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60 años sin Laika: los otros animales en el espacio

El 14 de abril de 1958 sus restos se calcinaron en la reentrada de la cápsula en la atmósfera terrestre

La perra Laika, en un sello conmemorativo de los EAU de 1967 | Vintage Printable (CC)

Nos consolamos con la interpretación mesiánica del fatal destino de Laika: La primera perronauta entregó su vida para salvar nuestra carrera espacial. Dede 2002 sabemos que vivió su particular calvario en los minutos previos a su muerte dentro de la cápsula del Sputnik II. Un estudio reveló que perdió la vida muerta de calor y estrés al poco del lanzamiento.



Repasamos aquí la carrera espacial animal que enfrentó durante años a la URSS y a EE.UU. | Vídeo: M.V.

A diferencia de lo ocurrido en 1951 con Dezik y Tsygan (primeros perros enviados en cohete, pero no en órbita), las autoridades soviéticas sabían que no sobreviviría, y tenían un plan para eutanasiarla. Pero, pese a que se vendió que había vivido varios días, el corazón de Laika apenas latió unas horas de aquel 3 de noviembre, tras el lanzamiento. Según reconoció muchos años después Adilia Kotóvskaya, la científica que entrenó a la perra,  se aceleró hasta las 260 pulsaciones por minuto, tres veces más de lo normal. La última sección del cohete no se desprendió y convirtió la cápsula, del tamaño de una lavadora, en una caldera. Eso sí, la suerte de Laika no fue mucho peor que la de decenas de animales que, por aquel tiempo, ya eran enviados en vuelos suborbitales.

Camarada perra. Ciudadano mono

Laika llegó a unas cotas de popularidad sensacionales en la Rusia de finales de los cincuenta, pero a lo largo de aquella década, una veintena de perritas fueron lanzadas en vuelos suborbitales. Solían ser canes callejeros que tenían que acostumbrarse a espacios confinados y estar quietas durante 15 días, entrenándose en trajes espaciales diseñados para el sistema excretor de las hembras, aunque su comida estaba pensada para que apenas tuviesen que hacer sus necesidades.

Tras Laika, la URSS envió doce perros más al espacio, de los cuales cinco regresaron con vida a la Tierra. Belka y Strelka fueron, quizás, las más populares. Una cachorrita de Strelka, nacida después de la misión, fue el regalo que Nikita Khruschev dio a Caroline Kennedy en 1961.

Estados Unidos, que ya había lanzado monos y ratones en cohetes y misiles, respondió al vuelo orbital de Laika con Gordo, un mono ardilla que sobrevivió a 8 minutos de microgravedad. Murió en al fallar el paracaídas. Mejor suerte corrieron Able y Baker, que también viajaron en misil y sobrevivieron.

A principios de los sesenta, el mundo estaba listo para manda a un humano. Se adelantaron los rusos. EEUU no puso su primer mono en órbita real hasta que el chimpancé Enos se subiese a una cápsula Mercury en 1961, en plena competición animal con la URSS.

Ratones, conejos, ranas... los otros animales en el espacio

Dentro del programa Voskhod, empezaron a viajar ratones, ranas y conejillos de indias, además de otros perros. Una, de hecho, llamada Mushka, había sido seleccionada para ir en el Sputnik II, en lugar de Laika, pero fue descartada por negarse a comer. En esta ocasión, orbitó un día pero un error de navegación hizo que la cápsula se destruyese en la reentrada.

Veterok y Ugolyok batieron el récord de permanencia espacial. Pasaron 22 días en órbita antes de volver el 16 de marzo de 1966, siendo este el viaje más largo no tripulado por humanos hasta 1973.

En 1968, un ser de la Tierra llega por primera vez al espacio profundo: tortugas, junto a unos gusanos dieron la vuelta a la Luna, conquistada por los humanos al año siguiente.

Ya con humanos en el espacio, el interés mediático por los astroanimales cayó, aunque se siguieron mandando por decenas, tanto al Skylab como en el programa del trasbordador. Los rusos empezaron a trabajar con monos en órbita en 1983. En América, a la Estación Espacial Internacional los niños mandaban huevos de insectos, gambas u hormigas, mientras que los científicos mantienen un cuadro permanente de unos 40 animales: ratones, peces y moscas para hacer experimentos médicos en ausencia de gravedad.


Para saber más:
Colin Burgess y C. Dubbs, Animals in Space, Springer, 2007

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