La Unión Europea es, en algunas ocasiones, un problema para Europa. Con la carrera por dominar la Inteligencia Artificial, y como consecuencia directa el futuro económico y tecnológico, y con Estados Unidos y China con el cuchillo entre los dientes, los socios comunitarios siguen poniendo palos en sus propias ruedas.
Así lo demuestran las nuevas guías que se han dado los 28 miembros, una suerte de esbozo de la inminente regulación que reclama el sector y que han redoblado la apuesta que ya se inició con la implantación del Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) del pasado mes de mayo.
Esa normativa, polémica en el momento de su entrada en vigor, todavía esta verde y con un amplio número de actores muy atrasadas en cuanto a cumplimiento, pero ya lastra el despegue de la Inteligencia Artificial por cómo protege a los usuarios.
A día de hoy, a las empresas les cuesta mucho más reunir datos. Y sin ellos, no hay IA. Para poner en marcha un sistema que sea capaz de pensar por sí mismo hacen falta toneladas de unos y ceros con los que elaborar un modelo de análisis. Si las compañías tienen problemas para recopilarlos, seguirán a la cola de su competencia con bandera china o estadounidense.
Estas guías éticas para el crecimiento de la Inteligencia Artificial en la Unión Europea son, de momento, unas líneas maestras elaboradas por un grupo de expertos que ha reclutado la Comisión Europea, y que está compuesto por académicos, expertos y ejecutivos de compañías implicadas, con la intención de publicarlas como boceto y trabajar luego en un documento que incorpore el feedback recibido.
Los tiempos, que siempre se deben tomar como algo orientativo cuando hablamos de la anquilosada burocracia comunitaria, dictan que para marzo del año 2019 estará preparada la primera batería de normas y que su debate en el Parlamento Europeo será un hecho. Habrá que verlo.
Por detrás
Mientras en Europa nos felicitamos por lo mucho y bien que protegemos a los ciudadanos, en China y Estados Unidos ya nos sacan varios cuerpos de ventaja. Y, con el RGPD de por medio, la distancia es irrecuperable.
China, que incluso es capaz de superar el músculo financiero de sus rivales al otro lado del Pacífico, lleva el liderato por una cuestión muy sencilla: tiene 1.300 millones de habitantes a los que estudiar y, por supuesto, también vigilar. Demasiado fácil
No hay manera de competir con la poderosa maquinaria que son capaces de desplegar las compañías chinas, siempre al abrigo del Partido Comunista, por lo que el modelo no se puede -ni se debe- imitar. Pero a Estados Unidos, que trabaja en un ecosistema que Europa puede imitar, sí que deberíamos ser capaces de mirar de tú a tú.
Es cierto que en tierras norteamericanas se favorece la creación de gigantes tecnológicos y que, además, su dominio en Occidente es imperial, pero a nivel de talento Europa no tiene nada que envidiar. El problema es que las empresas están atadas de pies y manos por su propio Ejecutivo continental y el margen de innovación y maniobra es realmente pequeño.
Por supuesto, la solución no pasa por establecer en Europa un liberalismo salvaje y por dejar a los ciudadanos a merced de los Facebook y Google de turno. Como es costumbre, la solución suele hallarse en el término medio, aprobando normativas que favorezcan la aparición de gigantes que puedan ser relevantes en una industria tan importante como la Inteligencia Artificial.
20.000 millones de inversión
El Ejecutivo continental, además de deslizar sus planes para la industria, ha prometido destinar 20.000 millones de euros en el año 2020 para darle un verdadero empujón a todos los actores que la componen.
No va a ser dinero caído del cielo para todo aquél que desarrolle alguna herramienta basada en la Inteligencia Artificial, pero sí una ayuda para aquellos que se comprometan a seguir las líneas de transparencia y respeto a la privacidad de los ciudadanos que son infranqueables para la Comisión Europea.
Las empresas que quieran optar a llevarse un pedazo del pastel de la financiación tendrán que cumplir con una serie de requisitos a nivel técnico, sobre todo en materia de software, como a nivel estructural, con especial atención a esa transparencia que siempre ponen en primer lugar los 28.
"Por supuesto que hay una competición. Y sí, China y Estados Unidos son los rivales", ha constatado el vicepresidente de la Comisión Europea, Andrus Ansip, que coordina los esfuerzos de los socios en materia digital. "Que sean la competencia no significa que vayamos a copiar el modelo estadounidense o chino", sentenciaba.
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