Algo más de 25 horas en avión separan Madrid del futuro. Concretamente, de Googong y Tuggeranong, dos zonas rurales al sur de Canberra, la capital de Australia, que ya pueden ser consideradas como las ciudades de los drones.
Allí, en la costa sureste del ingente continente austral, ha instalado Google la base de operaciones de su Proyecto Wing, como ha quedado bautizado el programa de entrenamiento de drones que lleva en marcha desde el nacimiento de la idea en el año 2014.
La idea inicial es que unos pocos drones fueran capaces de ayudar con envíos de comida, suministros y medicinas en los momentos posteriores a un gran accidente o un desastre natural, para ayudar a los afectados sin poner en riesgo más vidas humanas.
Con el potencial que han demostrado, las aplicaciones comerciales pasaron rápidamente a ocupar un lugar importante dentro del proyecto y ahora las dos zonas de Camberra, históricamente de perfil ante el ruido tecnológico, han pasado a ser la zona cero de una parte importante de nuestro futuro.
Según los estudios de la Autoridad Aérea Federal de Estados Unidos, para el año 2021 habrá más de 1,6 millones de drones con fines comerciales circulando por el aire. Quizás, con los pasos que está dando Google, sean bastantes más.
Vuelo inteligente
Los drones del Proyecto Wing son totalmente inteligentes. Vuelan de forma automática, viajando para recoger el paquete y luego para entregarlo directamente en el destino que seleccione el comprador.
Cuentan en su interior con un software bautizado como Unmanned Air System Traffic Management, que es capaz de reconocer cualquier obstáculo y al resto de drones que esté volando en las proximidades, para esquivarlos y evitar accidentes y choques.
Este sistema informático combina los datos de Google Maps, Earth y Street View para formar un mapa en tiempo real de sus trayectos, sumando a todo ello la información en tiempo real que recibe de los servidores en la Nube de Google.
En caso de que alguno de ellos se apartara de su rumbo porque hubiera un fallo en el GPS, un piloto puede tomar el control y volver a colocarlo en la dirección correcta. Las intenciones de Google pasan por alcanzar un punto en el que no sea necesario tener a un ser humano vigilando, pero de momento, en esta fase de pruebas, mantienen un estrecho control.
De hecho, Google ya ha participado en una prueba llevado a cabo por la NASA y por la Autoridad Federal de Aviación de Estados Unidos, que tuvo lugar en unas instalaciones en Virginia, cerca de la capital del país. Allí demostraron que un sólo piloto es capaz de controlar toda una flota de vehículos mientras trabajan, teniendo que intervenir únicamente cuando uno de ellos sufre algún problema en su sistema. El test fue un espaldarazo para el gigante de Mountain View.
Diseño a prueba de fallos
El principal problema no es que el dron se pierda en su destino, sino que uno de sus componentes vitales deje de funcionar correctamente y acabe precipitándose contra el suelo o contra cualquier persona que pasee tranquilamente por la calle.
¿Cómo se evitan los sucesos así? Con un plan B. Los ingenieros del Proyecto Wing han colocado por duplicado las piezas más importantes, por lo que si la principal, por lo que sea, deja de funcionar, rápidamente entra en funcionamiento una segunda que hace las mismas funciones. Solucionado.
Gracias a su diseño, los drones son capaces de volar a una velocidad de 120 kilómetros por hora, aterrizando y despegando en vertical. Cada uno de ellos tiene una anchura de 1,5 metros de ala a ala, y se fabrican con la intención de que hagan el menor ruido posible, aunque eso no ha evitado que los habitantes de las dos zonas de Camberra acaben un poco escuchar los zumbidos a su alrededor.
De momento, son capaces de llegar hasta los 14 kilómetros de distancia en pleno vuelo, aunque no están diseñados para hacer, de forma regular, viajes que vayan más allá de los 10 kilómetros.
El sistema para depositar el envío es bastante sencillo: el dron baja desde los 120 metros de altura a los que circula hasta, más o menos, cinco metros del suelo para descolgar una suerte de cable que deja en el suelo el objeto para que lo recoja el comprador.
Habrá a quien no le guste, pero este es el futuro del comercio electrónico. Amazon, el gran dominador del sector, ya lleva tiempo trabajando en su programa Air Prime, que realiza entrega con drones y que se está probando en Cambridge, Inglaterra, desde hace tiempo. Puede que tu próximo regalo de Navidad, lo traiga un dron.
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