Cuando en 1954, tras permanecer 4.600 años bajo tierra, volvió a ver la luz, la barca solar de Keops era un auténtico rompecabezas. Un puzzle de 1.224 piezas que tardó trece años en ser entendido y ensamblado. Durante las últimas cuatro décadas la nave, construida con cedro procedente del Líbano, ha asombrado a los turistas en un pequeño museo construido en un costado de la pirámide de Keops (2579 a. C.-2556 a. C). Ahora, sin embargo, acaba de mudar de emplazamiento. A bordo de un vehículo inteligente y rodeada del boato habitual, la barca ha completado un viaje de 48 horas por tierra firme rumbo a su nuevo hogar.
El navío -de 43,4 metros de eslora, 5,6 metros de manga y 1,5 metros de calado- ha avanzado por las calles del barrio de Giza con su esqueleto unido por cuerdas en busca de su nuevo acomodo en el Gran Museo Egipcio, el centro dedicado al antiguo Egipto que se levanta aún en los alrededores de las majestuosas pirámides de Giza, la última de las siete maravillas del mundo antiguo en pie. En su faraónico periplo ha llegado a intervenir el omnipresente ejército egipcio. “Es uno de los proyectos de ingeniería y arqueológicos más importantes y desafiantes”, explica el general Atef Moftah, supervisor general del proyecto de construcción del Gran Museo.
Una operación militar
“El traslado nos llevó casi un año de estudio, planificación y preparación”, agrega el uniformado. Aprovechando la noche y jalonada de un séquito de obreros, la barca solar ha sido transportada por el siempre bullicioso callejero de Giza sin modificar un ápice del ensamblaje que firmó Ahmed Yusef. La pieza íntegra fue empaquetada con espumas y papel; protegida con un marco acolchado e insertada en una celda de hierro. Después, la carga de 20 toneladas quedó instalada en un vehículo inteligente controlado por control remoto e importado expresamente de Bélgica, detallan las autoridades locales. “Es capaz de sortear cualquier obstáculo que pueda encontrar en la carretera y maniobrar en curvas así de absorber cualquier vibración mientras se desplaza”, esbozan.
“El vehículo ha demostrado su capacidad de llevar a buen puerto la tarea asignada”, se jacta Moftah, al frente también de los simulacros que precedieron a la operación definitiva. Oculta bajo un armazón negro con un perfil luminoso del barco, la pieza ha completado con éxito su último viaje, desde los confines de un coqueto museo en el sur de la pirámide del faraón Keops hasta el Gran Museo, un edificio de proporciones faraónicas cuya inauguración Egipto ha retrasado en repetidas ocasiones. En el transporte, un equipo de dispositivos digitales vigiló la temperatura y humedad de la barca, la estabilidad de la celda y la inclinación de la carretera para garantizar que la joya llegara en perfectas condiciones.
A juicio del ministerio de Antigüedades egipcio, las instalaciones en las que se hallaba la barca -a las que se accedía tras enfundarse los zapatos- no eran ya aptas para albergar este tesoro, el mayor y más antiguo de los objetos de madera descubiertos en el mundo. “Antes del traslado, un radar examinó la resistencia del viejo museo y de la carretera de la meseta de Giza para soportar con garantías el peso del vehículo y la carga”, indica El Tayeb Abbas, asesor del ministro de Antigüedades para el Gran Museo. La barca, hasta ahora uno de los destinos imprescindibles de la necrópolis real, también pasó por quirófano antes de emprender el camino.
Los resultados del examen alertan de que existen zonas frágiles y algunas fracturas que deberán ser reparadas antes de su regreso a la exhibición en el nuevo museo de las barcas solares construido en el perímetro del Gran Museo. Por primera vez desde su hallazgo y puesta en exposición, el navío tendrá que acostumbrarse a compartir espacio y protagonismo con una segunda barca de Keops, que permaneció enterrada hasta 2012 y cuyos trabajos de extracción acaban de concluir, a la espera de su montaje.
El rescate de la segunda barca
Hace nueve años un proyecto financiado por Japón comenzó a desempolvar la segunda barca. A través de un primitivo sistema de poleas se retiraron los 41 bloques de 16 toneladas de piedra caliza que sellaban una fosa localizada en 1954 pero que no fue estudiada hasta 1987. A partir de aquel año el equipo asiático investigó el perímetro a través de ondas electromagnéticas y halló el vacío horadado en la tierra que unos meses después un equipo del National Geographic logró penetrar con una minúscula cámara. El proyecto definitivo solo se inició en 2008 y estuvo lastrado por los retrasos y acontecimientos como las revueltas que estallaron tres años más tarde.
Los científicos instalaron entonces tres termohigrómetros para medir la temperatura y la humedad en el interior del foso, en el edificio construido para resguardar a la cámara subterránea de la climatología y en el exterior. El estudio concluyó que el ambiente de la oquedad era relativamente estable. La madera había resultado dañada por la entrada de aire y agua mezclada con cemento durante las obras de construcción del museo cercano.
En la apertura de la fosa, la misión halló un cartucho con el nombre del segundo rey de la IV dinastía y un jeroglífico sin cartucho perteneciente a uno de sus hijos, Kefren, que emuló a su progenitor al edificar la pirámide contigua. “Creíamos que la situación de la madera era pésima pero hemos observado que no se encuentra tan mal y tenemos la esperanza de poder reconstruir el barco”, indicó en el inicio de los trabajos Sakuji Yoshimura, profesor de la Universidad nipona de Wesade y director de la expedición.
En esta ocasión, la elaboración de una maqueta digital facilitará el montaje. Para la primera, el arqueólogo egipcio Ahmed Yusef empleó 13 años y sólo logró recomponerla tras el cuarto intento. La segunda es de menores dimensiones y resulta, en cualquier caso, una muestra de exquisitez y progreso. La segunda barca está compuesta por cerca de 1.700 piezas de madera que han sido ya documentadas y sometidas a una restauración inicial.
Listones reforzados con metal
En 2016 uno de los listones rescatados arrojó la primera sorpresa: estaba reforzado con elementos metálicos, desconocidos hasta ahora. “Se trata de un listón de 8 metros de largo que contiene partes metálicas que no existían en el primer barco solar. Creemos que fueron incluidas para evitar que la embarcación resultara dañada durante la navegación”, relató a este periodista Jaled el Anani, el aún hoy ministro de Antigüedades egipcio.
Las dos barcas solares que en el futuro desplegarán sus encantos en el nuevo museo contiguo al Gran Museo Egipcio mostrarán sólo una parte del ajuar de Keops. Hasta cinco naos acompañaron la vida de ultratumba del rey Jufu, bautizado como Keops por el griego Herodoto y descrito como un cruel tirano que sojuzgó a su familia y su pueblo para erigir una de las siete maravillas del mundo antiguo. “Otras dos fueron robadas y la quinta aún no ha sido desenterrada”, detalla el arqueólogo Mustafa Amin.
El enigma, no obstante, persigue a ambas. La teoría del arqueólogo Zahi Hawas es que no se trata de “un bote funerario usado para trasladar el cuerpo del faraón desde la capital hasta su enterramiento” sino un símbolo en honor al dios solar Ra. Con ambas, el difunto rey navegaría durante el día (una barca denominada “mandyet”) y al caer la noche (“mesketet”). Una tesis que no comparte Amin. A su juicio, podría haber sido usado durante la vida terrenal de Keops o como un símbolo de poder y ostentación. “Igual hoy que un monarca posee cinco coches o yates”, concluye.
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