Desde el aire los vehículos forman una serpiente monumental que repta sobre el suelo de Florida. Huye de la furia del huracán Irma, el más grande de la historia del Atlántico, que se acerca girando el aire a 295 kilómetros por hora. Con los pies en la tierra el gran ofidio se convierte en mujeres, hombres y niños que abandonan sus hogares. Son algunos de los millones de desplazados por el cambio climático en el mundo.
Cada día 62.000 personas abandonan sus casas por los desastres provocados por fenómenos meteorológicos, según la ONG Centro de Monitorización de Desplazamientos Internos (IDMC). Son unos 22 millones de desplazados al año. En 2100 el número se habrá disparado a los 2000 millones.
Muchas de estas catástrofes son producto del cambio climático. “Los eventos meteorológicos extremos han aumentado en frecuencia y severidad. Las olas de calor e inundaciones graves son más regulares. El incremento del nivel del mar ha aumentado la exposición a las tormentas asociadas a los ciclones tropicales”, detallaba Petteri Taalas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) tras anunciar hace unos meses que 2016 fue el año más cálido desde que se tienen registros.
La distribución de los asentamientos humanos explica las cifras de desplazados. Más de la mitad de la población mundial vive en zonas costeras. Las predicciones más negras apuntan que el nivel del mar podría subir un metro este siglo por el creciente deshielo de los polos. Los pronósticos más conservadores estiman que unos 60 centímetros.
En las islas del Pacífico el futuro ya es presente. En Vanuatu la situación es crítica y el agua tan solo ha subido 11 centímetros. Este archipiélago de 83 islas se hunde por la actividad sísmica mientras el nivel del mar sube. El océano sube 6 milímetros por año desde 1993, el doble del promedio mundial, que se sitúa entre 2,8 y 3,6 milímetros. "Cuando viajamos hace unos meses una supertormenta azotó la isla. Estabamos fuera de la temporada de ciclones", ilustra a El Independiente Pilar Marcos, de la organización ecologista Greenpeace
En Kiribati no saben dónde ir. La época de lluvias ya no alterna con periodos de sequía. La calma es impredecible
El desastre lo ha convertido en un lugar emblemático. Allí en 2005 se produjo un hito. “El Programa de Medioambiente de la ONU reconoció los primeros desplazados climáticos”, explica Marcos. Los 70 habitantes del pueblo de Tegua, en las Islas Torres del norte del archipiélago se vieron forzados a abandonar sus casas. En la década de los 90 el mar llegó al pueblo. El suelo dejó de ser firme y se convirtió en puro fango. Cada primavera el pueblo se inundaba. Las plantaciones de cocoteros empezaron a morir. Entre 2002 y 2004, el Gobierno de Vanuatu con la ayuda de Canadá desplazó el pueblo varios centenares de metros para huir del agua.
En Maldivas la situación es similar. El nivel del mar ha subido casi 20 centímetros desde 1900. Las aguas del Océano Índico están engullendo este archipiélago formado por 1192 pequeñas islas. Los habitantes han construido un rompeolas para proteger Malé, la capital. El aumento de la temperatura del agua también ha provocado la desaparición de algunas barreras coralinas que rodean las islas. Sin ellas las olas azotan con más fuerza la costa y las casas de la primera línea de playa han tenido que retirarse.
El patrón habitual de lluvias está profundamente alterado en Latinoamérica
En Kiribati no saben dónde ir. En este país insular, formado por una treintena de atolones e islas, la época de lluvias ya no alterna con periodos de sequía. Ahora llueve más que nunca y la calma es impredecible. Los vientos severos arrastran las olas tierra adentro. Tiotaake es pescador. Decidió instalarse en esa isla porque era fácil conseguir agua dulce y abundaban los pandanos y cocoteros. Hoy los árboles están ahogados por la subida del mar. Solo los cerdos se adentran nadando en busca de alimento. Ha trasladado la casa familiar unos metros más allá y ha construido un muro para frenar el embate del océano. “He tardado tres años. El primero se derrumbó y tuve que volver a empezar”, relata. “No podemos irnos. Este es nuestro hogar”, asegura.
El patrón habitual de lluvias está descontrolado en Latinoamérica. “Están siendo muy intensas, como nunca antes había visto. Hace años la estación lluviosa duraba dos meses, noviembre y diciembre, y los niveles de agua alcanzaban los 20 ó 30 centímetros. Ahora, en los últimos siete meses han alcanzado los 2 metros”, describe el colombiano Octavio Rodríguez, habitante del departamento de Sucre, en la zona caribeña del país.
Hoy las urbes se enfrentan al reto de absorber a agricultores como Octavio que, incapaces de adaptarse al cambio del clima, se quedan sin recursos. “No quiero abandonar mi tierra: aquí está nuestro pasado, nuestra memoria y antepasados. No sabría qué hacer en otro sitio. Entraríamos en el círculo de pobreza de las ciudades y terminaríamos convirtiéndonos en delincuentes”, se apena.
Los expertos aseguran que estamos inmersos en un cambio del dibujo del mapa de la agricultura mundial por el aumento de la temperatura global. El calentamiento será mayor en latitudes altas. Así, los países más fríos y húmedos aumentarán su producción de cultivos e introducirán otros que antes no funcionaban en esos climas. Las zonas tropicales ya están disminuyendo su capacidad para producir. “Los tiempos han cambiado. La lluvia llega más tarde y como consecuencia producimos menos. La única solución es irse, al menos una temporada. Cada año me voy a trabajar unos meses a Wyoming. Es mi principal fuente de ingresos”, explica Miguel, un agricultor mexicano de Hueyotlipan.
En Asia hay zonas especialmente sensibles a los embates de los fenómenos meteorológicos inusuales. Bangladesh, con el delta más grande del mundo, Filipinas, cada vez más golpeada por tifones y China, agrietada por una concatenación de sequías. Entre 2004 y 2009 perdió 24000 millones de dólares como consecuencia directa. En 2009 una sequía asoló el suroeste del país. 20 millones de personas se vieron forzadas a migrar en busca de agua. En 2011 la sequía del Yangtzé amenazó la reserva de agua para 3,5 millones de habitantes. Las lluvias torrenciales que siguieron a este periodo inusitado de sequía obligaron a abandonar sus casas a 45.000 personas.
El cambio climático está modificando las pautas migratorias conocidas hasta ahora. Por eso el Acuerdo de París determinó formar un grupo de trabajo para "desarrollar recomendaciones para un abordaje integral con el fin de evitar, minimizar y dirigir los desplazamientos vinculados a los impactos adversos del cambio climático". Paradójicamente, estas negociaciones teóricas internacionales paralizan la búsqueda de soluciones para proteger a los desplazados. “Determinar si una persona es o no un desplazado climático es muy complicado. ¿Cuáles son los términos que lo definen? ¿Que haya cruzado un frontera internacional? ¿Que haya recorrido cientos o miles de kilómetros? ¿Durante semanas, meses o años? Dónde se dibujan los límites es una cuestión política”, explica el antropólogo Calum Nicholson. Además, "casi siempre se mueven dentro de su propio país y no en éxodos masivos", añaden desde la Coalición de Clima y Migración.
"Decidir desplazarse depende siempre de muchos factores, económicos, sociales, políticos. El impacto del clima es un factor adicional", apuntan. Muchos desplazados por la sequía del campo a la ciudad se sumaron a las tropas rebeldes en la guerra de Siria, la acusada sequía del cuerno de África agudizó la crisis humanitaria o la infinidad de pateras que cruzan el Mediterráneo tienen entre sus motivos un componente climático.
Mientras los expertos teorizan, los países ricos afrontan y afrontarán los cambios a golpe de tecnología y previsión. La inmensa mayoría de los forzados a migrar proceden de países pobres. Allí los embates del clima son un golpe de gracia. Cuba, República Dominicana y Haiti están rotos por Irma. Cientos de habitantes no saben dónde ir y el cólera amenaza. En Florida, la serpiente ha girado sobre sí misma y regresado a su hogar. En poco tiempo mudará la piel; se reparará.
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