Son los custodios de la memoria sonora de España. Responsables de que los recuerdos grabados permanezcan para las generaciones futuras. María Jesús López, Pepe Soto y Luis Crespo son parte del equipo que se enfrenta a la ingente tarea de catalogar cada obra sonora que se produce y garantizar su supervivencia, independientemente del soporte en que llegue. Las más antiguas datan del siglo XIX y están en discos y rollos de cartón. Sorprendentemente, el reto es ahora que las cintas, en bobina o casete, sobrevivan. Carrera contrarreloj para su digitalización, antes de que el tiempo borre sus sonidos por capricho de las intransigentes leyes de la física.
Así suenan y así lucen los fondos sonoros guardados en el Biblioteca Nacional, cuyos proyectos de digitalización permiten devolver a la vida canciones sepultadas en cilindros de cera, discos de pizarra, cartón y metal, vinilos, cintas, CD o memorias sólidas. | Vídeo: M.V.
La Biblioteca Nacional (BNE) conserva más de 150.000 cintas, tanto de audio como de vídeo. "Aunque son más recientes en el tiempo que otro tipo de soportes sonoros, corren más peligro de destrucción por las características propias de sus componentes", recuerda López, Jefa del Servicio. "En estos momentos preparando un nuevo proyecto digitalización masiva de los soportes magnéticos. Se espera comience en el mes de junio de 2018", en un laboratorio de Alcalá de Henares.
Frente a las cintas, soportes históricos como los cilindros de cera están aguantando bien el tipo. Son muy delicados y "deben ser envueltos en una especie de tela como la que se usa en anatomía forense", afirma Luis Crespo mientras desenrolla uno de estos artefactos. El fonógrafo fue inventado por Edison en 1876. Primero, con hojas de estaño enrolladas en un cilindro. Luego, con rulos cartón parafinado y, definitivamente, con cera donde una aguja iba haciendo surcos según se le hablaba o cantaba a un cuerno.
Los cilindros de cera de Edison están menos amenazados que las cintas
La BNE conserva 627 cilindros de "una cera similar a la de depilación y su dificultad en la reproducción es que, con cada escucha, el surco se va haciendo más grande, el número de reproducciones fiables no es de mucho mayor a de diez o doce", explica Crespo. El timbre va cambiando, pero también el tono. Dependiendo de la velocidad con que se accionase la manivela de grabación, así quedaba una voz más grave o aguda. Quizás por eso, al princpio, no hay muchos artistas que se prestasen a registrar su canto.
"Se pensaba que si se grababa en una máquina, perdían la voz", precisa Pepe Soto. "Carusso es el primero que graba". Y el miedo se pierde. Aquellos estudios eran casi clandestinos. "En las trastiendas de farmacias o tiendas de lentes es donde se hacían las grabaciones". Entonces, como ahora, las condiciones de preservación son determinantes: temperatura y humedad han de ser estables para que la cera mantenga intacta la voz de sus amos.
"Lo gracioso es que parece un sistema muy antiguo –añade Crespo–, pero se estuvo usando hasta los años sesenta del siglo pasado. Hasta la aparición del casete, era utilizado sobre todo por los antropólogos, cuando iban a hacer trabajos de campo y pedían, por ejemplo, a alguien que les cantase para grabarla".
Cuando la música era de cartón
La grabación de la voz humana fue toda una revolución. Primero, en París en 1860. Luego en Nueva Jersey en 1876. Lo fue porque justo por aquel tiempo momento empezaban los registros de música, pero música mecánica. Es decir, discos de cartón o metal perforados como las tarjetas de un telar. Cada agujero representaba una nota, según su posición. El sonido duraba más o menos según la longitud del orificio. Es como funcionan hoy los archivos digitales MIDI. Sin embargo, en un caso como en el otro, son sólo datos, como una partitura. El sonido dependerá del instrumento con que se ejecute el archivo.
La BNE preserva discos perforados Ariston, Ariosa y Herophón, así como varios aparatos para su reproducción, en general, accionados mediante manivela. En 2012 se digitalizó buena parte de estos fondos haciendo fotografías a estos soportes para, después, mediante un software, poder interpretar cada nota.
Tras los cilindros del fonógrafo, llegaría el gramófono de Berliner. "La colección de discos de pizarra de la Biblioteca está formada por más de 21.000 unidades de distintos sellos discográficos españoles y extranjeros: Compañía del Gramófono Odeón: Pathé, MGM, Regal, La Voz de su Amo, Columbia, Decca, Philips, etc. Una gran parte de la colección ya está digitalizada", señalan desde la BNE. Algunos de estos cabían en la palma de la mano. Otros sacaron minidiscos de pizarra para "acompañar con sonidos a los primeros cinexines, que eran unos proyectores de lámparas con historietas enroyadas y que en España se popularizaron entre familias adineradas", tras la posguerra.
También se cataloga la web
Sin embargo el boom al que se enfrenta la BNE llega con el plástico. El vinilo para los discos y el poliéster para las cintas suponen una revolución y abaratamiento de los procesos industriales. Y, con ello, el desembarco de decenas de miles de ejemplares para catalogar. "Nuestra biblioteca se instituye como organismo comprometido con su custodia, digitalización, preservación y difusión de todo tipo de materiales. Una de las principales misiones de la BNE, en cuanto biblioteca patrimonial, es garantizar la integridad de todos los objetos a su cargo". Pasillos y pasillos de estanterías se llenan con estos materiales. Afortunadamente, la era digital "ocupa menos", aunque da mucho trabajo. "También tenemos que catalogar todas las webs bajo dominio .es y sus sonidos".
La nube entra y desborda la Biblioteca Nacional. Sin embargo, cada vez llegan más vinilos, en el enésimo resucitar de los retroformatos. La nostalgia también da trabajo. Y, quién sabe, el CD puede ser la próxima pieza de culto. Es ya la que más minutos acumula de sonido en sus estantes. Ahora que sabemos que no es un soporte duradero, reconocen desde la BNE que quizás habrá que ponerse manos a la obra con ellos, tras las cintas.
Ya se puede consultar en la web buena parte de este fondo histórico, siempre que los derechos de autor lo permitan. ¿El mayor hit? "El discurso de Unamuno de 1931 grabado en disco de pizarra fue uno de los más tuiteados", apunta López. Don Miguel se ha salvado. Ahora, contrarreloj, se suben al arca de Noé de los sonidos "las típicas cintas que escuchaban sobre todo los camioneros", apunta Soto refiriéndose al formato de los cartuchos de los sesenta y setenta. Tan heterogénea como exponencial es nuestra memoria sonora que grita desde sus estuches para ser salvada.
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