Todavía tiene ese aire de base militar de película de los sesenta. No hay jeeps ni uniformes. Pero podrían imaginarse dentro de este viaje a otro tiempo entre sus hangares de ladrillo y portón de madera. Aunque dependa del Ministerio de Defensa, el Instituto de Técnica Aeroespacial (INTA) nació en plena posguerra con vocación astronómica en los terrenos de lo que es la actual base aérea de Torrejón. Desligada de ella, y contigua a ésta, entre sus múltiples proyectos hay unas salas asépticas que se han especializado en poner ojos a cuanto pasa fuera de nuestro planeta. El Laboratorio de Instrumentación Espacial (LINES) es puntero a nivel internacional en hacer cosas muy pequeñas que nos permiten ver las más grandes gracias a telescopios y sensores orbitales. Su próxima misión, acercarse lo más posible al Sol para sacarle una foto nunca vista antes. Torrejón pone ojos al cosmos.
Alberto Álvarez recibe a las cámaras de El Independiente –tras haberles pasado un baño de desinfectante– en la mayor de las salas del LINES. Enfundado en su mono y mascarilla, recuerda que "sería terrible que estos aparatos fueran al espacio contaminados. No podemos llevar a otros planetas o satélites suciedad o mircobios. ¡Sobre todo si pretendemos encontrarlos allí!". Y es que aquí se inventan y construyen las piezas que cargan satélites, sondas o, incluso, rovers que se plantan en Marte. En concreto, los que tienen que ver con la captación de imágenes, con o sin luz.
"En este área lo que hacemos fundamentalmente son instrumentos ópticos para el espacio: telescopios que nos permiten observar desde el espacio cosas que no podemos observar desde la Tierra y desarrollar las nuevas tecnologías para esos requerimientos", apunta este científico, cuya última misión ha sido coordinar el desarrollo de la óptica de dos telescopios que la ESA prevé mandar al Sol en 2020.
En las instalaciones del INTA hay hangares que acogen megaestructuras, como partes de cohetes (actualmente, un modelo del Arianne V) sobre las que se hacen pruebas y certificaciones. Pero los inventos surgen en lo más pequeño. "Pensamos que el espacio son las grandes naves, pero lo que le da valor a una misión son los instrumentos", recuerda Álvarez. "Se requiere que sean lo más pequeños posible y que consuman lo mínimo. Los recursos de una sonda o un satélite son muy limitados. Siempre buscamos unas prestaciones increíbles con la menor masa y volumen". La miniaturización empezó en el espacio.
Pensamos que el espacio son las grandes naves, el valor de una misión son los instrumentos. Y hay que miniaturizar.
Ha trabajado con la ESA y la NASA (por ejemplo, en la misión Sunrise). El laboratorio LINES cuenta con patentes sobre el uso de cristales líquidos para poder retratar mejor desde objetos lejanos como el Sol, hasta los microscópicos. Esta tecnología permite observar con precisión y a enorme resolución la polarización de la luz, la manera y dirección en que vibran sus ondas. Esos efectos se ven, por ejemplo, al girar unas gafas de sol de cristales polarizados. En algunos ángulos, cambia el color de las cosas o, directamente, no se ve nada. "Son como rendijas", ejemplifica Álvarez.
En este caso, puede ser útil en sondas espaciales o telescopios en órbita para hacer mapas del campo magnético. "En el caso del Sol, es lo explica cómo funciona la estrella". En ella se producen tormentas y eyecciones que son potencialmente peligrosas para la Tierra. En buena medida, las misiones Solar Orbiter de la ESA y la misión Parker de la NASA van destinadas a anticiparnos a efectos devastadores. Se trata de hacer un pronóstico del tiempo solar.
En este laboratorio hay desde tecnología punta, hasta la más aparentemente simple: una trampilla para que entre el sol. Este dispositivo se pondrá en marcha en breve. Puede sonar a broma, pero en lugares en que se ponen a prueba instrumentos que casi tocarán el Sol con hornos y simuladores, que les dé el sol (el de verdad) es una ventaja a la hora de hacer mediciones. Y "pocos países como España para que entre el sol".
Del Sol al cáncer, pasando por el cine
Aunque la última remesa de instrumentos partió ya camino de Alemania, donde se sumarán al resto de componentes que se ensamblarán en la nave Solar Orbiter, en el INTA se sigue investigando sobre los cristales del futuro. Para cuando la sonda del Sol haya cumplido su vida útil, un instrumental similar estará usándose en la Tierra, "en aplicaciones con enorme retorno de inversión", recuerda Álvarez, en referencia a los costes de la industria aeroespacial.
"Por poner un ejemplo, los cristales líquidos de los que hablamos ya se utilizan en descripción de tejidos cancerosos, que no se pueden ver habitualmente con otras técnicas". Pueden servir para observar desde el cielo masas vegetales, vigilancia remota, estudios climáticos, etc.
"Estamos particularmente orgullosos de la patente que tenemos sobre cristales líquidos", pero Álvarez destaca la manera en que las tecnologías, a priori, del espacio, terminan en nuestras manos: "Recientemente hemos recibido un proyecto de la ESA para desarrollar nuevos objetivos para las cámaras de cine".
Por lo pronto, la próxima película que saldrá de los estudios de Torrejón se filmará en el Sol no antes de 2021.
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