El sueño está cada vez más cerca. Hace escasos días se presentaba un avance tecnológico que ha dejado boquiabierto al mundo. El prototipo más evolucionado de robot humanoide ha pasado de ser un aparato torpe a convertirse en un bípedo ágil y fuerte como un atleta de élite. La robótica avanza a pasos agigantados y ya se vislumbra la posibilidad de tener robots con apariencia humana entre nuestras filas. Su primera misión será salvar vidas en catástrofes.
Boston Dynamics, empresa que nació en un laboratorio del MIT y que hoy forma parte de la japonesa SoftBank, ha logrado el prodigioso prototipo. Atlas, con 1,5 metros de altura y 75 kilogramos de peso, camina fuera del laboratorio con la máxima soltura que por el momento puede alcanzar un robot bípedo, sortea desniveles con cierta gracia y adapta el movimiento de su cadera y torso al gesto global del cuerpo como si fuera algo natural. El humanoide también se agacha y recoge objetos pesados con sus brazos acabados en tacos de goma. Parece sencillo, pero tras estos movimientos hay un titánico esfuerzo de computación.
Crear una máquina que camine a dos patas con la misma estabilidad que un humano es hasta el momento misión imposible. Cuando nosotros caminamos estamos llevando a cabo un magistral trabajo de precisión y eficiencia: somos capaces de variar nuestra ruta y forma de pisar ante los imprevistos en el camino y lo hacemos de manera automática, sin esfuerzo. Los expertos en robótica se están rompiendo la cabeza para recrearlo.
Para estimular la creatividad de los ingenieros, la DARPA (Agencia de Proyectos Avanzados de Investigación para la Defensa de EEUU) organizó hace escasos años una competición, el Desafío Robótico (DR), que se convirtió en uno de los certámenes de mayor repercusión del mundo. El premio era suculento: 2 millones de dólares.
El concurso nació tras el desastre de Fukushima. El requisito fundamental para participar era que los robots fueran humanoides porque los que se usan desde hace más de una década en escenarios de catástrofe se deslizan con eficacia sobre el terreno con tractores oruga, como los carros de combate, pero no son capaces de operar artefactos diseñados para ser utilizados por una persona, como por ejemplo, subir un escalera de mano, abrir una puerta, cerrar y abrir válvulas o conducir un vehículo. La final se celebró en 2015 y el resultado fue hilarante pero enriquecedor:
Constatada la dificultad para hacer caminar a un humanoide, en la mente de los ingenieros se perfilan otras opciones, como cambiar sus características en función del ambiente en el que se tenga que desenvolver. En un lugar con carreteras practicables podría cambiar sus pies por ruedas. Si está en la nieve se pondría raquetas o esquís. Otra opción que barajan es la creación de seres mecánicos completamente distintos a todo lo conocido; una especie de quimera que reúna las mejores características. En su defecto, lo ideal serían equipos formados por robots con muy diversas formas, tamaños y cualidades.
Fuera del laboratorio los robots bípedos no son muy populares. “Nunca me han pedido un humanoide”, asegura la experta en computación y asistencia robótica en caso de desastres, Robin Murphy, fundadora de Roboticistas sin Fronteras. “He trabajado en despliegues en 20 países y me solicitan robots parecidos a una serpiente, incluso a un suricato o a un lemming, o robots que puedan volar y moverse como un colibrí”.
El 90% de las catástrofes se producen por fenómenos naturales. En 20 años, de 1995 a 2015, han muerto cerca de 600.000 personas por fenómenos naturales violentos y 4100 millones han resultado heridas, han perdido su casa o necesitado ayuda de emergencia. El cambio climático ha aumentando la severidad y frecuencia de estos fenómenos y se prevé que crezca el número de afectados. Los robots, cada vez más sofisticados, estarán allí para ayudar.
Actualmente los drones se utilizan para tomar imágenes aéreas de lugares de difícil acceso y de daños en estructuras que son imposibles de visualizar con prismáticos. Están en pleno desarrollo los enjambres de drones que se comportarán como una única entidad, como las abejas o las hormigas
Los robots pequeños y deformables son ideales para los derrumbes en minas. Hoy en día se usan dispositivos del tamaño de un chihuahua equipados con linternas y cámaras capaces de meterse en tuberías y túneles con gran pendiente en busca de supervivientes. Los científicos trabajan en crear serpientes robóticas que puedan introducirse en agujeros y adaptar su tamaño al diámetro de los mismos. Así podrán pasar por un hueco muy pequeño y recomponerse cuando lleguen al otro lado para por ejemplo, adquirir una forma esférica y rodar. Un humanoide jamás podría lograr tal proeza. Su gran debut aún está por llegar.
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