Las células tumorales son inmortales. Ellas no envejecen como las células sanas. Se mantienen de manera aberrante eternamente jóvenes. Con este comportamiento maligno como inspiración, la bióloga molecular María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), trata de diseñar una estrategia sólida para detener el cáncer. Desde hace 15 años desarrolla su investigación junto a la docena de científicos que forman su Grupo de telómeros y telomerasa.
“Nosotros no estamos programados para envejecer. No existen genes Terminator que nos abocan a la muerte”, asegura la científica. “Todo lo contrario, tenemos unos genes que nos mantienen jóvenes, fuertes y sanos hasta que fallan de repente”, indica. El declive varía según la especie. Un ratón permanece joven un año, los humanos hasta los 40 o 50, y las ballenas boreales unos 200 años. Estas variaciones tienen que ver con la perpetuación de los genes.
No estamos programados para envejecer. No existen genes Terminator que nos abocan a la muerte
"El individuo debe estar sano para transmitir sus genes a la siguiente generación. Tras ello la actividad de estos genes protectores decae. Esta es la causa de muchas enfermedades que aparecen con la edad, como el alzheimer, el parkinson o la fibrosis pulmonar”, explica. Si estos genes no fallaran seríamos capaces de llegar a los 80 o 90 años sin enfermedades. Como efecto colateral se alargaría nuestra vida.
Algunos de estos genes que evitan el envejecimiento son los que frenan el deterioro de los telómeros. “A ellos he dedicado mi vida como investigadora”, reconoce. Los telómeros son una especie de armazón hecho de ADN y proteínas que protege los extremos de los cromosomas. Su función no es contener información para la síntesis de algún elemento de nuestro organismo, sino proteger a la célula del envejecimiento que se produce con la división celular.
Los telómeros se van erosionando con el número de divisiones celulares. Se van acortando hasta que llega un momento en el que están tan dañados que la célula deja de dividirse, muere o entra en un proceso llamado senescencia, pierde su capacidad para regenerar tejidos y aparecen las enfermedades. “Es parte de la vida, que está diseñada de manera imperfecta”, describe.
De mantener a los telómeros en buen estado se encarga la enzima telomerasa. Si su actividad es alta, la longitud del telómero se mantiene y el envejecimiento celular se retrasa. La descubrió Carol Greider, una estudiante de posgrado que tenía como supervisora a la bioquímica australiana Elizabeth H. Blackburn, la científica que descubrió para qué servían los telómeros, junto al biólogo molecular inglés Jack W. Szostak en 1978. El día de Navidad de 1984, la joven científica de 23 años, descubrió signos de la presencia de esta sustancia. La bautizaron como telomerasa. Por estos descubrimientos los tres científicos recibieron el Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 2009. Hoy está bajo el microscopio de múltiples grupos de investigación. Es una de las moléculas con más potencial para frenar el cáncer y el envejecimiento.
La telomerasa está presente durante el desarrollo embrionario. Cuando nacemos se silencia en todas las células excepto en las células madre adultas, que necesitan la molécula para mantener los telómeros largos para replicarse y diferenciarse con rapidez cuando son utilizadas para reponer algún tejido dañado. El cáncer se salta estas normas. Las células cancerosas tienen mucha telomerasa. Gracias a ella se dividen en masa, evitan la muerte y la expresión de los supresores tumorales.
Desarrollar terapias que inhiban la telomerasa de las células tumorales para frenar el cáncer sería revolucionario. El grupo de Blasco, que cuenta con el apoyo de la Obra Social “la Caixa”, trabaja en esta dirección. "Estamos intentando destruir los telómeros en las células del cáncer. Tenemos un programa de desarrollo de fármacos, de moléculas que sean capaces de destruirla. En ratones que padecen cáncer de pulmón hemos conseguido bloquear el crecimiento tumoral. También funciona en glioblastoma, un tumor cerebral que es de los más mortales", rememora.
La empresaria que experimenta consigo misma
Otra estrategia es frenar el envejecimiento estimulando la actividad de la telomerasa. “No me cabe ninguna duda de vamos a poder regular el proceso de envejecimiento. Ya se regula en ratones, y nosotros no somos tan diferentes de un ratón”, afirma la experta. En 2008, el grupo de investigación de Blasco creó un ratón transgénico llamado Triple que tiene telomerasa en el organismo adulto, y vive un 40% más que un ratón convencional. Es decir, vivió su vida máxima sin padecer enfermedades. En 2012 activaron la telomerasa mediante terapia génica. Usaron virus como vehículos para insertar genes en el organismo. “Conseguimos retrasar el envejecimiento y la aparición de muchas patologías, lo que nos confirma que estas enfermedades tienen su origen en el envejecimiento celular”, señala.
Esta técnica no se puede usar en humanos hoy en día, la legislación no lo permite porque el envejecimiento no se considera una enfermedad y por lo tanto no se pueden hacer ensayos clínicos. La empresaria Liz Parrish ha instalado su empresa Bioviva en las islas Fiji, con un vacío legal al respecto, para investigar esta técnica en humanos. Está experimentando consigo misma. Dice que ha rejuvenecido sus leucocitos 20 años. “No es un ensayo clínico. Para probar una terapia hay que comparar un grupo de pacientes que no recibe el tratamiento y otro que sí lo recibe para saber si realmente provoca algún efecto. Solo con un individuo no se puede extraer ninguna conclusión”, puntualiza María.
La persona más longeva del mundo es la francesa Jeanne Calment, que murió a los 122 años. Hoy en día cerca de 500.000 personas superan los 100 años de vida, cifra que se duplicará cada década. Con los avances que logre el equipo de María Blasco no llegaremos a los 1000 años como anuncian algunos gurús antienvejecimiento, pero quizá sí logremos esquivar el cáncer y vivir los años que nos quedan en plenitud.
Contenido elaborado con la colaboración de Obra Social la Caixa
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