Diferentes estudios empezaron a probar algo que intuían marineros y organizaciones ecologistas: el mar es demasiado ruidoso. Incluso, aunque no lo oigamos. Las ondas de los sónares de barcos y submarinos, así como las prospecciones industriales estaban machacando los oídos, sistemas de orientación y enmascarando las comunicaciones entre animales del mar. Además, los asusta, lo que los hace salir a la superficie demasiado rápido. Eso, al menos en una extensión de 46.385 km2, ya no debería volver a ocurrir. El Independiente viaja por las aguas del corredor mediterráneo en que los cetáceos y tortugas están, desde este año, protegidos por el Ministerio de Medio Ambiente. Y nos acercamos a las aguas del Estrecho de Gibraltar a bordo del barco Esperanza de Greenpeace, un lugar por donde acceden buena parte de las especies que migran al Mediterráneo a alimentarse y reproducirse, y que tienen que lidiar con una constante hora punta de barcos que cruzan la zona. | Vídeo: M.V, GP.
Desde hacía años, algo estaba matando a cetáceos y tortugas en el Mediterráneo. Un fenómeno extraño para expertas buceadoras que, sin embargo, aparecían en las costas con sus órganos llenos de burbujas de nitrógeno. Síndrome descompresivo en especies perfectamente adaptadas para no sufrirlo. Además, rorcuales o zifios desorientados, varados y con hemorragias. ¿Qué estaba pensado?
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