Visitamos el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, un lugar que ha demostrado una sorprendente resiliencia ante 45 años de avatares históricos, sequías e incendios. Hoy, como entonces, la sobreexplotación agraria amenaza su sostenilidad. Un paraje de más de 250 especies de aves que hoy vuelven a un entorno inundado y reconquistado por especies vegetales autóctonas. | Vídeo: M.V.
Que una planicie manchega sea laguna sólo podía se cosa de magia hasta los tiempos modernos. Pero aún hoy, el humedal del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel es un milagro único en Europa. Al borde de su desaparición más de una vez, hoy el paraje sigue fiando su supervivencia a la generosidad hídrica de sus cielos, cuando bajo sus tierras habita un infierno en potencia, que en al menos dos episodios ha estado a punto de devorarlo desde dentro.
En 2019 se cumplirán diez años de uno de los acontecimientos más insólitos de Las Tablas. Sus entrañas empezaron a arder bajo tierra de manera espontánea. El incendio fue la consecuencia de un Guadiana seco desde 1986 a su paso por este entorno ciudadrealeño. La agricultura que se bebe el acuífero y la falta de lluvias habían roto el suelo, permitiendo la entrada de oxígeno a las capas de turbas subterráneas, fácilmente inflamables cuando se ponen a 200ºC.
Hoy, un tercio de esas tierras vuelve a estar inundado y más de 5.000 grullas regalan un espectáculo visual y sonoro donde el subsuelo había ardido. Pero el Parque Nacional tiene sed, pese a las abundantes lluvias para esta zona en 2018. La explotación agrícola del llamado acuífero 23 (Mancha Occidental 1), la enorme bolsa de agua bajo tierra que abre los ojos al Guadiana, se bebe Las Tablas.
"Hay cultivos prácticamente a los pies del Parque", explica Carlos Ruiz de la Hermosa, director del Parque Nacional. Aunque ya no cabe hablar de "pozos ilegales", porque se han producido regularizaciones, en 2005 y 2015, de explotación del acuífero.
"De no haber sido por las lluvias caídas desde marzo de este 2018, estaríamos ante un Guadina seco.", recalca Ruiz de la Hermosa, participante en las Jornadas de Meteorología y Promoción Turística del Medio Natural en que ha participado El Independiente. He ahí su sempiterna fragilidad. La historia de Las Tablas de Daimiel es la de un sinvivir de lágrimas en los ojos del Guadiana. Y casi siempre lágrimas secas.
Y Francó secó Las Tablas
Todo empieza en 1971, cuando Franco deseca el río Gigüela a la entrada de lo que sería luego Parque Nacional. La ley de 1956 ganaba terreno para el cultivo con la excusa de acabar con el paludismo. 25.000 hectáreas de llanuras de inundación perdidas. Un movimiento ciudadano consigue parar en 1973 el proceso, de la mano de Félix Rodríguez de la Fuente. Se crea el parque Nacional y en los ochenta, ya con la democracia, se rehabilita y el Gigüela y el Guadiana vuelven a desparramarse por Las Tablas.
La esperanza dura hasta 1986. La agricultura perfora el acuífero sin control. Las sedientas romolachas y maizales cercan al Parque Nacional. La sequía y un incendio subterráneo que salta a la superficie están a punto de hacer al Estado tirar la toalla. Ocurrió lo contrario y se inició una campaña de recuperación.
Hoy son los ajos y cebollas los regadíos que ocupan esos terrenos, si bien han entrado los cereales o viñedos –con menos demanda de agua–, cuando otros han dejado de ser rentables.
"Castilla-La Mancha es el vaso de agua de Tip y Coll. Pasan todas las cuencas de España menos el Miño", afirma muy gráficamente Antonio Luengo, director de la Agencia del Agua de Castilla-La Mancha. "A ningún río le sobra agua. Lo primero es lo medioambiental y luego vienen los usos de ese agua". El Alto Tajo ha alimentado tradicionalmente a Las Tablas, aunque eso se paró en 2009. Con el trasvase hemos topado, aunque el director de la Agencia explica que "por donde más agua se va de Castilla-La Mancha es por el Júcar".
Luengo apunta a las malas prácticas y errores de autorregulación entre algunos regantes."Desde caudalímetros que están bypasseados, a otros que tienen un imán (para trucarlos) y no contabilizan los hectómetros cúbicos". Recuerda haber visto pívots de regadío (enormes aspersores que giran circularmente) y viñedos dentro del embalse. "No podemos ser voraces en ese sentido y cometer los mismos erroes que otros".
Prácticamente han desaparecido los Ojos del Guadiana y la solución es que el Parque compre la zona de regadío colindante
A eso se suma la "contaminación por nitritos (ganadería) pero, sobre todo, nitratos (provenientes de fertilizantes) en las masas de agua, muchas están para cerrar".
"Prácticamente han desaparecido los Ojos del Guadiana", explica gráficamente y hay una sola solución: comprar la zona de regadío colindante. Eso ha permitido recuperar espacios y crear un territorio de colchón frente a las zonas inundables. El problema es que esa política sólo es posible en momentos de bonanza económica y arcas llenas en la Administración Pública.
Humedales y cambio climático
En paralelo, el cambio climático hace que las desviaciones en las precipitaciones medias sean más pronunciadas y en 10 años las temperaturas medias han subido unos 2,5 grados en la zona. "Estamos en un ascenso que en el peor escenario supone más de 5 grados" para mediados de siglo XXI, explica el geógrafo y climatólogo Jonathan Gómez Cantero, autor del II Estudio sobre el Impacto del Cambio Climático en Castilla-La Mancha.
"La sequía es recurrente y natural en nuestro clima", recuerda. Pero hay una serie de datos preocupantes que ponen de relieve la vulnerabilidad de ciertos ecosistemas manchegos ante un cambio en el clima. Según datos de AEMET, de 1981 a 2016 la temperatura media en verano ha subido 2,14ºC en la provincia de Ciudad Real. Las temperaturas máximas previstas para el presente siglo seguirán es ascenso.
"Caen los días de heladas y aumentan los de días cálidos, mientras que las temperaturas por debajo de cero grados son un insecticida natural contra ciertos vectores de enfermedades", recuerda Gómez Cantero.
Nadie se imagina hoy un escenario como el de 1956, cuando los humedales de Daimiel eran vistos como un foco de malaria, y el paludismo y las fiebres tercianas campaban a sus anchas por aquí, entre brumas de mosquitos que recuerdan los más mayores.
Pero como pone el estudio de manifiesto, "aunque cambio no significa ni escasez ni aumento, en Castilla-La Mancha todo apunta a un aumento de la temperatura y falta de agua". Lo que Francó secó de forma dirigida, la mano humana global está volviendo a llevarse por delante. "Sin el marzo pasado, que fue muy generoso en precipitciones –el más lluvioso de la serie histórica en ciertos puntos–, hoy Las Tablas de Daimiel estarían otra vez secas", ejemplifica su director.
Daimiel ha vuelto a abrir los ojos. La leyenda dice que son lágrimas de un hechizado, en su condena por vivir bajo tierra, cual Guadiana. Sin embargo en Ciudad Real todo el mundo confía en que sigan brotando y de alegría.
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