Arthur Ashkin (Estados Unidos), Gérard Mourou (Francia) y Donna Strickland (Canadá) compartirán las 9 millones de coronas suecas del Premio Nobel de Física 2018 por sus contribuciones al desarrollo de la tecnología láser aplicada a objetos muy pequeños. En realidad, convertir a diminutos pulsos de esta luz en una especie de pinzas microscópicas con las que manipular, por ejemplo, una célula. Hoy ya se usan en muchos laboratorios. Y, para Ashkin, el pionero, todo empezó con Star Treck.
Arthur Ashkin tuvo un sueño: imaginó los rayos de luz moviendo objetos. En la serie de culto que comenzó a mediados de la década de 1960, un rayo tractor se puede utilizar para recuperar objetos, incluso asteroides en el espacio, sin tocarlos. Por supuesto, esto suena como ciencia ficción. Podemos sentir que los rayos del sol llevan energía, nos calientan, perno no sentimos que nos empujen. Somos muy grandes para él, pero, ¿qué pasa con lo más pequeño?
Inmediatamente después de la invención del primer láser en 1960, Ashkin comenzó a experimentar con el nuevo instrumento en Bell Laboratories, fuera de Nueva York. En un láser, las ondas de luz se mueven coherentemente, a diferencia luz blanca ordinaria en la que los rayos se mezclan en todos los colores del arco iris y se dispersan en todas direcciones.
Ashkin se dio cuenta de que un láser sería la herramienta perfecta para hacer que los rayos de luz movieran pequeñas partículas, aunque debió agregar lentes para poder controlarla. Había inventado trampas para partículas.
En sus intentos de capturar partículas cada vez más pequeñas, utilizó muestras de pequeños virus. Tras dejarlos al aire durante la noche, las muestras estaban llenas de partículas grandes que se movieron por todos lados. Usando un microscopio, descubrió que estas partículas eran bacterias que no sólo estaban nadando libremente; cuando se acercaron al rayo láser, quedaron atrapadas en la trampa de luz. Estaba descubriendo una diana para matar o manipular selectivamente microbios.
La mujer que se inspiró en los árboles de Navidad
Pasaron los años. Donna Strickland se mudó a Canadá procedente de Rochester (EE.UU.). En el laboratorio había un árbol de Navidad iluminado por láseres verdes y rojos. Le encantaban. Esa imagen, junto a lo que estaba investigando su jefe entones, Gérard Mourou, la inspiró para crear láseres menos continuos que los del árbol, pero mucho más potentes. Un amplificador láser a base de pulsos cortos.
La técnica, desarrollada entre los dos, se llama CPA y consiste en empaquetar más luz en menos espacio y tiempo. Por así decirlo, es como tirar de golpe un cubazo de 5 litros de agua frente a usar una regadera con la misma cantidad de líquido.
Gracias a estas técnicas tenemos memorias mucho más eficientes o cámaras superlentas
La técnica CPA revolucionó la física del láser. Se convirtió en el estándar para todos los láseres posteriores de alta intensidad y una puerta de entrada a áreas y aplicaciones completamente nuevas en química y medicina.
Hoy, gracias a estas técnicas tenemos memorias mucho más eficientes en nuestros dispositivos. O las cámaras superlentas más espectaculares y útiles para la ciencia. Aunque también se utilizan para perforar o revelar propiedades de sustancias e inspeccionar lo más íntimo de la materia, especialmente en lo que electrones se refiere, con lo que puede tener de útil en la creación de superconductores o placas solares más interesantes.
Mujer y Nobel, una rara ecuación
La Academia Sueca podrá soslayar discretamente esta vez las críticas que año tras año se repiten por la ausencia de galardonadas. Si bien –como viene siendo habitual– es un premio compartido, que aparezca en la terna de premiados una mujer científica es todo un hito.
Marie Curie abrió la puerta. Pero hoy, apenas un 5% de los premios Nobel recaen en mujeres. Eso sí, la saga familiar de físicas y químicas acumula el 16,6% de los premios de ciencias. Son tan pocas que el porcentaje se dispara con el doble galardón de Marie (Física, 1903. Química, 1911) e Irene (Química, 1935).
La doctora Strickland se convierte en la tercera mujer en recibir el Nobel de Física, junto a Maria Goeppert-Mayer (1963) y Marie Curie (1903). Hasta este mediodía no tenía entrada en Wikipedia, algo que no ha pasado nunca en los últimos años con sus colegas galardonados. "Necesitamos valorar a las mujeres físicas porque están allí afuera... Me siento honrada de ser una de esas mujeres", ha dicho la premiada este año tras conocer el fallo del jurado.
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