Con él miramos por primera vez con lucidez hacia las estrellas en busca de vida inteligente. El legendario telescopio Arecibo, un gigante astronómico hundido en las montañas kársticas de la isla de Puerto Rico, envió hace 43 años un mensaje a cualquier civilización extraterrestre que pudiera captarlo. Lo lanzó en forma de ondas de radio hacia un cúmulo de 400.000 estrellas situado a 25.000 años luz. Estamos esperando respuesta. Tras un año en la cuerda floja por falta de financiación, esta semana la principal agencia pública de investigación científica de EEUU ha anunciado que salvará del cierre al mítico telescopio.
La Fundación Nacional estadounidense para la Ciencia (NSF) ha confirmado que seguirá subvencionando el telescopio. Eso sí, la institución recortará el presupuesto ferozmente. De 8 millones de dólares anuales pasará a aportar 2 millones. El dinero que se reduce se destinará a otras instalaciones más modernas. Hasta marzo la NSF negociará con distintos potenciales socios un acuerdo conjunto de financiación. Tendrán que lidiar con las reparaciones necesarias tras el paso del huracán María. Durante el impacto de la tormenta las instalaciones sirvieron de refugio a la población. Tras el evento, se pusieron a disposición del pueblo los generadores del telescopio para extraer agua de los pozos y el helipuerto se convirtió en un punto estratégico de llegada de víveres y asistencia para los damnificados. El telescopio salió bien parado –tan solo 20 paneles de los 30.000 que componen el reflector saltaron por los aires–, pero se derrumbaron pasarelas y se inundó el terreno sobre el que reposa la antena.
El Observatorio de Arecibo es un telescopio impresionante. Su plato mide 305 metros de diámetro. Está hundido en una depresión en plena selva al oeste de Puerto Rico. Desde ahí se envió el mensaje en forma de ondas de radio en frecuencia modulada. En tres minutos los 1679 bits binarios salieron rumbo al espacio profundo para averiguar si estamos solos en el Universo o hay más seres inteligentes en algún lugar entre las estrellas. El inconveniente es que si los habitantes de la Constelación de Hércules, hacia donde se envió la comunicación, respondieran, la señal tardaría en llegar 50.000 años. Por eso, mientras tanto el telescopio de Arecibo se dedica a hacer aquello para lo que fue originalmente construido: estudiar la ionosfera, planetas y asteroides.
El mensaje indica la ubicación del planeta Tierra, los elementos químicos esenciales para nuestra vida y una silueta humana
Entre los diseñadores del mensaje hay dos grandes figuras, el astrónomo Frank Drake, pionero en la búsqueda de vida alienígena, y el divulgador científico y promotor del pensamiento crítico Carl Sagan. La información que contiene la misiva está pensada al milímetro. El número de bits transmitido es semiprimo, es decir, el producto de dos números primos, en este caso 73 y 23. Corresponden a las filas y columnas que componen la imagen que codifica.
El dibujo muestra detalles relevantes para conocer de un pequeño vistazo a la humanidad. Incluye los números del 1 al 10 –servirían como base para entender nuestro lenguaje matemático decimal–, los números atómicos del carbono, el hidrógeno, el oxígeno, el nitrógeno y el fósforo –elementos químicos cruciales para la vida–, una representación de la doble hélice de ADN, la silueta de un humano, la posición de la Tierra en el Sistema Solar y una imagen del telescopio de Arecibo.
No es la primera ni será la última señal que se envíe al espacio para contactar con vida inteligente extraterrestre. En octubre el METI envió un mensaje, también en forma de ondas de radio, a GJ273b, un exoplaneta potencialmente habitable a 12,4 años luz de la Tierra que gira entorno a la Estrella de Luyten. Se mandó desde la antena de la Asociación Científica Europea de Radares de Dispersión Incoherente (EISCAT), ubicada en Tromsø (Noruega). En marzo de 2030 llegará a su destino. Son 18 piezas de música de 10 segundos cada una.
El planeta al que va dirigido el mensaje musical se descubrió a principios de año. Aún se desconoce si tiene agua líquida o atmósfera, pero por el momento no hay ninguna razón para pensar que no es habitable. "Si lo fuera, sería un mundo tres veces mayor que la Tierra con océanos como el nuestro con un cielo iluminado por una estrella más grande que el Sol y brillando con una luz rojiza", describen desde el Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña (IEEC) que ha participado en el proyecto. La misiva se lanzó para conmemorar los 25 años del festival de música SONAR. El próximo año mandarán dos mensajes más.
La humanidad hemos mandado mensajes, pero también estamos escuchando atentamente. En la década de los setenta del siglo pasado nació el proyecto SETI. Comenzó de la mano de la NASA, pero hoy en día depende del Instituto SETI, privado, que se nutre de donaciones de fundaciones, empresas y particulares. El proyecto consiste en escuchar al espacio, es decir, confiar en que si existe vida extraterrestre tanto o más inteligente que los humanos, se les haya ocurrido, como a nosotros, lanzar un mensaje en forma de ondas de radio o que su civilización haya generado alguna señal articulada que podamos recoger y entender.
Las orejas para oír el espacio son las 42 antenas que forman el Conjunto de Telescopios de Búsqueda de Aliens (ATA), situadas en el norte de California, en el Observatorio de Radio Hat Creek. Se pusieron en marcha en 2007 y se espera algún día construir hasta 350 antenas. Escuchan en busca de “el sonido de una flauta en una cascada”.
A pesar de la buena nueva del renacer de Arecibo, poco le ha durado el éxito. China acaba de terminar de construir el Telescopio esférico de quinientos metros de apertura (FAST), una bestia de medio kilómetro de diámetro. En cuanto esté operativo desbancará del podio al de Arecibo y se colgará la medalla del radiotelescopio más grande del mundo. Está situado también en una cuenca natural, en Da Wo Dang, en la provincia de Guizhou, al suroeste del país. Es tan sensible que para evitar interferencias el gobierno chino reubicó a casi 10.000 personas en nuevas viviendas alejadas del monumental plato.
El gigante escuchará atento cualquier posible señal extraterrestre inteligente para SETI mientras hace investigación científica. Aún en pruebas ya ha descubierto nueve púlsares. Son estrellas de neutrones que emiten radiofrecuencias de manera periódica. El primero lo descubrió la astrofísica Jocelyn Bell en los años sesenta a partir de señales captadas por el observatorio radioastronómico Mullard de Cambridge y el telescopio de Arecibo. Eran señales de radio de corta duración y tan regulares que barajó la posibilidad de haber establecido contacto con una civilización extraterrestre y nombró a su fuente LGM (Little Green Men u Hombrecitos verdes). Poco después se dio cuenta de que había descubierto un nuevo objeto celeste desconocido por la ciencia. En 2019 el FAST estará a pleno rendimiento y se estima que descubrirá 100 púlsares al año.
Encontrar vida extraterrestre inteligente no es una idea descabellada. Si hacemos cuentas la evidencia cae por su peso. El Sol es una estrella entre los 400 millones que hay en nuestra galaxia. En muchas de esas estrellas sabemos que hay sistemas planetarios; hemos descubierto más de 2500 en los últimos años. Hay 100.000 millones de galaxias en el Universo. Ahí fuera tiene que haber alguien.
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