Ésta es la historia del no hallazgo. O, para ser más justos, la historia del hallazgo de los rastros que dejan los objetos cuando desaparecen o se extravían. Como las señales de una taza de café sobre una mesa o las marcas que un cuadro dibuja en una pared cuando es descolgado. La misión canaria que excava en un barranco de la antigua Tebas, la actual Luxor, se ha topado sobre la roca con las huellas de una cama que el propietario, inquieto tal vez por la comodidad de su descanso eterno, se llevó a la tumba, el último vestigio de su existencia hace más de dos milenios.
“Excavando, llegamos hasta el suelo y empezamos a limpiarlo. Entonces nos llamó la atención que pareciera que estaba sucio”, rememora en conversación con El Independiente Miguel Ángel Molinero, director de la misión “Dos cero nueve” de la Universidad de La Laguna. “Limpiando con mucha energía vimos que quedaban dos manchas longitudinales en el suelo. Las excavamos y aparecieron dos huecos sin ningún tipo de material”, admite el arqueólogo al frente de la expedición que desde 2012 horada la TT 209 en la ladera de un “wadi” (valle) en Luxor, a unos 600 kilómetros al sur de El Cairo.
Unas oquedades inusuales en Egipto
“Lo interesante es que las zanjas, que no recibieron ningún tratamiento estético, tuvieron que abrirse con una función definida. Se trata de trincheras rectangulares, con mayor profundidad en sus extremos”, detalla Molinero. Las oquedades revelaron las dimensiones de una cama que acompañó al finado en su vida de ultratumba. Al cruzar las medidas obtenidas con las de los monumentos funerarios en Nubia, las piezas encajaban. Fueron entonces conscientes de que “las proporciones eran idénticas”.
TESOROS ESPAÑOLES DE EGIPTO
“No tuvimos dudas de que las trincheras servían de acomodo a una cama”, evoca el director de un equipo que ha logrado examinar con detenimiento los datos y reconstruir digitalmente el camastro. “Mediante técnicas fotogramétricas pudimos determinar la profundidad y el perfil de las trincheras que pusieron de manifiesto un trabajo rápido y descuidado”, reseña.
“La presencia de una cama como ésta no resulta habitual en Egipto. Era muy frecuente, en cambio, en Nubia”, explica este profesor de Historia Antigua en referencia a la tierra que ocupa hoy el sur de Egipto y el norte de Sudán. “El propietario era nubio y es ahí donde radica el interés del descubrimiento. Está testimoniando la enorme importancia que este personaje daba a esa forma de enterramiento tradicional nubio hasta el punto de que se la hace construir en una tumba egipcia”.
Supervisor de la hacienda
Del dueño caprichoso que optó por abrazar el descanso eterno sobre un camastro, la misión canaria ha logrado recuperar algunos fragmentos de biografía. Se llamó Nisemro y fue Supervisor del Sello, un alto cargo de la administración egipcia. “La información sobre él resulta relativamente escasa. Su título más significativo es Supervisor del Sello. En el Reino Nuevo, unos 300 años antes, era algo así como el ministro de Hacienda, la persona responsable de la economía y uno de los cargos más importantes del Estado. No sabemos si 300 años después tenía el mismo peso. Probablemente sí”, indica Molinero.
Nisemro vivió en un tiempo de cambios en los gustos funerarios de la tierra de los faraones. “El enterramiento sobre una cama está confirmando que es una de las tumbas más antiguas de la dinastía XXV, un momento en el que se volvieron a construir tumbas después de varios siglos en los que el gasto económico en los entierros se había derivado hacia unos ataúdes muy complicados, los más decorados de la historia de Egipto. Esos antropoides que la gente identifica con Egipto y que están cubiertos de imágenes y textos y metidos unos dentro de otros”, murmura el director de la misión.
"La presencia de una cama como ésta no resulta habitual en Egipto. Era muy frecuente, en cambio, en Nubia"
MIGUEL ÁNGEL MOLINERO, director de la misión "Dos cero nueve"
“Durante ese período de grandes ataúdes -añade- no se hacían tumbas sino que se reutilizaban las ya existentes, horadando pozos. Con la dinastía XXV se recupera la tradición de construir tumbas para los difuntos y ésta es una de las primeras”. El cuerpo de Nisemro debió ser trasladado hasta su sepultura sobre la cama, “siguiendo un ritual que no era egipcio sino nubio”, y en un momento histórico en el que Egipto fue conquistado por un imperio nubio.
A partir de otro mobiliario hallado en Luxor y Nubia, la expedición ha recreado la opulencia del objeto que debió presidir la cámara funeraria. La reconstrucción que ilustra estas líneas es, advierte Molinero, uno de los modelos posibles. “Es uno de los posibles aspectos que tuvo la cama a partir de restos encontrados fundamentalmente en Nubia con esa cronología”, remacha. El lecho estaría construido de madera costosa, tal vez de ébano oscuro, y de unos herrajes de bronce.
Reconstruir lo extraviado
“Reconstruimos digitalmente un ejemplar cuyas patas pudieran encajar en las cuatro oquedades del suelo de la cámara. Tomamos como referencia unos herrajes de bronce encontrados en la tumba de Amenirdis I que han sido interpretados como parte de una cama mortuoria”, comenta el arqueólogo. “Aquella fue una princesa nubia que ocupó el cargo de Divina Adoratriz de Amón, cabeza del estado egipcio en el Alto Egipto. La primera de origen nubio en ocupar este cargo y, seguramente, coetánea de Nisemro”.
Un ejercicio concienzudo a partir de paralelos históricos que viene a llenar el vacío. “Los herrajes tubulares debían de servir para conectarse con travesaños de sección circular y con un piecero bajo, ya que las camas egipcias antiguas no tenían cabecero, pero sí un tope para los pies”, arguye Molinero. “A ese modelo le añadimos un somier de cordeles de cáñamo, que están documentados en la antigüedad y unas zapatas cuadrangulares en las patas, siguiendo la silueta de los orificios en el suelo”.
La cama extraviada ha terminado sentando alguna de las claves para situar a la tumba en su cronología exacta. “Permite confirmar algo que ya se sospechaba sobre la base de otras evidencias: que la tumba ha de fecharse en los primeros momentos de la ocupación nubia de Egipto, en la segunda mitad del siglo VIII a.C. Y por otra, religiosas y culturales, pues si bien Nisemro se hizo construir una tumba de tipología egipcia, prefirió que su cuerpo descansase en una cama, siguiendo las costumbres ancestrales de su lugar de origen”.
"Fue excavada con muchas comillas por un equipo hace cien años. Vaciaron literalmente la cámara funeraria. No dejaron ningún testimonio de lo que habían encontrado"
MIGUEL ÁNGEL MOLINERO, director de la misión "Dos cero nueve"
Inundaciones y excavaciones previas
En el proceso, la misión también ha tratado de buscar una explicación para la desaparición de tan formidable catre. “En la cámara funeraria no encontramos absolutamente ningún resto de madera. Si quedó algo y no fue retirado por completo antes, la tumba estuvo sometida a continuas inundaciones desde la época antigua porque está en un emplazamiento rarísimo en un wadi”, desliza. “Es una de las cosas que nos atraían cuando solicitamos el proyecto. Era una fuente de información pero también sabíamos que habría provocado la destrucción de los materiales de origen biológico”.
No obstante, otros motivos podrían explicar la nada que habitaba la cámara cuando el equipo español se internó en sus entrañas. “Toda la tumba fue reutilizada. Los nubios eran invasores, por lo que muy posiblemente sus restos fueron retirados. Las siguientes generaciones que reocuparon el enterramiento no lo debían considerar sus antepasados. Eran enemigos del país”, relata Molinero.
Del momento de la construcción de la tumba, los investigadores han rescatado copas de incienso, “evidencia de que hubo rituales de enterramiento y culto durante esa dinastía”. “Pero la documentación más importante, desde el punto de vista de objetos y material, es de unos 250 años después, durante las épocas persa y ptolemaica”. El pequeño tesoro está formado por cerámica depositada ritualmente en algunas de sus cámaras.
A la trepidante vida posterior de la sepultura, acogiendo a otros difuntos, se suma la excavación que sufrió el yacimiento a principios del siglo XX. “Fue excavada con muchas comillas por un equipo hace cien años. Vaciaron literalmente la cámara funeraria. No dejaron ningún testimonio de lo que habían encontrado”, puntualiza Molinero. “Dicen que no encontraron nada. Otra cosa es que la minuciosidad con la que excavamos ahora no tiene nada que ver con lo que debieron hacer en ese momento. No vieron nada muy grande ni significativo ni llamativo y no hicieron ningún registro de lo que había”.
La geografía que ausculta la misión canaria está partida precisamente por una trinchera que discurre desde la puerta hasta la cámara funeraria, trazada por aquellos arqueólogos cuyos métodos sonrojan hoy a sus herederos. "La hicieron para llegar a la cámara funeraria entendiendo que lo demás no merecía la pena. Para nuestra fortuna, nos dejaron el resto".
Un ajuar prolijo pero desaparecido
La cama no habría desfilado hacia el viaje hacia el más allá en solitario. “En la cámara funeraria podíamos entrar de pie por lo que se había previsto espacio suficiente para que hubiera un ajuar voluminoso”, sugiere Molinero. “En el exterior hemos encontrado unos vasos canopos [los recipientes donde los antiguos egipcios guardaban las vísceras de los difuntos], tirados literalmente en una esquina. Lo que quiere decir es que probablemente habían sido retirados de la cámara cuando se reusó la tumba”.
Nuestra historia particular en el yacimiento es muy similar a la de los restos de la cama
El mobiliario que se evaporó es un patrón que se repite “por un emplazamiento que sabíamos que nos iba a dar guerra”, bromea Molinero. “Nuestra historia particular en el yacimiento resulta muy similar a la de los restos de la cama. Estamos encontrando menos objetos que otras misiones precisamente porque estamos en una zona por la que corría el agua. Sin embargo, al mismo tiempo, encontramos otra documentación o hacemos de la necesidad virtud. Lo que hallamos entonces es la huella que ha dejado el objeto y lo estudiamos”, concluye.
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