Sólo en los últimos 20 años, España ha perdido un 17% de su ave más urbana: el gorrión común. Recientemente, el Ayuntamiento de Madrid anunció un plan para mejorar las condiciones de vida de este pájaro, incluyendo acceso a aguas no contaminada e insectos, base de su dieta. Pero, ¿y si el ruido de los coches también les estuviera afectando?
Investigadores del Instituto Max Planck de Ornitología (Alemania) y la Universidad Estatal de Dakota del Norte, (EE.UU.) se centraron en otro animal, el diamante, pariente de canarios y pinzones. Investigaron el efecto del ruido del tráfico en la longitud de los extremos de sus cromosomas (telómeros), lo cual determina cuán viejos están.
Los investigadores descubrieron que los pájaros que estaban expuestos al sonido del tráfico después de abandonar el nido tenían telómeros más cortos a los 120 días de edad que los diamantes que estuvieron expuestos al ruido hasta 18 días después de la eclosión (antes de abandonar el nido) y cuyo los padres estuvieron expuestos al ruido del tráfico durante el cortejo, la puesta de huevos y el anidamiento. Los ejemplares expuestos al ruido después de abandonar el nido también tenían telómeros más cortos que aquellos que no habían estado expuestos al ruido del tráfico, según publican en Frontiers in Zoology.
Los telómeros son los capuchones en los extremos de los cromosomas que protegen a los genes del daño. El acortamiento de los telómeros indica un envejecimiento biológico acelerado. Para entender el proceso, puedes echar un vistazo a uno de los laboratorios del mundo más avanzados en el estudio de telómeros: el de María Blasco, en Madrid:
No es la primera vez que se investiga el ruido de origen humano en las aves. A principios de 2018, un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences señalaba que hasta tres especies mostraban signos de estrés postraumático causado por contaminación sonora. Tenían los niveles de una hormona disparados, "probablemente por ansiedad, distracción e hipervigilancia". Ahora se demuestra, por primera vez, que también podrían morir antes de tiempo.
La doctora Adriana Dorado-Correa, señala que su estudio "sugiere que el ruido urbano solo, independiente de muchos otros aspectos de la vida urbana, como la contaminación lumínica o la contaminación química, está asociado con una mayor pérdida de telómeros y puede contribuir al envejecimiento en pinzones cebra. Nuestro estudio es un primer paso hacia la identificación de los mecanismos causales que pueden explicar las diferencias en la duración de la vida observada entre las aves que viven en entornos urbanos o rurales".
Parecía que se adaptaban... pero no tanto
Su colega, Sue Anne Zollinger, apunta al elemento estrenaste del ruido: "El envejecimiento celular como resultado de factores estresantes urbanos es algo que puede no tener un impacto muy visible, pero nuestro estudio indica que aunque las aves parecen estar adaptándose a la vida en ciudades ruidosas, es más importante tener en cuenta las etapas de desarrollo de las aves cuando se estudian los efectos de la urbanización, ya que los mecanismos por los cuales los cambios en el hábitat inducidos por humanos pueden afectar a los individuos pueden cambiar a lo largo de su vida".
Las primeras semanas de vida del pollo son las más sensibles al ruido. Es cuando aprenden el trino
Como sólo los diamantes expuestos al ruido después de abandonar el nido tenían telómeros más cortos, los autores sugieren que el tiempo entre 18 y 120 días después de la eclosión es un período crítico durante el cual las aves se ven más afectadas por el ruido.
Este período de tiempo también es cuando los diamantes comienzan el aprendizaje del trino, lo que puede hacerlos más sensibles al ruido. Por el contrario, los pinzones cebra pueden ser menos sensibles al ruido mientras se encuentran en el nido, y las aves parentales pueden realizar cambios de comportamiento para proteger a la cría de los efectos negativos de la exposición al ruido.
Los investigadores evaluaron el impacto de la exposición al ruido de tráfico en un total de 263 aves comparando las longitudes de los telómeros a los 21 y 120 días después de la eclosión bajo tres condiciones diferentes: aves que eclosionaron a los padres que estuvieron expuestos al ruido, con la descendencia expuesta hasta 18 días después de la eclosión; aves que eclosionaron a padres no expuestos al ruido pero que estuvieron expuestos al ruido desde el día 18 al 120; y controles en los que ni los padres ni los pollitos estuvieron expuestos al ruido.
El ruido del tráfico utilizado en el estudio consistió en grabaciones del tráfico de la calle que imitaban los patrones típicos de ruido urbano. Los investigadores recogieron muestras de sangre para cada ave descendiente a los 21 y 120 días después de la eclosión para medir la longitud de los telómeros y la tasa de pérdida de telómeros.
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