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Los rusos quieren la Luna

Así es el proyecto de estación espacial lunar

Rusia en la Luna
De los soviéticos, a Putin. Rusia en la Luna.

 

Estados Unidos y Rusia vuelven a ser amigos en el espacio. Después de que la administración Obama fulminase los planes para volver a la Luna, Trump y Pence se acaban de aliar con varios países para que sus empresas desarrollen la estación especial lunar Deep Space Gateway. ¿Sería Rusia un socio clave? ¿Impondrá Moscú la presencia de China, una futura astropotencia? Charlamos con el astrónomo y autor del multipremiado blog especializado Eureka Daniel Marín, de cómo hemos pasado de la 'geopolítica' a la 'lunapolítica'.

Cuándo nos olvidamos de la Luna

Con permiso de Hermida, la épica lunar empezó su declive a principios de los setenta. Con el poderío atómico como excusa para medir fuerzas, ir a al Luna era caro pero, sobre todo, demasiado normal. Mientras Elon Musk nos prometía que este año ya veríamos a un turista dando saltos sobre polvo blanquecino, en aquel tiempo la NASA nos había acostumbrado a sus misiones Apolo. Los humanos ya no teníamos mucho que hacer allí, más allá de tener problemas que reportar a Houston.

Es verdad que los rusos fueron avezados en cuanto a qué y cómo hacer en la Luna. En la década de los sententa, idearon el primer rover. Eran conocidos como los Lunokhod y, además de no poner en riesgo vidas humanas, salía más barato que cualquier misión Apolo. Sólo dos pisaron la Luna.

El Skylab, primero, la MIR y la Estación Espacial Internacional, después, se convirtieron en el centro de todas las miradas. Seis humanos flotando a 400 km sobre nuestras cabezas, viajando en transbordadores. Épica y política. Porque aquella casa de Gran Hermano en las alturas iba a juntar a rusos y americanos en un momento en que, pese a las alianzas estratégicas, Moscú y Washington no se fiaban la una de la otra.

"Desde el espacio no se ven las fronteras", dijo una vez el cosmonauta de Leningrado Serguei Krikalev. La misión Apolo Soyuz vino a unir a soviéticos y estadounidenses en las alturas. Casi 15 años después, esas fronteras invisibles desde el espacio se desvanecían, retorcían y complicaban a pie de campo. La Estación Espacial Internacional consolidaba el fin de la Guerra Fría. Pero no es menos cierto que las relaciones con los rusos se congelaron de nuevo con Putin.

Cuando la Luna volvía a salir en el horizonte de las ambiciones americanas, Obama mandó parar. Sólo Trump parece dispuesto a reavivar la carrera espacial. Acaba de aliarse, aunque sólo sea en una declaración de intenciones, con Rusia (aunque son acuerdos privados). Sólo hay una pega. Que Moscú se lleva demasiado bien con la que promete ser una nueva gran potencia del espacio: China.

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