Revolucionó la ciencia enfrentándose al establishment, se empeñó en hacer las cosas que hacían los hombres y que, en ese momento, las mujeres tenían vetadas. Se convirtió en una activista ambiental y dicen que renunció (si elegir es renunciar) a una supuesta vida más cómoda. Los que la conocen describen a Jane Goodall como una persona espectacular, una mujer que a sus casi 84 años rezuma integridad y energía, una mujer capaz de inspirar y sacar lo mejor de las personas que le rodean.
Jane Goodall ha entregado su vida al estudio de los chimpancés en el parque nacional Gombe (Tanzania). “Jane Goodall, alta, rubia y hermosa”, así la describieron los titulares de la década de los 60 cuando se publicaron sus primeros estudios. A pesar de todo, ella, que siempre estuvo por encima de esos convencionalismos machistas, llegó a convertirse en un personaje notable y a protagonizar múltiples documentales. Ahora bien, hasta ahora, nadie se había atrevido a mostrar el lado más personal de una mujer irrepetible como lo ha hecho Brett Morgen en Jane Goodall, un retrato íntimo e inédito. El documental, que se puede ver en Movistar +, llega avalado por una nominación a los Premios BAFTA y es el resultado del resumen de más de 100 horas de imágenes inéditas de los primeros años de la primatóloga en Gombe.
Cuando recibió la propuesta, el director de documentales como Cobain: Montage of Heck; The Kid Stays in the Picture, en el que se centró en la vida del productor de cine Robert Evans; Can't Stand Losing You: Surviving the Police, basado en la historia del guitarrista de la banda Andy Summers y Crossfire Hurricane, donde desvela los orígenes de los Rolling Stone, no tenía muy claro si aceptar el proyecto. Morgen se había movido siempre en el universo de la música y la idea de sacar un documental, entre más de 100 horas inéditas guardadas durante medio siglo en los archivos de National Geographic, se le antojaba lejana y complicada.
“En un principio rechacé la oferta porque la mayoría de mis películas eran sobre personajes subversivos al margen de la sociedad. Además, las asignaturas de ciencias eran las que peor se me daban en el colegio, por lo que les dije que no”, confiesa Morgen. Para colmo, la propia Jane no tenía muchas expectativas, no parecía muy interesada en el proyecto.
Pero los ejecutivos de National Geographic insistieron. “Me confesaron que habían descubierto en sus archivos una gran cantidad de material en película de 16 mm sobre las primeras investigaciones de Jane en Gombe, y eso me intrigó”, afirma Morgen
El resultado es una ópera de la naturaleza bajo la batuta de Philip Glass que narra la maravillosa historia de amor entre una mujer y el trabajo de su vida.
El resultado del documental es una ópera de la naturaleza bajo la batuta de Philip Glass
Amante de los animales desde la niñez, Jane Goodall abandonó Reino Unido y llegó a la selva de Gombe (Tanzania) en 1957, el plan era vivir entre los chimpancés y estudiar su comportamiento. “Sentía que estaba en mi sitio. Tenía la loca idea de que nada me pasaría porque había nacido para vivir allí”. Goodall carecía de formación científica, pero con unos prismáticos, su inagotable paciencia y su capacidad de observación llegó donde nadie había llegado jamás.
Goodall no conocía los protocolos de investigación tradicionales, de manera que personalizó sus investigaciones, estableció un vínculo emocional con los chimpancés y se ganó su confianza. “La soledad era mi forma de vida. Poco a poco ellos se iban acostumbrando a esa especie de mona blanca que tenían tan cerca”. Tras meses de observación, la comunidad de chimpancés la aceptó. “Allí estaba, al aire libre, durmiendo con las estrellas y observando a los chimps”.
Un día, uno de los chimpancés, que ella había bautizado como David Barbagris, usó un palo para extraer hormigas de un hormiguero subterráneo. Inmediatamente envió un telegrama a su mentor, el paleontólogo Louis Leakey, y así se convirtió en la mujer que demostró que, además de los seres humanos, los primates también utilizan herramientas para lograr sus objetivos.
En 1962, National Geographic envió al realizador holandés experto en temas de naturaleza, Hugo van Lawick, para grabar a Goodall en acción. “En mi familia ir a la Universidad no era una opción y nunca tuve la intención de casarme. Yo no quería que nadie entrara en mi pequeño paraíso. Hugo fumaba, fumaba mucho, pero al mismo tiempo era atractivo y teníamos muchas cosas en común”. Al final surgió lo inevitable, el realizador y la investigadora se enamoraron y decidieron casarse tras intercambiar un par de telegramas con la proposición.
En 1964 la pareja se trasladó a las llanuras del Serengueti para que Hugo van Lawick pudiera grabar la vida salvaje, mientras ella había decidido cuidar a su hijo Grub. “Mis observaciones sobre la maternidad de los chimpancés me ayudaron a ser mejor madre”.
Mis observaciones sobre la maternidad de los chimpancés me ayudaron a ser mejor madre”
Es en este momento de la cinta cuando surge una tierna y desconocida Goodall. La crianza en libertad y sin convencionalismos sociales, las imágenes de los primeros años con su hijo se contrapone a la decisión final de enviarlo a Inglaterra para que se educara con la abuela. “Recuerdo perfectamente aquel día, no olvido su cara”. Morgen pensó que Goodall no aprobaría el resultado cuando viera que entre las imágenes recuperadas de los chimpancés estaban aquellas en las que desnudaba su vida privada. Se equivocó. El montaje le despertó los recuerdos de una de sus mejores épocas.
Al ver el documental, hay quien se pregunta cómo pudo Jane preferir su trabajo a la crianza. Por lo menos eso es lo que ha confesado el director en más de una ocasión. Paradójicamente nadie le da la vuelta a la misma cuestión: ¿Cómo pudo Van Lawick continuar con sus reportajes desde el parque nacional?
Tú a Serengueti y yo a Tanzania. Con la distancia se apagó la pasión, llegó la indiferencia y más tarde el divorcio. “Me vi obligada a elegir entre la separación o que Grub creciera viéndonos pelear. Decidí lo primero. No hay nada más duro que ver cómo a un hombre se le rompe el corazón”. Al final siempre queda su trabajo, el recuerdo y, con él, la historia de amor entre dos nómadas.
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