La resaca del anuncio de las primeras niñas editadas mediante corta-pega genético ha dejado un panorama lleno de interrogantes. Más allá del "qué horror" clamado mundialmente al calor de las dudas y controversias éticas y científicas, en la cumbre de Hong Kong donde se planteó no se ha pedido una moratoria al CRISPR. Al contrario: la comunidad investigadora reclama un camino responsable. Poner trabas podría alentar a otros a saltarse las más mínimas regulaciones.
Han pasado varios días después de que Jiankui He presentara en el congreso de Hong Kong el trabajo que supuestamente ha dado lugar a las primeras niñas de la historia fruto de embriones modificados genéticamente. Y aún hoy, el investigador del Instituto Crick británico Robin Lovell-Badge sigue tratando de poner al día su correo electrónico, inútilmente: “Los nuevos mensajes llegan más rápido de lo que tardo en responder los anteriores”, reconoce.
Se comprende. La tormenta ética desatada por He se ha vivido como un debate global febril que aún no ha concluido. Superada la fase de estupefacción, repulsa y condena, los científicos tratan de procesar la escasa información aportada por He en el congreso, y modulan –o lo intentan– mensajes excesivos que llegan al público sobre las posibilidades y riesgos de la edición genética. Hay, sobre todo, una pregunta: ¿Ahora qué?
“Muchos científicos han condenado lo que ha hecho Jiankui He”, explica Lovell-Badge, “pero no porque estén en contra de la edición de la línea germinal humana para curar o evitar enfermedades genéticas, sino porque se ha saltado las normas de la práctica clínica, y porque no ha hecho consultas profundas a otros científicos relevantes, a expertos en la clínica y en ética, a reguladores, antes de implantar los embriones para obtener embarazos”.
Es más, el gen que ha escogido editar He para hacer a las dos niñas inmunes al VIH no se relaciona con una necesidad médica huérfana, “y lo que es peor, las gemelas [objeto de la modificación] podrían estar más expuestas a otras enfermedades, como el virus West Nile y tal vez la gripe”, continúa.
Ante ese panorama, ¿por qué al cierre del congreso de Hong Kong los 14 miembros del comité organizador –Lovell Badge entre ellos– no llamaron a una moratoria de cualquier ensayo que afecte a la línea germinal, como solicitaron, entre otros, Feng Zhang, del Broad Institute del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), uno de los creadores de CRISPR? Al contrario, tras calificar de “irresponsable” y “profundamente inquietante” el proceder de He, los expertos mencionan las ventajas de la edición de embriones, admitiendo que “podría permitir a padres con mutaciones causantes de enfermedades tener hijos sanos genéticamente emparentados”, y que “podría ser aceptable en el futuro” en ciertos casos y siempre que se cumplan criterios estrictos de seguridad y transparencia, entre otros.
Sucede, explica Lovell-Badge, que “existe la preocupación de que los institutos de investigación, las agencias financiadoras y los reguladores endurezcan los requisitos para investigar en métodos de edición lo bastante seguros y eficientes como para ser usados en la clínica. Y esto sería un error, porque podría forzar a otros como He a salirse de los sistemas normales de regulación”.
Dudas sobre las gemelas
El investigador del Centro Nacional de Biotecnología Lluís Montoliu, convertido en fuente española por excelencia en todo lo referente a CRISPR, abunda: “El genio ya está fuera de la botella y no hay marcha atrás. Somos conscientes de que no podemos evitar que haya por ahí otros como He”. Montoliu –que responde desde un congreso en Portugal en el que “todos estamos hablando de esto aunque veníamos para otra cosa”, aboga por definir unas pocas normas claras, a modo de líneas rojas, relativas a la edición de la línea germinal humana, y que adquieran un rango similar a la declaración de derechos humanos.
He está siendo investigado por las autoridades chinas y no ha trascendido aún si su trabajo se considera un delito en su país. Desde el punto de vista ético sus colegas ya le han condenado, sobre todo por poner en peligro la salud de dos niñas que en teoría deberán estar permanentemente controladas. Nadie sabe el efecto que tendrán las supuestas modificaciones de sus genomas, porque parecen ser no solo las primeras personas que las tienen, sino también los primeros animales.
Es lo que ha explicado al mundo vía Twitter Sean Ryder, de la University of Massachusetts Medical School en Worcester (EE UU), tras analizar qué cuentan realmente las diapositivas mostradas por He en el congreso. He pretendía inactivar el CCR5, el gen que emplea el VIH para infectar la célula, de manera que las niñas fueran inmunes al virus; pero las mutaciones logradas en el gen en cuestión son diferentes de las que en la naturaleza se han demostrado efectivas: es imposible saber si funcionarán. “Hasta donde sé, ninguna ha sido estudiada en modelos animales. Moralmente inconcebible”, escribe Ryder. La propia elección del gen diana que se ha querido modificar, CCR5, ha sido muy criticada.
Qué podríamos editar para vivir mejor
En un escenario ideal –con una técnica ya bajo control pleno, segura, con un buen sistema de supervisión–, ¿por dónde empezar? ¿Qué interesaría modificar primero? El premio Nobel David Baltimore, miembro del comité organizador, ha apuntado a enfermedades graves causadas por mutaciones en un único gen, como el Huntington o la enfermedad Tay Sachs. Hoy se puede recurrir al diagnóstico preimplantacional para prevenir miles de enfermedades causadas por un único defecto genético –creando embriones mediante fecundación in vitro e implantando solo los sanos–, pero no si padre y madre tienen la enfermedad.
Para Lovell-Badge, la edición de embriones en estos casos llegará “y probablemente será segura, pero es imposible decir cuándo. Los métodos de edición del genoma avanzan tan rápido que es absurdo hacer predicciones”. Será decisivo también el grado de conocimiento sobre los posibles genes diana de las primeras aplicaciones clínicas: “Sabemos lo bastante sobre los genes implicados en la anemia de células falciformes o la beta talasemia, o sobre la fibrosis quística, pero no sobre CCR5, ApoE4 o muchos otros genes en los que el vínculo con la enfermedad es menos directo, y en los que los genes tienen funciones en múltiples sistemas”.
ApoE4 es uno de los genes asociados con el riesgo de padecer alzhéimer. Pero no determina la enfermedad. Aun así, la semana pasada la revista MIT Technology Review –que fue de las primeras en alertar del trabajo de He– recogía declaraciones de un investigador de la Universidad de Harvard que estaría tratando de modificar ese gen en espermatozoides, con vistas a crear, en un futuro, bebés sin la enfermedad. “He oído todo tipo de informaciones ridículas esta semana, pero esta de usar CRISPR para prevenir el alzhéimer es especial”, escribía al respecto en Twitter el genetista Gaetan Burgio, de la Universidad Nacional Australiana.
¿Bebés de diseño? No sabemos lo bastante
Y si el uso de CRISPR en embriones para prevenir alzhéimer despierta escepticismo, mucho más en el caso del cáncer. Como explica a Sinc Ewan Birney, director del Instituto Europeo de Bioinformática, en Reino Unido, “las enfermedades poligénicas son mucho más complicadas”. No es planteable prevenirlas editando el genoma de embriones. Javier Benítez, director del Programa de Genética Humana del CNIO, está de acuerdo: “En cáncer de mama, por ejemplo, se conocen más de 300 genes implicados, y las combinaciones entre ellos de 30, 70, 100, van a marcar un mayor o menor riesgo. Por otro lado nunca llegaremos a conocer el número de genes que confieren susceptibilidad al cáncer de mama (ahora son 300 pero quizá dentro de 5 años hablamos de 500)”.
CRISPR se emplea en la investigación del cáncer, pero no para prevenirlo en embriones sino para tratar la enfermedad cuando ya ha aparecido, como explica a Sinc Sandra Rodríguez, jefa de la Unidad de Citogenética Molecular del CNIO: “Se han desarrollado ensayos preclínicos en modelos celulares y animales para el tratamiento de leucemias, cáncer de pulmón, hígado o páncreas, pero no sabemos cuándo estarán disponibles estos sofisticados métodos en la clínica”.
En un nivel técnicamente inalcanzable están los rasgos de personalidad e incluso los estéticos: “Con la mayoría de los rasgos físicos, como la altura y la inteligencia, sabemos que hay muchos cientos, sino miles, de genes implicados”, señala Lovell-Badge. “Cada uno contribuye muy poco, así que sería difícil mejorar esos rasgos. Además muchos de estos genes tienen múltiples funciones, alterarlos puede tener efectos positivos en el cerebro y muy negativos en otros sistemas. Simplemente, no sabemos lo bastante como para mejorarnos mediante edición génica. Es mejor hacer deporte y obtener una buena educación”.
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