Hace 30 años, el Mediterráneo perdió a la mitad de sus delfines. Una extraña enfermedad acababa con su sistema inmune, provocaba neumonía y encefalitis. Se detectó que todo venía de un morbillivirus, familia del sarampión humano y la peste bovina. Es el virus más letal entre los mamíferos acuáticos. Pero es escenario se ha vuelto aún peor. Desde 2012, una nueva variante del virus ya no provoca las plagas de brotes como los de 1988 o 2011, pero se ha asentado en aguas mediterráneas y destruye de manera virulenta delfín por delfín.
En el último brote de 2011, tan solo en la Comunidad Valenciana, aparecieron varados 50 cadáveres en mes y medio. Sin embargo, a partir de 2012, se detectó un cambio en el patrón de esta enfermedad que, ahora se sabe, se debió a la existencia de una nueva variante del virus. Esta es la principal conclusión que acaba de ser publicada en BMC Veterinary Research como resultado de un estudio pionero de la Fundación Oceanogràfic en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid, con el Centro de Investigación en Sanidad Animal (CISA-INIA) y la Universidad de las Palmas de Gran Canaria.
“En el Mediterráneo sólo registrábamos epidemias de Morbillivirus, pero a partir de entonces empezaron a aparecer animales infectados de manera aislada”, explica Consuelo Rubio-Guerri, coordinadora de Investigación de la Fundación Oceanogràfic y principal firmante de la publicación. Al secuenciar el virus, detectaron que se trataba de una cepa distinta a las locales, pero idéntica a una que se ha descrito en el Atlántico.
El virus que vino del Atlántico
La hipótesis de la científica es que la variante del virus fue introducida en aguas del Mediterráneo por un animal portador proveniente de aguas atlánticas, que infectó a especímenes locales. También considera Rubio-Guerri que “no se trata de una colonización puntual y circunscrita a las costas españolas –muy cercanas al Estrecho donde se comunica con el océano - sino que la cepa se ha asentado y está circulando en este mar”. Prueba de ello sería que se han encontrado otros casos similares en regiones de Francia e Italia.
“Con este estudio alcanzamos una mayor comprensión del virus y su capacidad de expansión, lo que nos permitirá avanzar en el conocimiento de la enfermedad”, señala la investigadora de la Fundación Oceanogràfic. “La principales dificultades para entender mejor esta devastadora enfermedad es que se da entre cetáceos salvajes, que existe una alta mortandad entre los infectados y que no se pueden plantear infecciones experimentales como sí se realizan con algunas especies de laboratorio”, explica Rubio-Guerri. Por ello, “la investigación se limita a la información que aportan los cadáveres de aquellos que llegan varados a nuestras orillas”.
El estudio del Oceanogràfic se basa en cinco animales muertos por el virus, del total de los 322 recogidos en las costas valencianas desde 2010. El Animal nº 1 se recogió en 2011, el nº 2 en 2012, el nº 3 en 2014 y los nº 4 y 5 en 2015. Tras secuenciar genéticamente el virus que provocó su muerte, se apreció que el nº 1 era idéntico al que causó la epidemia mediterránea de 2011, mientras que los 4 restantes eran idénticos a la cepa del Atlántico Norte.
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