Hordas de personas en Times Square. Miles, en la muralla china. Ver, por decir algo, la Gioconda con empujones de todos los colores. Todo el mundo quiere salir, viajar, conocer, sacar "esa" foto. El turismo vive desde hace años un boom que parece incontrolable y lo que antes era un paraíso recóndito tiene ahora más visitantes que locales. ¿Se ha quedado pequeña la Tierra?
Quizás sí, quizás no, pero lo que parece innegable es que dentro de poco el turismo escapará del globo. Visitar los cielos. Subirse en una nave que vuele a 4.000 kilómetros por hora más allá de la Estratosfera. Aunque suena a ciencia ficción, ese futuro está más cerca de lo que muchos creen. De hecho, hay empresas que llevan años vendiendo billetes al espacio.
El turismo espacial va a marcar el principio de una nueva era"
Ana Bru, española con billete al espacio
El grado de interés y dinero que puede generar una actividad comercial en el espacio puede imaginarse viendo los miles de millones que están invirtiendo empresas como Blue Origin, Virgin Galactic o Space X. Los nombres que están detrás de estos proyectos son nada menos que Jeff Bezos, Richard Branson y Elon Musk, algunos de los hombres más ricos del mundo.
"Esto va a marcar el principio de una nueva era", aseguró esta semana Ana Bru, la primera española que viajará al espacio, durante el Congreso de Turismo Espacial y Subacuático celebrado en la escuela Les Roches en Marbella. Bru se subirá a una nave de la mano de Virgin Galactic y, aunque todavía no hay fecha exacta, confía en que sea a principios de la próxima década.
De Madrid a Barcelona en apenas cinco minutos
Esta española compró su plaza en 2008 por 200.000 dólares y llegó a un acuerdo con Richard Branson para que su empresa de turismo, Bru&Bru, sea la única que pueda comercializar los viajes de Virgin Galactic en España. Ahora los billetes cuestan más que hace una década, en concreto 250.000 dólares.
Las ofertas de las empresas estadounidenses para dar una vuelta por el cielo son similares: incluyen unas pruebas médicas para comprobar que el pasajero está físicamente en condiciones, el vuelo y la estancia en la estación de lanzamiento los días previos y posteriores.
Aunque se soportarán fuerzas G muy altas, el físico no debería ser un impedimento para los turistas espaciales"
Nancy Vermeulen, entrenadora de astronautas
El viaje en sí no es especialmente largo. Dura apenas unos minutos. Un avión con una nave acoplada despega de la base y cuando llega a unos 10.000 metros la nave se desprende, cayendo al vacío durante varios segundos. Es ahí cuando arrancan las emociones fuertes: se encienden los motores y la nave sale disparada. Pasa de estar a diez kilómetros de la Tierra a estar a 110 en apenas 90 segundos. Son 4.000 kilómetros por hora. A esa velocidad se completaría la ruta Madrid-Barcelona en cinco minutos. Y Madrid-Nueva York en hora y media.
Una vez arriba, los motores se paran y los turistas tendrán unos cinco minutos para disfrutar de las vistas y de la ingravidez. Después, otros 90 segundos a 4.000 kilómetros para volver a la Estratosfera y desde ahí se tardan unos 45 minutos en aterrizar en el espacio-puerto.
"Cuando volé en el Concorde y rompimos la barrera del sonido, yo sabía que había nacido para este tipo de emociones, para la velocidad supersónica", señala Bru, que ha superado los entrenamientos físicos en el Centro Nacional de Captación e Investigación Aeroespacial (NASTAR) de Filadelfia.
Entrenadores para turistas espaciales
Que el turismo espacial se va a abrir hueco lo tiene claro también Nancy Vermeulen, una astrofísica belga y ex piloto de aerolíneas comerciales que no pudo cumplir su sueño de ser astronauta. Sin embargo, ha lanzado un negocio para preparar físicamente tanto a astronautas privados como a futuros turistas espaciales.
Piense en un avión comercial. El piloto necesita pasar unos exámenes médicos impresionantes, pero como pasajero puede volar prácticamente cualquiera
"Ahí hay una enorme diferencia. Un astronauta privado necesitará una preparación como si fuera un astronauta profesional porque irá a distancias muy lejanas y durante muchos días", explica a El Independiente. "Pero con los turistas espaciales... Habrá gente que no esté preparada y que no tenga el perfil de astronauta y que pueda ir al espacio con algo de entrenamiento".
Y pone un ejemplo muy gráfico: "Piense en un avión comercial. El piloto necesita pasar unos exámenes médicos impresionantes, pero como pasajero puede volar prácticamente cualquiera". Obviamente, habrá que estar más en forma para subirse a una nave espacial que para coger un avión. "Pero muchos hombres que se quieren hacer los machotes me preguntan y yo les digo lo mismo: mi madre de 72 años se subió al simulador y pasó todas las pruebas".
De momento, no hay una fecha concreta para los primeros turistas espaciales. Las compañías de Bezos, Branson y Musk siguen dando pasos y realizando vuelos de prueba con éxito. "Hace apenas 100 años nadie se podría imaginar que miles de aviones surcarían el cielo a diario con pasajeros a bordo", indica Eduardo Lurueña, un español seleccionado por Buzz Aldrin para convertirse en astronauta militar y que realizó entrenamientos en el Centro Espacial Kennedy de Florida. "Quizás salir a dar una vuelta por el espacio sea algo cotidiano en el siglo XXII".
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