La oscuridad dominó las estepas kazajas. En menos de un mes 200.000 saigas cayeron fulminados, más de la mitad de la población mundial de este antílope en serio peligro de extinción. Sucedió en 2015. Desde mediados de mayo, en pleno periodo de cría, hasta junio los cadáveres salpicaron las extensas llanuras a una velocidad salvaje: en cuatro días murieron 60.000 adultos y crías. El horror acabó cuando murieron todos.
Un equipo internacional de expertos inició una investigación urgente y dos meses después del esperpéntico episodio anunciaron la causa de la matanza: una bacteria. La necropsia de 33 cadáveres hallados en la estepa Betpak-dala o meseta del Hambre revelaron que las toxinas producidas por la Pasteurella multocida tipo B causaron hemorragias masivas en los órganos de los animales e infección en la sangre. Este hallazgo abrió una incógnita aún mayor. La Pasteurella se aloja habitualmente en el tracto respiratorio sin causar ningún trastorno, excepto si el sistema inmunológico de los antílopes está débil. ¿Qué desencadenó la virulencia de las bacterias?
Esta semana, casi tres años después de la matanza, publican en la revista Science Advances nuevos datos de la investigación. Tienen fundadas sospechas de que la alta temperatura y humedad del ambiente es lo que transforma a las bacterias en mortales. El mecanismo que desencadena el fatal fenómeno es aún un misterio, pero auguran que está vinculado con el cambio climático.
Esta reciente muerte masiva se une a la del año 2010, en la que cayeron 12.000 y la de 1988, el peor episodio registrado, con 400.000 saigas muertos.
El saiga es el antílope más extravagante del mundo. Es nómada y se desplaza en grandes manadas por las frías estepas de Asia Central (Kazajistán, Rusia, Mongolia, Turkmenistán y Uzbekistán). Es pequeño, no supera los 80 centímetros de cruz, de pelaje color marrón claro. Su morro es una llamativa trompa corta, ancha y móvil. Le sirve para calentar el aire helado propio del paisaje que habita. Su aspecto es tan sorprendente que inspiró la apariencia del alienígena Alf, protagonista de una serie de humor estadounidense.
El principal enemigo de este animal somos los humanos. Los cazamos para cortarles los cuernos, que se venden caros en el mercado de la medicina tradicional china. Según esta superstición el polvo de los cuernos de los machos cura enfermedades reumáticas y cardiacas.
En la década de los noventa el número de saigas cayó en picado. De un millón de ejemplares disminuyó hasta los 50.000. La pobreza de los habitantes de la recién desmantelada Unión Soviética disparó la caza de saigas para comer. Fue entonces cuando la CITES lo incluyó en su lista de animales protegidos. Atribuyeron el declive a los cambios en la vegetación, la competición por el alimento con el ganado doméstico, al aumento de los depredadores, también a la interrupción de las rutas migratorias y, cómo no, a la caza y el comercio ilegal.
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