La Antártida ha estado aislada del resto del planeta en los últimos 32 millones de años lo que ha configurado sus particulares características como una región de extrema dureza ambiental. Sin embargo, este aislamiento no ha impedido que muchos de los problemas ambientales presentes en otras grandes áreas como el cambio global –cambio climático, polución, especies invasoras o enfermedades emergentes– comiencen a percibirse en esta remota región. Y es aquí donde los pingüinos –con algunas especies en declive y dieta cada vez más contaminada– juegan un papel fundamental dando la voz de alarma sobre el estado de todo el ecosistema.

Los pingüinos forman parte del paisaje típico de la Antártida y se han convertido en testigos de excepción de los cambios ambientales producidos en el continente blanco. El imaginario popular liga la presencia de estas aves a las zonas australes heladas del planeta, si bien solo seis especies (pingüino de Adelia, emperador, barbijo, papúa, macaroni y rey) de las 18 especies existentes de pingüinos viven en la Antártida, y de ellas solo las dos primeras son endémicas de esta región. No obstante esta unión entre pingüinos y Antártida está bien fundamentada ya que son los vertebrados más numerosos que se pueden encontrar en la zona, con poblaciones que se cuentan en millones de individuos y colonias en donde habitan centenares de miles de parejas. Su abundancia y ubicación como depredadores en la parte alta de la cadena trófica hace que se les considere como especies centinela del océano austral.

Su abundancia y ubicación como depredadores en la parte alta de la cadena trófica hace que se les considere como especies centinela del océano austral.

Al igual que el resto de aves marinas, los pingüinos utilizan el medio marino para obtener todos sus recursos alimenticios y esto hace que cualquier cambio que pueda producirse en el océano se refleje en algún aspecto de su biología, y que por medio de su estudio se pueda conocer la magnitud de dichos cambios. Por otra parte, al utilizar durante cuatro meses al año las zonas costeras para criar también les afectan las variaciones que se puedan producir en estas áreas dándoles un especial protagonismo en la conexión entre el ecosistema marino y el terrestre.

Pingüinos de Adelia. Andrés Barbosa

Glaciares, fitoplancton, krill… todo disminuye

En la Antártida, la región de la península antártica es una de las zonas del planeta donde más y más rápidamente se están incrementando las temperaturas. En los últimos 50 años se ha constatado un incremento de 0,5°C por década –lo que suma un total de 2,5°C– que ha provocado cambios ambientales sustanciales en la región tales como reducción del 80% de los glaciares, la disminución de la cobertura del hielo marino que se forma durante el invierno o la merma de la abundancia de fitoplancton y de la producción de clorofila. Además, el decrecimiento del principal organismo que caracteriza el ecosistema antártico como es el krill y que sirve de alimento a la gran mayoría de vertebrados antárticos, principalmente aves y mamíferos marinos. Todos estos hechos están ligados a una cadena de causa efecto que tiene consecuencias claras en todo el ecosistema. Una de estas consecuencias es la reducción de las poblaciones de las especies de pingüinos más dependientes del krill como es el pingüino barbijo y el de Adelia. Los datos muestran que a pesar de esta reducción poblacional que puede estimarse en un 60% de media, el éxito reproductivo no ha variado a lo largo del tiempo como cabría esperar si el factor determinante operara directamente durante la época reproductiva. Por ello parece más probable que sea durante el invierno el momento en el que se produce la mortalidad.

En la Antártida, la región de la península antártica es una de las zonas del planeta donde más y más rápidamente se están incrementando las temperaturas.

Conocer los mecanismos detrás de esta concatenación de eventos es uno de los objetivos de los proyectos en los que trabaja el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en los últimos años, primero desde la Estación Experimental de Zonas Áridas y actualmente desde el Museo Nacional de Ciencias Naturales. A lo largo de los diversos proyectos que se engloban en el macroproyecto Pinguclim se han definido los efectos potenciales, directos e indirectos, que el cambio global podría estar produciendo en la fisiología de los pingüinos antárticos y que podrían explicar finalmente la reducción de sus poblaciones. Uno de los aspectos principales en los que se centra la investigación es la determinación de los efectos de parásitos y patógenos sobre estas aves, las implicaciones que cambios en la dieta derivados de la reducción del krill podría tener en la exposición a nuevos parásitos, al incorporar nuevas presas alternativas, y cómo los pingüinos responden a través de su sistema inmunitario. Por ejemplo, los parásitos intestinales pueden suponer una reducción del 6% del peso en los pollos, lo que podría comprometer su supervivencia considerando la relación que se ha encontrado entre ambas variables.

Distribución en la península antártica de las colonias muestreadas por el proyecto Pinguclim.

Contaminantes orgánicos y metales pesados

El menor consumo de krill lleva asociado a su vez la menor ingestión de carotenos, potentes antioxidantes que tienen una especial relevancia en el desarrollo del propio sistema inmunitario. También la tienen en la eliminación de radicales libres producidos por la actividad aeróbica de los pingüinos en los distintos estadios del ciclo biológico y por la presencia de contaminantes, y que contribuyen al denominado estrés oxidativo. Tal y como se ha comentado, el aislamiento de la Antártida la ha protegido de las acciones del hombre, considerándose un lugar casi prístino. Sin embargo, en los últimos años se ha detectado la presencia de contaminantes orgánicos persistentes como PCBs, PCFs o ftalatos tanto en el krill como en las especies de estudio procedentes de las zonas habitadas a miles de kilómetros de la Antártida, en algunos casos con concentraciones de cierta magnitud. También se ha puesto de manifiesto la presencia de niveles altos de metales pesados como el plomo, cromo o níquel asociados a la actividad humana en la zona. La ingestión de dichos compuestos se produce a través de la dieta, y por tanto es necesario conocer las zonas de alimentación y cómo los pingüinos acceden a las presas para una comprensión más completa de toda la compleja red de relaciones entre los distintos factores.

Colonia de pingüino barbijo Ändres Barbosa

Y, además, sobrepesca

Recientemente, y gracias al desarrollo tecnológico a partir de dispositivos que incorporan GPS, profundímetros y acelerómeros, es posible obtener esta información y conocer cómo es el uso del hábitat marino y cuál es el comportamiento de alimentación. Por el momento se está en una fase inicial de esta investigación que permitirá evaluar otros factores de gran interés como la interacción de los pingüinos con la explotación pesquera del krill en las zonas de alimentación donde diversos países como Noruega, Korea o Japón pescan hasta 237.000 toneladas, como sucedió en 2017. Esta explotación del krill se suma a la reducción de su abundancia debido al cambio climático y también al aumento de la competencia con otros depredadores como ballenas y focas, que han aumentado sus poblaciones al disminuir sus capturas gracias a las leyes de protección.

La investigación de la ecología de los pingüinos ofrece una oportunidad excepcional para detectar los cambios que se producen en el océano austra

La investigación de la ecología de los pingüinos ofrece una oportunidad excepcional para detectar los cambios que se producen en el océano austral, valorarlos y proponer medidas de conservación. Por ello la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Antárticos, que regula la explotación pesquera en el área, considera estas especies de especial relevancia para la toma de decisiones en relación a los cupos de pesca de krill y para el diseño de las áreas marinas protegidas en la región. El caso reciente de la del mar de Ross ha permitido la protección de 1,55 millones de km2 de superficie del océano austral. Actualmente se trabaja en la propuesta de una nueva área marina protegida en la península antártica donde los resultados obtenidos del estudio de las poblaciones de pingüinos barbijo, Adelia y papúa serán determinantes para su diseño y aprobación.


Andrés Barbosa es investigados científico del CSIC y vicepresidente segundo de la Junta directiva de SEO/Bridlife. Este artículo apareció publicado en la revista Aves y Naturaleza