Venden en algunas tiendas esferas terráqueas y mapamundis temáticos. Ayudan a aprender y a soñar. Qué países hemos visitado recientemente, dónde hay tal o cuál maravilla del mundo… Todavía no ha llegado la versión de pesadilla dedicada a los impactos del cambio climático… pero lo hará: qué inundaciones y qué sequías, qué incendios, qué glaciar desparecido, qué isla, ciudad o zonas bajas quedaron sumergidos, qué animales extintos y qué migraciones forzosas, sufrimientos y conflictos. Y, como en otras series de datos históricas, el color que los señale irá tiñendo el mapa hasta ensombrecer la superficie y cubrirla por entero.
Es muy difícil hacerse el despistado o el que no quiere saber. Hace mucho que no son datos reservados para enterados, para académicos o apasionados de las ciencias. Es una realidad cotidiana, que seca nuestros campos y ciudades, que nos mantiene en manga corta seis meses al año, que nos hace consumir de forma diferente y nos obliga a pensar qué sociedades queremos y qué han hecho nuestros hijos para merecer nuestra indiferencia.
Este año la cita anual de Naciones Unidas sobre cambio climático podría llevar el sobrenombre oficioso de David contra Goliat. Será una conferencia con una presidencia vulnerable y digna, la de las Islas Fiji, a cuyo presidente de gobierno Donald Trump no se ha dignado a devolver la llamada que le hizo al oírle hablar en tono tan bravucón del Acuerdo de París.
Será una presidencia que reunirá el afecto y la convicción de todos los demás firmantes de dicho tratado de acción contra el clima. Una presidencia que contará con el entusiasta respaldo de la delegación norteamericana más numerosa: no precisamente la liderada por el Departamento de Estado americano sino la alternativa, encabezada por Michael Bloomberg -ex alcalde de Nueva York- acompañado por gobernadores y alcaldes, por consejeros delegados y representantes de la sociedad civil que quieren mostrar que EEUU no es solamente el inquilino temporal de la Casa Blanca.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente advierte de ¡la peligrosísima divergencia entre acción y promesas y
Es una cita de alto voltaje. Dos años después de París las alarmas suenan con intensidad: China e India adoptan medidas que transformarán profundamente sus economías, su energía y movilidad. Europa sufre para sacar adelante un paquete que quedará desfasado el día que finalmente sea aprobado, América Latina despierta a un desarrollo distinto del que pensó y Africa se esfuerza por encontrar una respuesta digna para las necesidades primarias de una población frágil. Y, sin embargo, la Organización Meteorológica Mundial alerta: nunca como hasta ahora la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera había aumentado tanto en un solo año –¡eso a pesar del estancamiento de las emisiones globales!- y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente advierte de ¡la peligrosísima divergencia entre acción y promesas y los dos o tres años escasos que nos quedan para cambiar drásticamente el ritmo del transatlántico en el que estamos todos embarcados!
La situación española produce un enorme sonrojo. Las proyecciones indican que no cumpliremos nuestras obligaciones climáticas en 2020
En este vertiginoso contexto, la situación española produce un enorme sonrojo. Somos un país europeo en el que las proyecciones indican que no cumpliremos nuestras obligaciones climáticas en 2020: ni en reducción de emisiones; ni en cambio estructural de nuestra economía; ni en inversiones en resiliencia y adaptación y, ni siquiera en materia de solidaridad y coherencia con otros objetivos políticos en la escena internacional.
Lo llamativo es que, además, somos un país que sufre sequías de intensidad y duración alarmantes para cualquiera –mucho más para quienes viven del campo o el turismo- y padece incendios dantescos. Somos un país cuya sociedad se muestra abierta a una modernización de su sistema fiscal, incluyendo una fiscalidad verde seria y digna de tal nombre; un país en el que los ciudadanos reclaman más compromiso con la investigación y la educación; que se dicen preparados para la transición energética y el cambio en los patrones de movilidad; un país con ingenieros capaces de ofrecer soluciones resilientes a los impactos del cambio climático y garantes de las mejores soluciones bajas en carbono; un país que necesita poner en valor un modelo diferente de relación con el territorio y de respeto y reconocimiento para con los conciudadanos que habitan en zonas rurales.
Pasados dos años del Acuerdo de París, va siendo hora de hacer las cosas de forma diferente; de facilitar el cambio desde las instituciones, acompañando a trabajadores y colectivos vulnerables
Somos un país en el que un primer ministro anuncia durante meses una ley de cambio climático, mientras su ministro de energía promete mantener el carbón y frenar las renovables y, siendo, también ministro de industria, agenda digital y turismo no ve las orejas al lobo de la revolución de la movilidad y el automóvil, la digitalización y la eficiencia, y las amenazas y oportunidades del turismo que se avecina.
Un país en el que el ministro de hacienda dificulta el papel de las ciudades en la transformación del modelo e ignora la rapidísima incorporación en el balance de las empresas cotizadas de los riesgos financieros del cambio climático en los análisis de inversores, reaseguradores y mercados de capital. Un país cuya ministra de agricultura y agua sigue pensando en términos de productivismo industrial, a pesar de los profundos cambios que se avecinan.
Un país en el que, pasados dos años del Acuerdo de París, va siendo hora de hacer las cosas de forma diferente; de facilitar el cambio desde las instituciones, acompañando a trabajadores y colectivos vulnerables. Porque hay muchas cosas que hacer, porque es una agenda para construir futuro, porque la sociedad está preparada para mucho más. Y porque no hacerlo nos saldría muy, muy caro a todos. Todo eso nos recuerda la Cumbre del Clima que, con dignidad y entereza, empieza hoy.
Teresa Ribera es coordinadora del Consejo Asesor para la Transición Ecológica de la Economía del Partido Socialista Obrero Español
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