Stepehen Hawking, el hombre, murió este 2018. Pero el Hawking investigador se puede decir que desapareció décadas antes su gran aportación verdaderamente relevante data de los años 1973 y 1974), para convertirse en una estrella de la divulgación capaz de despertar vocaciones e inspirar a dos generaciones desde su sintetizador de voz. Así lo ven muchos colegas de profesión que se debaten entre la pertinencia o no de que los cosmólogos –y los científicos en general– sean celebridades capaces de llenar estadios y sentar a millones de personas frente al televisor.
Coincidió, más o menos en el tiempo, con Carl Sagan, otro astrofísico que en 1968 dejó la investigación de las estrellas para dar una salto a la divulgación humanística desde la Universidad de Cornell. Le pilló de lleno el boom de la televisión. Aún más, de la televisión en color, los sintetizadores, Vangelis y Blade Runner. El cóctel perfecto para la divulgación masiva de algo más que astrofísica. Más bien, divulgación humanística. Las sondas Voyager de la NASA fueron sus herramientas. Él sugirió que su cámara apuntase en 1990 a la Tierra, a más de 6.000 kilómetros de distancia, fuera de cualquier misión científica. Su fin era filosófico: hacernos reflexionar a los humanos sobre nuestra insignificancia en el cosmos, donde lucimos como un puntito azul pálido.
¿Qué hubiera hecho Einstein si la relatividad hubiese sido publicada en la era de la televisión? Un experimento al estilo de El Hormiguero o el Qué Apostamos. Porque eso es exactamente lo que hizo en 1919. Apostó que en el eclipse solar de ese año aparecerían estrellas en un lugar que no les corresponde. Desplazó varios equipos fotográficos y las imágenes estaban en los periódicos al día siguiente de la presentación de los resultados. Nada se entendía, pero resultaba mágico y seductor. Lo justo como para que el Times de Londres, que llevaba cebando el tema diez meses como una verdadera novela de suspense, hablase de revolución. Tras la guerra, y el desvanecimiento de los imperios, la gente estaba ávida de nuevos relatos. ¿Dónde mejor que en la luz de las estrellas?
El Independiente Podcasts: El eclipse que iluminó a Einstein
Desde entonces explotó como nadie su faceta pública, se dejaba fotografiar exóticamente, se prodigó en la radio y publicó un magnífico libro de divulgación de sus teorías. La cual abandonó de alguna forma, porque cuanto menos entendía la gente lo que decía, más interés suscitaba.
El científico meme y el meme hecho ciencia
Con la muerte de Einstein en 1955, la de Sagan en 1996 y la de Hawking en 2018, ¿nos hemos quedado huérfanos de científicos pop?
En Reino Unido tienen al matemático Marcus du Sautoy, con programa propio en la BBC. En Francia, a otro matemático, Cédric Villani, medalla Fields que maneja la estrategia de inteligencia artificial del presidente Macron y que ahora aspira a alcalde de París.
En Estados Unidos tienen al primer científico meme. Neil deGrasse Tyson no es tan popular, pero sí su meme. Es posible que mucha gente no sepa quién es. En la actualidad está al frente del Planetario Hayden de Nueva York y presenta la serie Cosmos que crearon Sagan y Ann Druyan.
Si deGrasse es meme se lo debe (al menos en la literalidad de la palabra) a otro científico estrella que inventó la palabra en 1976: Richard Dawkins. Su bestseller El Gen Egoísta puso al día a Darwin entre el gran público y, como en el tiempo victoriano, agitó su ateísmo desde el método científico, convirtiéndolo en magnífico polemista de televisión.
El físico Lawrence Krauss reflexionaba en un estudio de 2015 sobre la necesidad de estos científicos pop para despertar el interés por la ciencia. Igual que lo hacen los astronautas cuando se les rodea de épica o de guitarras. Pero Krauss, de hecho, ahora está siendo investigado por acoso sexual y otros colegas advierten que las publicaciones científicas se están llenando de investigaciones más al calor de las modas, el impacto en los medios generalistas y las estrellas de las charlas TED, que del interés de la ciencia.
Quién sabe. Lo único cierto es que los y las científicas pop de hoy en día están en otro sitio llamado Youtube y siguen despertando el mismo interés aunque no llenen las vetustas salas de la Royal Society. José Luis Crespo (Quantum Fracture), con 1,3 millones de suscriptores es un físico de 24 años que arrasa con sus animaciones explicativas diseñadas por él mismo. En la misma línea, y con éxito en América Latina, Aldo Bartra (El Robot de Platón), con 1,1 millones de seguidores. El también monologuista de Big Van Javier Santaolalla fue investigador en el CERN, ha colaborado con diferentes medios y su canal (Date un Voltio y Date un Vlog), con casi 500.000 suscriptores cada uno crea legiones de fans de sus libros y mesas redondas. El pequeño boom de las matemáticas tiene su sitio en canales como Derivando (más de 600.000 suscriptores). Déborah García Bello también tiene un viodeblog (Deborahciencia) con cerca de 20.000 suscriptores explicando desde la química que hay tras los alimentos o los cosméticos. La periodista Rocío Vidal (La gata de Schrödinger), por su parte, ha convertido sus vídeos en un azote a las pseudociencias. Con más de 145.000 suscriptores, contrapone la ciencia al discursos de influencers que divulgan terapias mágicas.
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