antes visto. Las esculpió una sociedad que no conocía el metal, la cerámica ni la agricultura.
Los cráneos pertenecen a una mujer y dos hombres adultos de entre 20 y 50 años. Vivieron durante el Neolítico. Poco después de su muerte, sus congéneres descarnaron las cabezas e hicieron las incisiones con herramientas de piedra. Ejecutaron muescas a lo largo de eje sagital, perforaron el parietal izquierdo para colgar la calavera y colorearon su superficie con pintura color ocre.
“Este descubrimiento es espectacular porque supone la primera evidencia del uso de huesos de los muertos en Göbekli Tepe”, explica Julia Gresky, científica que ha liderado la investigación, del Instituto Alemán de Arqueología, en Berlín. En este caso lo cráneos decorados podrían ser parte del culto a sus parientes fallecidos -creían que los muertos protegían a los vivos y les transmitían su sabiduría- o para exponer ante el pueblo a enemigos recién liquidados en una lucha.
El templo lo descubrió el arqueólogo alemán Klaus Schmidt en 1994. Partió en su busca tras leer documentos de los años sesenta que hacían referencia a un montículo con restos arqueológicos cerca de la aldea de Urfa. Una vez en el terreno descubrió que el lugar era un viejo conocido de los pastores que lo habían apodado “colina panzuda”, Göbekli Tepe en turco. Un año después habían sacado a la luz lo que escondía aquella barriga de tierra: veinte círculos de piedra caliza con pilares en forma de T de casi 6 metros de altura y 40 toneladas de peso. Estaban decorados con elocuentes relieves de animales. Leones, toros, jabalíes, zorros, gacelas, serpientes y pájaros palpitan aún tallados en las rocas.
Fue erigido por una sociedad que aún subsistía con lo cazado y recolectado. “Los monumentales edificios de piedra llenos de simbolismo de este lugar han proporcionado una visión sin precedentes de los sistemas de creencias y la manera de ver el mundo de los primeros pobladores de la etapa de transición al Neolítico”, ilustra la arqueóloga.
En la Anatolia neolítica y en Oriente Próximo era común hacer modificaciones al cráneo de los muertos como parte del ritual de enterramiento, pero nunca antes se había observado el particular estilo que lucen los cráneos del Göbekli Tepe. En el yacimiento Tell Qaramel, en Siria, acumulaban calaveras. Hacían construcciones con ellas en el yacimiento de Çayönü de Turquía. Y en otros puntos del globo las pintaban de colores y decoraban las zonas correspondientes a los rasgos faciales con una pasta.
La evidencia fósil más antigua que se conoce de esta práctica es de hace 14.700 años. Son bóvedas craneales modificadas para usar como copa. Se encontraron en el suroeste de Inglaterra, en la cueva Gough, en Cheddar Gorge, Somerset. Dos son cráneos de adultos y una de un niño de unos tres años. Dos fueron descubiertos en los años veinte del siglo pasado y otro en 1987, pero hasta 2011 no se habían estudiado exhaustivamente. Esta práctica también se ha observado en los habitantes de la Cueva del Mirador, en Atapuerca, en la Edad de Bronce.
Los hombres de Cro-Magnon cogían la cabeza de su compañero muerto hace pocas horas. Con ayuda de herramientas y sus propios dientes arrancaban y limpiaban escrupulosamente los tejidos blandos hasta dejar tan solo el hueso reluciente. Cortaban los labios, las mejillas y la lengua, y extraían los ojos. A continuación, retiraban los huesos de la cara y la base del cráneo hasta quedarse con la bóveda, que pulían y retocaban para eliminar bordes afilados. Con esta copas beberían algún líquido, quizá sangre, como parte de un ritual.
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