Nos ha costado, pero 2018 fue el año en el que nos dimos de verdad cuenta de que, como se ha repetido en decenas de ocasiones, "si el producto es gratis, el producto eres tú". Eso sí, hemos tenido que aprender a las bravas.
En ese rumbo a la iluminación también hemos descubierto que había algo llamado Cambridge Analytica que podía decidir elecciones, que Amazon no llegó a valer un billón de euros porque vendía muchos libros y que ha tenido que llegar Bruselas para salvarnos a todos con una acertada normativa que, apenas unos meses después de su implantación total, ya alaban voces tan importantes como la de Tim Cook, CEO de Apple.
Escapar del control de los gigantes de internet es casi imposible. Sí, uno puede borrar su cuenta de Facebook -echándole paciencia-, y puede pasar de utilizar Gmail. Pero, ¿y Whatsapp? ¿Amazon? ¿Samsung, Xiaomi, Apple? Heroica tarea la de vivir a la sombra de estos imperios del control.
Se puede ser celoso de la intimidad propia, pero no es práctico -ni cómodo- vivir en un mundo en el que no puedes entretenerte con Netflix o Spotify, comunicarte con Telegram, utilizar Google Maps para encontrar la estación o simplemente consultar Google para saber cuándo sale el último tren de Atocha dirección Fuenlabrada una noche de miércoles después del cine.
Escándalos como los que rodean a Facebook día sí y día también nos han servido para darnos cuenta de que estar en una red social no es gratis. Hay que aprender de ello, pero sin volvernos locos.
Así nos cuidan
Tras dos años de pruebas, y casi un lustro de estudio y elaboración, el pasado 25 de mayo entró en vigor el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), una normativa europea que sirve para acotar los movimientos de los gigantes de internet y para proteger los datos de los ciudadanos del Viejo Continente.
Pocas decisiones tomadas en Bruselas, eje político de la Unión Europea, han tenido más relevancia en la vida diaria de ciudadanos y empresas, pues todos hemos tenido que adaptar la forma en la que utilizamos internet.
El RGPD se aprobó el 14 de abril del año 2016 en un pleno del Parlamento Europeo, con la idea de que los socios tuvieran dos años para ir preparando el desembarco definitivo. A nivel general, uno de sus elementos más importantes es que obligaba a las empresas a informar de los términos de la recopilación, gestión y tratamiento que le dan a los datos de los usuarios.
Nos otorgaba, además, un arma para la lucha contra estas grandes corporaciones, ya que recoge que si un usuario denuncia a una compañía por mal uso de sus datos tendrá que ser esta la que demuestre que sí que cumple la ley. De esta manera contamos con una garantía legal en caso de que consideremos que una practica está siendo intrusiva.
Por supuesto, la normativa europea no es perfecta. De hecho, es tan compleja que casi nadie, ni siquiera los propios países, la entienden. De momento su implantación está siendo lenta pero progresiva, aunque España está levantando mucho la mano para no provocar una avalancha de sanciones por no cumplir con la normativa. Hay una tregua tácita del regulador, la Agencia Española de Protección de Datos, que tendrá que acabar muy pronto.
Este reglamento también modificó por completo la mentira más repetida de la historia: el sí que dábamos como respuesta a la pregunta "ha leído y acepta todos los términos y condiciones", convirtiendo esas incompresibles líneas en la que se perdían los valientes en unos cuantos puntos que, ahora, deben ser de fácil comprensión.
Facebook se resquebraja
Puede que no sea la más valiosa, pero Facebook es una de las tres compañías más poderosas del mundo. Es, en esencia, el país más grande el mundo y es capaz de saber qué piensan cada una de las más de 2.200 millones de personas que entran en su perfil al menos una vez al mes.
Da igual que no publiques nada. Si visitas otros perfiles, das like a páginas o comentarios o, simplemente, navegas por la red social, lo saben. De hecho, saben todos tus datos, pero también quiénes son tus amigos, con quien estás casado y a qué sitios te gusta ir.
Como todas las armas poderosas de la historia, Facebook se puede usar para el bien o para el mal. Lo mismo te sirve para encontrar refugio en París durante el terrible atentado en la Sala Bataclan, que para decidir unas ajustadas elecciones en favor de un candidato como Donald Trump.
De todo ello nos dimos cuenta cuando se hizo público que Cambridge Analytica, una empresa de análisis de datos, tuvo acceso a 87 millones de perfiles de Facebook, con los que diseñó una estrategia para inclinar el voto en favor de Trump y del sí al Brexit, una decisión que ahora le está costando muchos dolores de cabeza a los estadounidenses y a Theresa May.
El escándalo de Cambridge Analytica, que acabó por cerrar, le ha costado a Facebook el primer descenso en usuarios en Estados Unidos de su historia, millones de bajas y un desplome bursátil que ya ronda el 30%.
¿Hemos aprendido algo?
Con todo lo que ha pasado en este 2018 que ya agoniza, ¿podemos decir que hemos aprendido a proteger nuestros datos? La respuesta es no. Para empezar, porque no tenemos interés en hacerlo. Si nos dieran a elegir entre pagar una suscripción de unos pocos euros mensuales a Facebook a cambio de que no se quedara con ningún dato, o que se mantenga el modelo actual, elegiríamos lo segundo.
Además, por si fuera poco, seguimos descuidando nuestra privacidad. Amazon Echo, Google Home o el HomePod de Apple son los asistentes virtuales de estas compañías. Sí, Alexa, Siri y el Google Assistant pueden ayudarnos a hacer la vida más fácil, pero no dejan de ser una suerte de espía que estos gigantes cuelan en nuestros salones.
Amazon Echo es el regalo de las navidades, hasta tal punto que en España se han vendido tantas unidades que se han agotado y no estarán disponibles hasta el 24 de febrero en algunos casos.
Los nuevos dueños de estos dispositivos tienen que saber que se trata, en esencia, de micrófonos atentos a todo lo que decimos para tener la capacidad de responder en cuanto oigan el "ok, Google" o el "Oye, Alexa" de turno. Mientras, graban y graban información, siempre atentos.
Más allá todavía llega Portal, uno de los dispositivos de hardware de Facebook, que consiste en una pantalla que sirve para hacer videollamadas. El nivel de espionaje se intensifica, pues además del audio Portal también graba imágenes. Es decir, tendremos una cámara de Facebook en nuestro salón, con entrada directa para Mark Zuckerberg a nuestros hogares. No se vende aún en España, pero todo se andará.
2018 nos debería servir para reflexionar sobre todo lo que una compañía de internet puede hacer con nuestros datos. De primeras, ganar dinero vendiéndolos en paquetes de decenas de millones a otras compañías, clásico origen de las ofertas y promociones que nos llegan a nuestros emails. Aun así, en el año que entra seguiremos cometiendo los mismos errores. No hay Cambridge Analytica que sea capaz de modificar el comportamiento humano.
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