Dos estrellas de neutrones fusionándose a 130 millones de años luz. Un estallido galáctico conocido como kilonova. Pudimos verla a partir de la luz desprendida de semejante estallido y sentirla a traves de las vibraciones que llegan a deformarlo todo en forma de ondas gravitacionales. Fue el hito astronómico del año y, sin embargo, ahora no lo entendemos.
O no del todo. Sus descubridores, de la Universidad de Sydney, Caltech, CSIRO e instituciones de todo el mundo, están fascinados con la idea de que meses después de detectar el fugaz cataclismo, aún nos llegan ecos visibles de aquella kilonova. Observaron que el brillo, en forma de ondas de radio, continuaba más de 100 días después del evento detectado en agosto. Y tiene forma de capullo de insecto.
"Esperábamos encontrar que, de que la fusión de estrellas de neutrones, nace algo hasta ahora inexplicado: estallidos cortos de rayos gamma", señala la profesora Tara Murphy de la Universidad de Sydney. Estas ráfagas se activan cada pocas semanas, en cualquier parte del cielo. Cada una dura menos de dos segundos.
"Los teóricos argumentaron que podrían estar causadas por estrellas de neutrones en colisión", añade David Kaplan, de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee. Pero resulta que no.
Esta manera de mirar el universo es completamente nueva. La detección de ondas gravitacionales está aún en pañales. De hecho, hasta agosto, "los detectores no eran capaces de ver los últimos momentos de la fusión, cuando la frecuencia de giro cuando giró de una estrella de neutrones sobre la otra y era muy rápida", asegura el astrónomo y director de Planetario de Pamplona Javier Armentia (@javierarmentia). "A pesar de que se han hecho seguimientos [de las emisiones de] rayos X, ultravioleta, óptico, infrarrojo y radio, aparecen detalles que no conocíamos, la forma en que la materia está reaccionando... hallazgos que, conforme pasa el tiempo, se van conociendo poco a poco datos. Pero se hace muy necesario de un nuevo medio, de una nueva fusión de estrellas y de nuevas observaciones que puedan abrirnos un poco más estos modelos teóricos", añade el astrofísico y divulgador.
No era una ráfaga sino un capullo
Por lo que se ha podido ver de la explosión, no se observa de un chorro extremadamente rápido de materia, sino de un flujo de salida más lento y más amplio, algo con forma de "capullo". Probablemente se trata materia arrojada por la explosión que ha sido alimentada por un jet escondido en su interior. Como una fuente de tipo hongo.
Otro miembro del equipo, el Dr. Adam Deller (Swinburne University of Technology y OzGrav), predice un futuro brillante para el nuevo campo de la astronomía de ondas gravitacionales. "Al vincular la información que recopilamos a través del espectro electromagnético (luz y otros rayos invisibles) con la obtenida de la detección de ondas gravitacionales, podemos aprender una enorme cantidad de detalles sobre eventos como este".
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