La comunidad astronómica estaba entusiasmada en 2016 por el descubrimiento de un nuevo planeta parecido al nuestro, rotando en la zona de habitabilidad de su estrella. Técnicamente, podría albergar vida debido a su distancia con Proxima Centauri, su sol. Ahora sabemos que, para cuando se produjo el hallazgo, el planeta –bautizado como Proxima b– había sido arrasado por una llamarada.
Dos poderosas erupciones estelares estallaron en dos minutos, la segunda "10 veces más brillante que cualquier llamarada conocida del Sol" de la Tierra. Ocurrió hace más de cuatro años, pero es ahora cuando nos ha llegado su luz y se ha podido analizar, según publican dos investigadoras de la institucion Carnegie (EE.UU.) en Astrophysical Review.
Proxima b recibió 4.000 veces más radiación que la que recibe la Tierra de una gran explosión. "Es probable que Proxima b haya sido arrasado por la radiación de alta energía durante la llamarada", señala la astrónoma Meredith MacGregor. "Durante los miles de millones de años desde que se formó Proxima b, llamaradas como ésta podrían haber evaporado cualquier atmósfera u océano y esterilizado la superficie, sugiriendo que la habitabilidad puede implicar algo más que estar a la distancia correcta de la estrella anfitriona para tener agua líquida". Ahora bien, tampoco está claro que "arrasado" signifique lo mismo allí, a 4,2 años luz, que en la Tierra.
Esto, en realidad, no es nuevo. Hace justo un año, investigadores del Centro Goddart de la NASA ya apuntaron que sus modelos hacían de éste y de otros exoplanetas teóricante habitables lugares hostiles, debido a la radiación a la que se exponen y su capacidad para destruir cualquier agua líquida. Sin embargo, es la primera vez que se ha podido observar –fuera de un modelo informático– una erupción de una magnitud tal que no deja lugar a dudas.
Pero cuando MacGregor y su colega Alycia Weinberger observaron los datos en función del tiempo de observación, la naturaleza del evento transitorio se hizo evidente. "Ahora no hay razón para pensar que hay una cantidad sustancial de polvo alrededor de Proxima Centauri", dijo Weinberger. "Tampoco hay información que indique que la estrella tenga un rico sistema planetario como el nuestro".
Las conclusiones no son incompatibles con un disco planetario
Una investigación de noviembre pasado destacó las mismas observaciones de ALMA y concluyó que el brillo promedio puede haber sido causado por discos de polvo y desechos que circundan Proxima Centauri que son similares a los asteroides en el sistema solar, posiblemente indicando la presencia de planetas adicionales. Las investigadoras se adelantan a descartar esa teoría.
Desde el Instituto de Astrofísica de Andalucia (IAA/CSIC), el investigador Guillem Angalda Pons, que publicó la teoría de un disco planetario, coindice en lo ensencial con sus colegas estadounidenses. Pero discrepa en algunas conclusiones: "Nuestros datos no son incompatibles con la idea de un cinturón de polvo. Podría reducirse hasta en una tercera parte (de lo que creíamos), pero seguiría estando ahí", señala el astrónomo a El Independiente. Anglada y su equipo siguen analizando los datos para poder sostener con solvencia esta afirmación.
Una habitabilidad cuestionada
Proxima b, con una masa de al menos 1,3 veces la de la Tierra, orbita su sol a una distancia de aproximadamente 7,5 millones de kilómetros. Su año dura poco más de 11 días. Gira alrededor de una estrella enana roja, pero los astrónomos ya dudaron de su habitabilidad debido al viento solar extremo de la estrella y la historia de las erupciones.
Anglada Pons, sin embargo, cree que sus colegas "se han precipitado también en estas conclusiones". Desde hace más de medio siglo, sabemos que Proxima Centauri tiene mucha actividad. No es comparable, en ese sentido, a lo expuestos que estamos en la Tierra al Sol. "Está claro que si pensamos en posibles formas de vida o incluso en colonizar planetas a su alrededor, tendríamos que estar muy protegidos de las radiaciones ionizantes, pese a que las que recibe Proxima b son más inocuas que otras, aunque también es posible que haya emisiones en otras longitudes de onda".
Debemos seguir prestando atención a este planeta. Va a haber sorpresas.
Los datos en los que se basan todas estas conclusiones son relativamente escasos. Según Anglada Pons, "hemos avanzado mucho para el poco tiempo del que hemos dispuesto": 2,5 horas de observación en el conjunto principal de ALMA y 13 sesiones de hora y media con antenas de 7 metros. No cree que esto sea un punto y final. "Existe la tecnología para poder tener imágenes y datos más precisos sobre la llamarada".
"Proxima b es un planeta al que deberíamos seguir prestando atención", destaca Anglada Pons, quien se encuentra estos días preparando la publicación de nuevas conclusiones sobre este lugar "del que tendremos nuevas sorpresas en breve", promete.
El descubridor del planeta: "No tenemos mucha idea de lo requerido para la habitabilidad"
Pocas veces se da la paradoja de que dos investigadores con el mismo nombre y apellido estén realacionados con el mismo objeto de estudio. Es el caso de la persona que lideró el descubrimiento de Proxima b: Guillem Anglada-Escudé. Considerado uno de los 10 mejores científicos de 2016 por Nature, pide un poco de mesura a la hora de abordar estos acontecimientos.
¿Hemos de sorprendernos de que los conceptos de habitabilidad sean tan frágiles?, le preguntamos. "No tenemos mucha idea de lo que habitabilidad requiere realmente. Las condiciones el la Tierra son suficientes, pero para nada implica eso que sean las necesarias", apunta a El Independiente desde Londres, donde es profesor de la Universidad Queen Mary. No podemos de afirmar que Proxima b se haya quedado sin atmósfera, "ni que la tenga tampoco. Habrá que medir más cosas directamete sobre el planeta, lo que nos va a llevar buena parte de la próxima década".
Para el profesor, estamos en puertas de tener medidas directas sobre atmósferas en planetas extrasolares y saber más sobre la actividad estelar en relación con la presencia de una atmósfera o campo magnético. Es el caso de la Tierra, donde este campo mantiene a raya ese tipo de radiaciones. ¿Podría ser el caso de Proxima b? Difícilmente veríamos el campo magnético terrestre desde distancias interestelares, así que no es descartable. Como tampoco la presencia de vida: "vete a saber de qué tipo de vida estaríaamos hablando", claro.
"Ahora mismo podemos hacer poco más que caracterizar el entorno estelar (es mucho más fácil aprender de la estrella) y especular sobre el efecto que va a tener sobre posibles planetas", concluye Anglada-Escudé.
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