Apartamento. Cuatro dormitorios. Sala de estar con pantalla de TV y juegos. Cocina equipada. Baño compartido. Excelentes vistas, 15 amaneceres al día. Precio con traslados: unos 300.000 euros/noche. Valoraciones de otros usuarios: no existen todavía. Así se podría presentar el proyecto de complejo de hoteles en el espacio que ha ganado el concurso organizado por la NASA para sustituir a la Estación Espacial Internacional (EEI).
Un equipo de estudiantes del MIT diseñó estos alojamientos comercialmente viables para una órbita baja, entre 180 y 2.000 kilómetros sobre la superficie terrestre. La NASA encargó a los participantes que imaginasen este lugar más como un motel de carretera, puesto que debía servir de parada en el camino hacia un futuro viaje a Marte.
Tras ello, sin embargo, está la privatización del relevo de la Estación Espacial Internacional. Un operador construiría el hotel que luego arrendaría a las misiones de la agencia estadounidense. Lo del turismo es opcional.
La imagen del futuro hotel del MIT está lejos del futurismo setentero, lleno de amplios espacios y vergeles. Aquí se prevén ocho salas hinchables dispuestas como radios de una rueda en torno a la estación. La tecnología inflable en material Kevlar fue presentada por Bigelow Aerospace en 2016. Una empresa que también quiere mandar turistas al espacio en 2020.
Desde el punto de vista arquitectónico y de la ingeniería, se conoce este diseño como MARINA (Managed, Reconfigurable, In-space Nodal Assembly). Lo cierto es que uno de sus autores traza paralelismos con los clubes náuticos (marinas en inglés).
Desde luego, sus futuros usuarios también deberán tener un poder adquisitivo alto propio de clubes elitistas. El equipo del MIT estima que se reducirán los costes de la agencia espacial en un 16%, o 3.000 millones de dólares al año gracias al pago de tan exclusivos viajeros. El operador generaría ingresos con el hotel.
Cada habitación cuenta con camas donde los huéspedes se abrochan un cinturón para dormir y vistas panorámicas de la Tierra. Con garantía de cielos despejados.
Una utopía antigua
Una empresa española empezó, hace años, a vender una idea parecida. En 2008 aseguraba que tenía clientes para mandar a entrenar a una isla paradisíaca y luego subirlos al espacio en 2012. Nunca se supo más y su web está desactualizada.
Los rusos también prometieron vacaciones en órbita para 2016 con un prototipo que decía estar listo para viajar al espacio el año pasado. Tampoco se volvió a saber. Normal: poner objetos en órbita es carísimo e incómodo. Superar la gravedad terrestre implica acelerar estas moles a casi 30.000 kilómetros por hora. Hasta la fecha, empresas como Virgin han apostado más bien por volar a los límites de la atmósfera, pero no entrar en la órbita baja de la Tierra.
Es cierto que el proyecto MARINA es de lo más solvente que maneja la NASA, desde el punto de vista comercial, aunque por el momento tendremos que conformarnos con la otra Marina D'or en Castellón para tener una ciudad de vacaciones de otro planeta.
Una agencia de viajes imaginaria
La NASA tiene cierto humor a la hora de afrontar los viajes galácticos. El Laboratorio de Propulsión a Chorro cuenta con una agencia de viajes exoplanetaria que editó una serie de pósteres promocionales con estilo retro. En ellos se invita a hacer turismo por Marte, visitar los océanos de Encélado o subir en globo para ver auroras en Júpiter. Los carteles fueron presentados a finales de 2016 con su proyecto de presupuesto para 2017. Quizás, con el ánimo de convencer a Trump de que el turismo es un gran negocio.
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