El Independiente Pódcast: Ciencia al cubo… de hielo
Hay un lugar en la Antártida que permanece a oscuras más de medio año. Nadie llega hasta allí durante casi 8 meses. Quien entra, se queda durante todo ese tiempo sin prácticamente posibilidad de salir. Igual le pasa a algunos neutrinos. Partículas fantasma que pueden venir de la atmósfera, del Sol o de otras galaxias. Capaces de atravesarlo casi todo, alguna queda atrapada en el más grande cubito de hielo (megacubo, en realidad) del mundo. Un laboratorio excavado en el gélido polo sur donde estuvo viviendo un año Carlos Pobes. Este científico de la Universidad de Zaragoza y divulgador nos cuenta cómo los neutrinos nos desvelan los orígenes del universo y las entrañas de nuestra Tierra. [descargar]
En el Polo Sur hace tanto frío que pocas cosas pueden sobrevivir. Por ejemplo, el virus de la gripe. Aunque eso es algo matizable. Lejos de lo que se pueda pensar, en las latitudes antárticas viven más de 10.000 tipos de microorganismos. Aunque en el invierno boreal es prácticamente imposible que sobreviva el de la gripe a temperatura ambiente. Quizás por ello no estuviera entre las principales preocupaciones de la base Amundsen-Scott caer en las garras de la influenza.
Es cierto que hay un ligero riesgo en el momento en que hay un relevo de personal. Pero, desde hace poco, sabemos que se puede cazar antes a un neutrino que coger la gripe. Y eso que esta afirmación pudiera parecer imposible hace tan solo una década. Y, con todo, es arriesgada: apenas es posible capturar un puñado de ellos y ahora mismo la ciencia se centra en uno concreto, que dejó atrapada su marca, cual una estrella fugaz congelada en el hielo.
IceCube es una instalación que se encuentra precisamente en los 90 grados Sur, a escasos metros del Polo Sur geográfico. Este laboratorio cuenta con el mayor telescopio de neutrinos que existe. Un cazador de partículas fantasma provenientes de lugares extraordinariamente lejanos.
Neutrinos de alta energía que lo atraviesan prácticamente todo a casi la velocidad de la luz. Incluido nuestro cuerpo. Esta partícula es considerada “una de las últimas fronteras de la comprensión del universo” en palabras de la astrónoma francesa Isabelle Grenier. Son verdaderos emisarios del pasado, pues llegan de muy lejos, y, en el espacio exterior, lo que está muy lejos es también muy antiguo.
Lo más interesante es que ya hay un equipo con participación española que le está dando vueltas a una utilidad tangible a algo tan poético. Hacer la más grande radiografía a la Tierra. Al interior de la tierra. No con rayos X, sino con neutrinos que no vengan de tan lejos, eso sí. Al final, una y otra vez, queremos pelar esta enorme mandarina que es la Tierra. Y conocer su ardiente centro. Una paradoja que sea necesario pasar tanto frío para ello.
En este pódcast charlamos con Carlos Pobes de su experiencia (noviembre de 2011 a 2012) en este laboratorio del Polo Sur y de cómo es hacer ciencia aislado durante ocho meses, a oscuras y rodeado de los mayores fríos que se puedan imaginar.
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