Lo que algunas personas llaman color burdeos, para otras es rojo. Lo que para unos es carmesí, para otros es rojo. Lo que algunos llaman granate, otros lo consideran rojo. Ocurre lo mismo entre lenguas. Hay idiomas que tienen más términos que otras para designar colores –y no es cierto que los esquimales tengan 100 palabras para nombrar el blanco–.
Ahora, un equipo de científicos del MIT ha precisado que, por regla general, la mayoría de idiomas tiene más palabras para referirse a los colores del espectro cálido (rojos-anaranjados), frente a los fríos (verdi-azulados). Y todo puede tener que ver con el tono de nuestra piel respecto al fondo.
"Es igual en todos los idiomas que estudiamos", dice Edward Gibson, profesor del MIT de Ciencias Cerebrales y Cognitivas, primer autor del estudio publicado en Actas de la Academia Nacional de Ciencias. "Cada lengua tiene un orden similar de colores, de modo que los rojos son más precisamente comunicados que los verdes o azules".
Esto es algo con lo que se lleva especulando hace años. Las primeras teorías del color surgieron con el análisis de la pintura del siglo XVIII. Según Brent Berlin y Paul Kay (1969), las lenguas al principio sólo distinguían entre blanco y negro. Posteriomente, incluyeron el rojo y, más tarde, verde, amarillo, azul y el resto.
El ojo humano puede percibir millones de colores diferentes, pero el número de categorías que utilizan las lenguas humanas para agrupar esos colores es mucho menor. Algunos idiomas usan tan sólo tres categorías de colores (palabras que corresponden a negro, blanco y rojo), mientras que las lenguas de las culturas industrializadas utilizan hasta 10 o 12 categorías.
La tribu que no se ponía de acuerdo para decir 'verde'
Gibson comenzó esta investigación del color después de descubrir accidentalmente durante otro estudio que hay una gran variación en la forma en que los colores son descritos por miembros de la tribu Tsimane, que vive en regiones amazónicas remotas de Bolivia. Él encontró que la mayoría de los Tsimane "usan palabras claras para el blanco, negro y rojo, pero hay menos acuerdo entre ellos al nombrar colores como el azul, el verde y el amarillo".
Los investigadores preguntaron acerca de 40 términos tsimanes para nombrar 80 tarjetas de color, que estaban uniformemente distribuidas a través del espectro visible.
Los investigadores compararon sus resultados con datos de la World Colour Survey (sí, existe un estudio internacional que preguntó de qué color vemos las cosas), la misma tarea para 110 idiomas en todo el mundo, todos ellos hablados por sociedades no industrializadas. En todos estos idiomas, los investigadores encontraron el mismo patrón.
Esto refleja el hecho de que mientras los colores cálidos y los colores fríos ocupan una cantidad similar de espacio en un gráfico, la mayoría de los idiomas dividen las regiones más cálidas en más palabras de color que las regiones más frías. Por lo tanto, hay muchas más tarjetas de color que la mayoría de la gente llamaría azul que tarjetas que la gente definiría como amarillo o rojo.
"Lo que esto significa es que las lenguas humanas dividen ese espacio de una manera sesgada", dice Gibson. "En todos los idiomas, las personas preferentemente traen palabras de color a las partes más cálidas del espacio y no las llevan a los colores más fríos".
Los idiomas dividen las regiones más cálidas en más palabras de color
Para explorar posibles explicaciones de esta tendencia, los investigadores analizaron una base de datos de 20.000 imágenes recopiladas y etiquetadas por Microsoft, y encontraron que los objetos en primer plano de una escena tienen más probabilidades de ser un color cálido, mientras que los colores más fríos son más propensos a ser encontrados en los fondos.
"Los colores cálidos están en primer plano, son todas las cosas con las que interactuamos y queremos hablar", dice Gibson. "Tenemos que ser capaces de hablar de cosas que son idénticas, excepto por su color: los objetos." Está por ver si eso también le ocurre a tribus del desierto (con fondos color arena) o si nos pasaría lo mismo en interacción con robots azules o virtuales marcianitos verdes si un día los descubriésemos.
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