El glifosato ha sido la diana de colectivos en contra del uso de determinados herbicidas, pese a que no hay evidencias de que afecten a la fauna en las cantidades en que se debe utilizar. Es común su uso en ciudades para evitar la proliferación de las llamadas malas hierbas, aunque Madrid limitó su uso el pasado 2017 por considerar que puede "afectar al normal funcionamiento endocrino". Pero, aunque nadie ha conseguido probarlo concluyentemente, sí que podría estar entre las sustancias que repercuten negativamente en la vida de las abejas.
Un estudio publicado este martes en PNAS ha demostrado que está detrás de afecciones intestinales en abejas de Texas, Estados Unidos. Una nueva investigación de la Universidad en Austin muestra que las meleras expuestas al glifosato, el ingrediente activo en el extendido Roundup de Monsanto, pierden algunas de las bacterias beneficiosas en su intestino y son más susceptibles a la infección y muerte por bacterias dañinas.
Debido a que el glifosato interfiere con una enzima que se encuentra en las plantas y los microorganismos, pero no en los animales, durante mucho tiempo se ha supuesto que no es tóxico fuera del mundo vegetal, incluidos los seres humanos y las abejas. Pero este último estudio muestra que al alterar el ecosistema de bacterias que viven en el tracto digestivo de la abeja, incluidas las que lo protegen de las dañinas, el glifosato puede complicar su capacidad para combatir las infecciones.
Murió el 90% de las abejas expuestas a una bacteria
Los investigadores expusieron a las abejas meleras al glifosato en niveles propios de campos de cultivo, jardines y veredas de caminos. Los investigadores pintaron los lomitos de las abejas con puntos de colores para que pudieran ser rastreadas. Tres días después, observaron que el herbicida redujo significativamente la microbiota intestinal saludable. De ocho especies dominantes de bacterias sanas, cuatro resultaron ser menos abundantes. La especie bacteriana más afectada, Snodgrassella alvi, es un microbio crítico que ayuda a las abejas a procesar los alimentos y defenderse de los agentes patógenos.
Las abejas con microbiomas intestinales deteriorados también tenían muchas más probabilidades de morir cuando más tarde se expusieron a un patógeno oportunista, Serratia marcescens, en comparación con las abejas con tripas sanas. Serratia es un patógeno oportunista generalizado que infecta a las abejas en todo el mundo. Aproximadamente la mitad de las abejas con un microbioma saludable seguían con vida ocho días después de la exposición al patógeno, mientras que solo una décima parte de las abejas cuyos microbiomas habían sido alterados por la exposición al herbicida todavía estaban vivas.
"Los estudios en humanos, abejas y otros animales han demostrado que el microbioma intestinal es una comunidad estable que resiste infecciones por invasores oportunistas", dijo Moran. "Así que si interrumpes a la comunidad normal y estable, eres más susceptible a esta invasión de patógenos".
De las mariposas monarca a las abejas
Hace más de una década, los apicultores de EE. UU. Comenzaron a encontrar sus colmenas diezmadas por lo que se conoció como el trastorno del colapso de colonias. Millones de abejas desaparecieron misteriosamente, dejando granjas con menos polinizadores para cultivos. Las explicaciones para el fenómeno han incluido la exposición a pesticidas o antibióticos, la pérdida de hábitat y las infecciones bacterianas. Este último estudio agrega herbicidas como un posible factor contribuyente.
"No es lo único que causa todas estas muertes de abejas, pero definitivamente es algo de lo que la gente debería preocuparse porque el glifosato se usa en todas partes", señala Motta. Los abejorros nativos tienen microbios similares a las abejas meleras, por lo que creen que es probable que se vean afectados por el glifosato de manera similar.
La propia eliminación de malas hierbas en según qué entornos es condenada por grupos conservacionistas. Hay pruebas del declive de la mariposa monarca por la desaparición del algodoncillo, la planta donde ponen sus huevos y de la que se alimentan las orugas. El glisofato lo mata como hace con el resto de las hierbas de los jardines fumigados.
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