Las aguas fecales nos delatan. Usamos mucho los antibióticos en casa y hospitales –más que en el norte de Europa– y eso, además de curar infecciones, propicia la resistencia de bacterias que mutan para sobrevivir. Se hacen fuertes ante los medicamentos y nos pueden llevar a la muerte. A las plantas de tratamiento de aguas de las ciudades llegan estos supermicrobios y, ahora, un estudio internacional con la participación del CBM-CSIC ha puesto la lupa sobre los restos de esas bacterias que alcanzan las depuradoras e, incluso, sobreviven al proceso de esterilización.
"La vida siempre encuentra camino", explica por teléfono José Luis Martínez a El Independiente, rememorando la película Parque Jurásico. Este firmante del estudio trabaja en el Departamento de Biotecnología Microbiana del CBM. Solemos atribuir las resistencias bacterianas al mal uso que hacemos a nivel doméstico de los antibióticos. "Pero eso tiene algo de mito".
Aunque usemos bien los antibióticos, si los utilizamos mucho, se generan resistencias
En este estudio se pone de manifiesto que en las plantas de tratamiento de los países del sur de Europa (Portugal, España y Chipre, a la cabeza) hay más evidencias genéticas de bacterias resistentes que en los nórdicos. "Pero eso se debe seguramente a que allí se limitó o reguló la prescripción de antibióticos antes". Existe una correlación entre las bacterias resistentes
circulantes en la gente y las que llegan a las depuradoras a partir de residuos domésticos, incluyendo bacterias presentes en humanos.
Una resistencia bacteriana se genera cuanto más antibiótico se usa –independientemente de si se usa bien o mal–. España, por ejemplo, es un país más envejecido "puede haber más población inmunodeprimida y se pueden producir más infecciones, donde está justificado el uso de antibióticos", explica Martínez.
Hasta ahora se sabía de la presencia de los propios antibióticos en las aguas del alcantarillado. Aquí se confirma su capacidad para generar resistencias en relación a una determinada cultura o legislación regional sobre el uso de estos bactericidas.
Los resultados, publicados en la revista Science Advances, confirman el perfil de resistencias observado en ambientes clínicos. Aumenta en países del sur de Europa, donde la prescripción de antibióticos es mayor que en el norte del continente. Es decir, allí se tiende a esperar algo más antes de administrar una penicilina, por ejemplo.
Entonces… ¿hay bacterias fecales en el agua del grifo?
La investigación es un punto de partida. No entra a detectar bacterias concretas, sino los restos de ellas, en forma de genes. Es decir, no es que hayan visto microbios propiamente dichos en las aguas vertidas en las plantas –obviamente, en esos lugares los hay– o en las aguas depuradas –sabemos, por otros métodos, que también, aunque no haya riesgo para el consumo–. Se buscaron y encontraron evidencias de E. coli, K. pneumoniae, P. aeruginosa, y Acinetobacter spp. Tampoco entra a evaluar el trabajo de plantas concretas. De hecho, las muestras han sido tomadas en depuradoras cuya ubicación no se desvela, pero la elegida para representar a España se encuentra en una ciudad costera del Mediterráneo.
¿Cuál es el umbral máximo tolerable? Ahí empieza el debate y la investigación.
El estudio también ha confirmado la eficacia de los tratamientos en la depuración del agua
El equipo de este trabajo ha analizado, mediante técnicas de metagenómica, la presencia de genes de resistencia a antibióticos en las bacterias que llegan y las que sobreviven. "Miramos genes, no bacterias. Eso es una limitación, porque no sabemos de qué bacteria en concreto se trata. No todas son iguales de peligrosas. Algunas son inocuas para los humanos". Por fortuna, el estudio también ha confirmado la eficacia de los tratamientos en la depuración del agua. Se elimina la práctica totalidad de las bacterias resistentes.
Sólo en una planta de tratamiento portuguesa creció durante la purificación la proporción de genes de resistencia a los antibióticos encontrados en las aguas residuales, convirtiendo a la planta en una potencial incubadora de resistencia a los antibióticos.
El estudio no proporciona una respuesta directa sobre por qué el grado de resistencia a los antibióticos aumentó en una planta y disminuyó en las otras. El desarrollo de la resistencia puede verse influido por varios factores: la edad y el tamaño de la planta de tratamiento, las técnicas utilizadas, la temperatura de las aguas residuales, la cantidad de residuos de antibióticos en el agua y la interacción entre las bacterias y los diversos tipos. de protozoos encontrados en el agua. "En este estudio, 11 de las 12 plantas de tratamiento de aguas residuales bajo investigación mitigaron el problema de la resistencia, lo que parece indicar que las plantas modernas funcionan bien en este sentido", añade Marko Virta, de la Facultad de Agricultura de la Universidad de Helsinki, coautor del estudio
"Al mismo tiempo, una planta más antigua o un proceso de purificación deficiente pueden terminar aumentando la resistencia a los antibióticos en el ambiente. Necesitamos más hallazgos de investigación de países con alto consumo de antibióticos y prácticas de tratamiento de aguas residuales menos desarrolladas".
El grupo de investigación de Virta está iniciando actualmente nuevos proyectos en Asia y África Occidental.
Estudios anteriores han mostrado que las depuradoras reducen de uno a tres logaritmos la proliferación de bacterias del agua de entrada. Sin embargo, las depuradoras convencionales (fangos activados) pueden ser un vivero de microbios resistentes por su capacidad para estar muy juntas en abundancia e intercambiarse genes (conjugación, transformación y transducción).
El cerco español a las superbacterias
La célula de una bacteria es como una naranja. Se hace fuerte gracias a su piel, que sería su pared celular. Un antibiótico la pela, sus gajos se deshacen y muere. Las células humanas no tienen algo igual. Hay bacterias resistentes que fabrican paredes (o piel) con enorme efectividad. Sin embargo, necesitan para ello de unas construcciones de proteínas inmunes al antibiótico. Al dejar el motor de las bacterias sin aceite, éstas no pueden generar más piel. Así es como funcionan las moléculas que acaban con la inmunidad de las superbacterias | Vídeo: M. Viciosa y CSIC
¿Los antibióticos animales tienen algo que ver?
Otra cosa son las contaminaciones de aguas procedentes del uso de antibióticos no humanos. Este estudio no entra en ello. "Las granjas y piscifactorías son otro foco. Ahí se ha trabajado mucho". La Agencia Europea del Medicamento calcula que se venden 8.361 toneladas de antibióticos veterinarios en la UE, con España a la cabeza, según datos de 2015 (eso no quiere decir que se utilicen mal). Eso es clave de cara a infecciones y resistencias veterinarias. Naciones Unidas ya advirtió en un informe de 2017 que supone una amenaza para la cría de animales, pero también para los humanos. A eso se suma otro canal para la propagación de bacterias resistentes: las aves migratorias.
El método de análisis empleado en este estudio podría servir como base para desarrollar sistemas de vigilancia global de la resistencia a los antibióticos. "Puden determinar cuáles son las resistencias (resistoma) de una región y podría servir como base para implementar sistemas de vigilancia capaces de determinar la prevalencia de la resistencia de un modo general en una población”, concluye Martínez.
Este trabajo es el más amplio sobre resistencia bacteriana en aguas residuales realizado en Europa hasta la fecha. Ha sido desarrollado por un consorcio europeo formado por equipos de investigación de Finlandia, Alemania, Irlanda, Noruega, Portugal, Chipre y España.
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