Ni el coche que aparca solo. Ni un robot conversacional clásico. Ni el programa con el que juegas al ajedrez. Ni una calculadora. Ni la Roomba que aspira sola la casa. Nada de eso es inteligencia artificial. Ni siquiera los algoritmos más avanzados son necesariamente inteligencia artificial. Lo que siglamos como IA tiene que ver con la capacidad de aprendizaje de la máquina sin que haya una programación de todos sus actos. Un agente racional flexible capaz de ser entrenado mediante la observación de una parte del mundo mediante sensores o entrada de datos, unida a enorme capacidad de cómputo que imita a funciones cognitivas humanas. En términos teóricos (de 1956), una inteligencia artificial cuenta con "la ciencia e ingenio de hacer máquinas inteligentes, especialmente programas de cómputo inteligentes". En realidad, puede verse como máquinas que deducen y máquinas que inducen. Que aprenden y analizan el comportamiento humano para aplicárselo, y aquellas que aprenden interactuando con el entorno. En este vídeo repasamos algunos de sus usos y mitos. | Vídeo: M.V.
10 aplicaciones de IA que ya son realidad:
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