No recuerdo querer ser científica siendo niña, recuerdo ser feliz al lado del mar y querer pasar más tiempo junto a él. Desde que nací y hasta hace relativamente poco pasé todos mis veranos en la casa de mis abuelos en la Costa Brava. Creo que fue allá donde empezó mi pasión por el mar. Por otro lado, siempre fui una niña muy curiosa y a la que le encantaban los animales, todos. Un verano en Mallorca me dediqué a cazar moscas, guardarlas en tarros y ponerles nombre. Me las llevaba a todas partes, eran mis mascotas de verano, Lola, Pepa, etc… Y en la playa siempre estaba por las rocas buscando cangrejos, erizos y demás fauna marina.
Ya un poco más mayor vi la película Gorilas en la niebla, que explica la vida de Dian Fossey, primatóloga y conservacionista que estudió gorilas en Ruanda. Fue una auténtica revelación e inspiración. Es entonces cuando empecé a pensar que de mayor quería ser bióloga. Desde entonces he ido siguiendo mis instintos. Estudié Biología en la Universidad Autónoma de Barcelona. En mi último año de carrera me concedieron una beca para estudiar en la Universidad de Costa Rica, y fue estando allí donde descubrí las esponjas.
he sufrido de ‘síndrome del impostor’, un fenómeno psicológico muy común en mujeres que hace que consideres que tus logros son fruto de la suerte
Me fascinaron y quise saberlo todo sobre ellas. Al volver de Costa Rica conseguí otra beca para hacer primero un máster en la Universidad de Barcelona y luego un doctorado entre el Centro de Estudios Avanzados de Blanes (Girona) y Harvard University. Y así hasta hoy, que sigo estudiando esponjas como investigadora asociada al National Museum of Natural History (Smithsonian Institution), en EEUU.
Sin embargo, la palabra ‘científica’ no aparece en mi vocabulario para describirme a mí misma hasta hace relativamente poco. Durante toda mi trayectoria profesional he sufrido de ‘síndrome del impostor’, un fenómeno psicológico muy común en mujeres que hace que consideres que tus logros son fruto de la suerte y que no mereces el éxito que has cosechado.
Considerarme científica me parecía un fraude. No fui consciente de ello hasta que no me empecé a interesar por el tema de ‘mujer y ciencia’, me uní a diferentes asociaciones de mujeres científicas y empecé a hablar con colegas de profesión sobre el tema. ¡Qué síndrome más común!
Ahora ya puedo decir con orgullo que así fue como llegué de niña a científica… El siguiente paso, compartir mis conocimientos y experiencias con 80 compañeras más durante la expedición a la Antártida organiza por HowardBound en la que participo como miembro del AccionaTeam… Rumbo a la Antártida
Alicia Pérez-Porro, investigadora asociada del National Museum of Natural History del Smithsonian Insitution
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