Está en aeropuertos, centros de trabajo o en tu teléfono móvil. El reconocimiento facial se ha extendido en los últimos años. El avance de la tecnología permite a empresas y gobiernos detectar con precisión las caras de los ciudadanos. Pero se han encontrado una nueva piedra por el camino. El coronavirus ha lanzado al mundo al uso de mascarillas y la inteligencia artificial no estaba del todo lista para ello.
Hace unas semanas la revista Technology Review del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) mostró varios casos de cómo la pandemia estaba poniendo en apuros a la inteligencia artificial. Los algoritmos de la IA recopilan la mayor cantidad posible de información y la utilizan para hacer predicciones basadas en datos. Aprenden automáticamente sin necesidad de haber sido programadas. Así funcionan los sistemas de recomendación de Netflix, YouTube o Spotify. La Covid-19 ha cambiado el comportamiento de las personas y algunos algoritmos han empezado a recibir demasiada información para la que no estaban preparados.
Por ejemplo, en apenas unos días de abril, las listas de lo más buscado en Amazon cambiaron de golpe y se llenaron de términos relacionados con el virus: mascarillas, desinfectantes, guantes… Este fenómeno se tradujo en fallos en los algoritmos que se utilizan en los inventarios automatizados o para la detección de fraudes. "Los modelos de aprendizaje automático están diseñados para responder a los cambios. Pero la mayoría también son frágiles. Funcionan mal cuando los datos que reciben difieren demasiado de los datos con los que fueron entrenados", explicó Rajeev Sharma, vicepresidente de Pactera Edge, una empresa proveedora de servicios tecnológicos.
Los algoritmos necesitan ayuda humana para atajar estos fallos. "Se pueden adaptar los algoritmos reentrenándolos con datos actuales, representativos de la nueva situación", asegura a Europa Press José Esteban, director de Innovación de Atos en Iberia.
Con el reconocimiento facial ha ocurrido un imprevisto diferente. La alerta sanitaria ha obligado a personas de todo el mundo a cubrirse la cara con mascarilla para prevenir el contagio. Con la boca, la nariz y parte del rostro tapado, los algoritmos tienen menos datos para comparar e identificar a una persona. La multinacional Herta, con una década de experiencia en el reconocimiento facial, contó en El País que la IA en Europa no dispone ahora mismo de librerías con todas las imágenes que demanda: "Solo con los ojos, la información es escasa. Resulta difícil y arriesgado conseguir un reconocimiento con un porcentaje de confianza elevado".
Pero la industria trabaja para dar con una solución. La revista Wired recopiló ejemplos de éxito y otros menos buenos. La solución de la Universidad de Wuhan (China) y la startup norteamericana Workaround han comenzado a crear bases de datos con fotografías de personas con mascarillas. Incluso han recurrido a Instagram para encontrar estas imágenes. Se trata de una carrera donde países como Rusia o China llevan la delantera. El cóctel de tener unas leyes de privacidad menos estrictas y una mayor aceptación social a la vigilancia facilita que sus empresas recopilen los datos necesarios para mejorar el reconocimiento facial.
Rusia y China encabezan esta tecnología gracias a sus normas de privacidad más laxas y mayor aceptación social a la vigilancia
La china SenseTime está detrás del reconocimiento facial que utilizan empresas y agencias gubernamentales. Su software ahora analiza los rasgos faciales que no cubren las mascarillas: ojos, cejas y el puente de la nariz. Unas mejoras que sirven para controlar el acceso a edificios o a los empleados que acuden con mascarilla a sus puestos de trabajo. La japonesa NEC siempre ha hecho pruebas con mascarillas porque en Asia se utilizan habitualmente en temporadas de gripe. La compañía, en cambio, valora con precaución la capacidad del reconocimiento facial para detectar las caras cubiertas: "Las mascarillas no son nada nuevo para nosotros, pero eso no significa que todo sea perfecto".
Que el reconocimiento facial está fallando se puede comprobar sacando el smartphone del bolsillo. En los últimos tiempos los fabricantes han apostado por esta tecnología como un método más para desbloquear el móvil. En los nuevos iPhone, por ejemplo, no hay ni botón de desbloqueo. Solo existe el Face ID y no funciona con mascarilla. Apple tomó cartas en el asunto y lanzó una nueva versión de su sistema operativo para burlar estos problemas. La actualización permite al teléfono detectar cuándo el usuario lleva mascarilla para mostrarle directamente la pantalla de contraseña.
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